Competencia y Competición
Vivimos en una época de mucho énfasis en la competición, pero no tanto en la competencia, aunque a veces se emplean las palabras como si fuesen sinónimos.
Desde la edad preescolar (quizá antes) hacemos énfasis sobre la competición, en ser mejor que el otro, o mejor que los demás. Tomamos como norma lo que hacen o lo que son los otros y nos esforzamos para ser mejores. La rivalidad llega a ser el motivo principal en la vida. Las emplean como instrumento en la administración de empresas, en el manejo de negocios y en la gerencia de personal. El deporte profesional está viciado.
No cabe duda, la competición puede servir para desarrollar y aumentar la competencia. En los juegos entre niños en la práctica del deporte entre los jóvenes, como el buscar el primer lugar en concursos y festivales de coros. Es una competición amistosa, que hoy en día, algunos dicen que es imposible. Afirman que la única técnica eficaz de la autorrealización es la feroz rivalidad, motivada por en antagonismo y una contienda constantes, a veces fabricados, con el fin de intensificar la motivación. La sociedad llega a ser, entonces, la que dijo un filósofo, “la guerra de todos contra todos”. Muchas organizaciones así son, hasta sociedades profesionales, como las académicas. En la industria a veces se forman equipos simplemente para luchar contra otros equipos. En las compañías y en el gobierno se habla mucho de “acometividad” pero con efectos desastrosos en la vida personal de muchos. Este espíritu puede infectar a la iglesia. Nuestra motivación es pelear contra los demás, mostrar sus errores y desarrollarnos para nuestros propios fines, que por supuesto, son nobles y loables. La motivación, sin embargo no es tan noble, se asemeja más al odio y la enviada que al amor y al buscar el bien del otro. Pero, con todo ello, tenemos que desarrollar nuestra competencia, o sea, nuestra habilidad y pericia para lograr nuestros fines. En la lingüística se llama la “competencia” la habilidad de emplear el conocimiento del vocabulario y de la gramática para construir parlamentos. La competencia en la música sería el conocimiento de un instrumento (o la voz) y las notas como para tocar o cantar alguna pieza de música. Buscar la competencia es buscar un aumento en una habilidad de realizar este fin.
La iglesia no busca ser competición aunque tiene mucha competencia. El internet, la cultura, y las ideas que se mueven en nuestra cultura y los valores que la “comunicación” promueve todo, la competición a la iglesia. Lo que tenemos que aumentar en esta situación es nuestra fe, en articularla, en vivirla y en defenderla. La competición, que no buscamos; exige de nosotros en alto grado de competencia, con su sana motivación de servir a nuestro Dios y a nuestro prójimo.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith, boletín Buen Óleo domingo 7 de mayo 2023.