El orgullo espiritual

El orgullo es la principal fuente de maldad que Satanás introduce en los cristianos para obstaculizar y estorbar una obra de Dios.
El orgullo es el principal impulsor de otros muchos errores.
A causa del orgullo, la mente se defiende y justifica a sí misma en otros errores y se guarda de la luz por la cual podría corregirse y recuperarse.
El hombre espiritualmente orgulloso siente que ya está lleno de luz y que no necesita la instrucción, por lo tanto la rechaza. Por otro lado, la persona humilde es como un niño pequeño que fácilmente recibe la instrucción.
Es cauteloso en la forma en que se estima a sí mismo, y sabe que es propenso a descarriarse.
Si alguien le hiciera notar que se está descarriando, él estaría dispuesto a considerar el asunto.
Salmo 25:9: “Encaminará a los humildes por el juicio, y enseñará a los mansos su carrera.”

Cuando el orgullo espiritual es sanado, otras cosas serán rectificadas fácilmente.
Nuestro cuidado principal debe ser rectificar el corazón y sacar la viga del orgullo de nuestro ojo y entonces veremos con claridad.

Los que tienen más celo en la causa de Dios son los más propensos a ser acusados de estar llenos de orgullo.
Cuando cualquier persona parece, en cualquier sentido, ser extraordinariamente distinguido de los demás en su caminar cristiano, hay muchas probabilidades de que esto despertará de inmediato los celos de algunos de los que están a su alrededor.
Sospecharán (tengan o no razón) que tal persona está muy orgullosa de su bondad y que piensa que nadie es tan bueno como él, de tal manera que todo lo que dice y hace es observado con este prejuicio.
Es por ello que el cristiano con celo debe cuidar más sus actitudes para evitar ser acusado falsamente y tal vez a causa de ello, legue a caer realmente en el orgullo.

Porque el orgullo es mucho más difícil de discernir que cualquier otra corrupción debido a su misma naturaleza; es decir, cuando hay orgullo, la tiene un concepto demasiado alto de sí mismo.
No es extraño, entonces, que una persona que tiene una idea demasiado alta de sí misma no sea consciente de ello.

Él piensa que la opinión que tiene de sí mismo tiene una justa causa y por lo tanto no es demasiado alta.

Por la naturaleza del orgullo espiritual, es el más secreto de todos los pecados. Su naturaleza misma es estimular la confianza en sí mismo, y alejar cualquier sospecha de maldad respecto a sí mismo. Debido a su naturaleza secreta y sutil, no hay ningún pecado tan parecido al diablo como este, apareciendo en muchas formas que no son discernidas o sospechadas. El orgullo tiene muchos aspectos y formas, una bajo otra, y abarca el corazón como las capas de una cebolla; cuando quitas una capa, hay otra debajo. Por lo tanto, tenemos que tener la mayor vigilancia imaginable sobre nuestros corazones con respecto a este asunto y clamar con todo fervor a Dios por su ayuda. El que confía en su propio corazón es necio.

Dado que el orgullo espiritual en su propia naturaleza es secreto, no puede ser bien discernido en forma inmediata por medio de la intuición. Es más fácil identificar el orgullo por sus frutos y efectos, algunos de los cuales voy a mencionar, junto con los frutos contrarios de la humildad cristiana.

El orgullo espiritual hace que uno hable de los pecados de otros, de su enemistad contra Dios y su pueblo, o con risa y ligereza y un aire de desdén, mientras que la humildad pura y cristiana se dispone a no mencionarlos, o hablar de ellos con tristeza y compasión.

La persona espiritualmente orgullosa lo demuestra al encontrar fallas en los otros, que tienen poca gracia y que son fríos y son prontos para identificar y fijarse en sus deficiencias.
El cristiano que es humilde tiene tanto que hacer en casa y ve tanta maldad en su propio corazón que no es apto de estar muy ocupado con otros corazones. Se queja más de sí mismo y se queja de más de su propia frialdad y poca gracia.
Él es apto de estimar a otros como superiores a él mismo y fácilmente espera que la mayoría de las personas tengan más amor y gratitud a Dios que él mismo, y no puede soportar el pensamiento de que otros produzcan menos frutos para el honor de Dios que él.

La humildad cristiana pura hace que una persona se fije en todo lo que es bueno en otros, esperar lo mejor y disminuir los fracasos de los demás, aunque fija su ojo principalmente en las cosas malas de sí mismo y se enfoca mucho en todo lo que exaspera a otros.

El hábito de las personas espiritualmente orgullosas es hablar de casi todo lo que ven en otros usando lenguaje muy duro y severo. Es común en ellos decir acerca de otro, que su opinión, conducta, consejo, frialdad, silencio, cautela, gentileza, prudencia, etc. es malo. Usaran tal tipo de lenguaje frecuentemente, hablando no solo de hombres malvados, sino de los que son verdaderos hijos de Dios, y también de los ministros del Evangelio y otros que por mucho son sus superiores.

Los cristianos, no siendo más que gusanos, deben al menos tratarse el uno al otro con la humildad y dulzura con que Cristo les trata.

El orgullo espiritual a menudo dispone a las personas a actuar de una manera distinta en apariencia externa: asumen una manera diferente de hablar, hablan con palabras distintas, o usan otro tono de voz, expresiones o comportamiento.
Pero el que es un cristiano humilde, aunque será firme en su deber, sin importar cuán diferente tenga que ser, aunque todo el mundo lo abandone, no se deleita en ser diferente por ser diferente. No intenta levantarse para ser visto y observado y distinguido, deseando ser contado como mejor que los demás, despreciando su compañía o su conformidad a ellos, sino al contrario, desea hacerse todo a todos, ceder a ellos y conformarse a ellos en todo menos en el pecado.

El orgullo espiritual presta gran atención a la oposición y a las ofensas recibidas, y es propenso a hablar a menudo sobre ellas y fijarse mucho en el agravio causado por ellas, con un aire de amargura o desdén.
Por el otro lado, la humildad cristiana pura e integra causa que una persona sea más como Cristo cuando le maldijeron: callado, no abriendo su boca, sino encomendándose en silencio a Aquel que juzga con justicia. Para el cristiano humilde, cuanto más esté el mundo en su contra, más callado y tranquilo será.

Otro efecto del orgullo espiritual es el deseo la atención. Las personas tienden a actuar de una manera especial como si los demás deberían darles mucha atención y gran estima.
Es muy natural para alguien bajo la influencia del orgullo espiritual aceptar todo el respeto que se le ofrece. Si otros demuestran una disposición de someterse a él y ceder en deferencia a él, él está abierto a ello y libremente lo recibe. Se vuelve natural para él esperar tal tratamiento y notar cuando una persona no lo hace, y formar una mala opinión de aquellos que no le dan lo que siente que merece.
Uno que está bajo la influencia del orgullo espiritual es más apto para instruir a otros que cuestionarse a sí mismo, y por lo tanto naturalmente tiene el aire de control.

El cristiano humilde cree que necesita la ayuda de todos, mientras que aquel que es espiritualmente orgulloso cree que todos necesitan su ayuda.

La humildad cristiana, consciente de la miseria de otros, ruega y suplica, pero el orgulloso espiritual trata de mandar y advertir con autoridad.

Así como el orgullo espiritual hace que las personas se atribuyan demasiado a sí mismos, también ignora a los demás.

Comparte con tus amigos