Pronto para oir

Hay un antiguo cuento, del mundo griego antes de Cristo, que relata el caso de un joven que buscaba un filósofo para aprender la retórica, o sea, cómo pensar bien y hablar mejor, ya que pensaba que en esto podía tener una buena vida. Al encontrar el maestro que tenía la fama de ser uno de los mejores, le buscó para hacer una cita y tener una entrevista con él para negociar un contrato.

En la entrevista el joven presentó su caso, sus deseos y sus expectativas, y lo hizo con todo detalle. Habló largamente y sin cesar. Por fin, el filósofo interrumpió y dijo: “si, te acepto como alumno, pero te voy a cobrar el doble” “¿Por qué el doble?” Respondió el joven. El filósofo contestó:”porque tengo que darte dos cursos, el primero para enseñarte a oír y luego otro para hablar”.

Santiago dice que debemos ser “prontos para oír” (Santiago 1:19). Esta frase sigue del V.18, (el subtítulo está mal colocado) que dice: “Él nos hizo… nacer por la palabra”. Por eso continúa, en V.19 “que todo hombre sea pronto para oír”.

Nos podemos  preguntar, ¿qué es eso de ser pronto para oír? La palabra  en griego que aquí se usa no tiene que ver en especial con velocidad, sino, más bien, con presteza, disposición, y diligencia. Es estar siempre listo para hacer algo como contestar el teléfono cuando estamos ansiosamente esperando una llamada.

 Tiene que ver con una actitud de anticipación, como la madre que espera oír llorar el niño de pocas horas o días de nacido.

Un serio problema con la evangelización en la iglesia actualmente son los cristianos mismos que no están dispuestos para oír. Piensan que ir a un culto es un favor que hacemos a Dios, y que Él debe estar agradecido cuando lo hacemos.

Creemos que la fe viene por el oír. Pues también se mantiene y crece por el oír. Santiago dice que nos hizo renacer por la Palabra y, por eso, tenemos que ser “prontos para oír”. Tantas veces que nos sea posible.

Iglesia Nacional Presbiteriana Berith. Boletín Buen Óleo 25 de abril 2004.

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