La centralidad de la Escritura en el trabajo misionero de la iglesia

Texto íntegro de la conferencia

Nuestra vida espiritual tiene su origen en el evangelio. Nuestra iglesia existe por y para el evangelio de Jesucristo. Nuestra fe se enmarca en el evangelio de Dios.

Se habla del evangelio. Es el mensaje central de Jesús: «El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio» (Marcos 1:15).

Pero vemos que surgen desafíos con el gran número de referencias al evangelio en lo que escuchamos y en lo que leemos. En dos sentidos:

  • Un evangelio pequeño: es igual a nacer de nuevo.
  • Un evangelio grande: es igual a todo en la vida cristiana.

Pero…

Pablo bosqueja tres aspectos o matices del evangelio:

  • El evangelio de Jesucristo que es de primera importancia (1 Corintios 15: 1-3),
  • Es el fundamento para establecer una sana doctrina (1 Timoteo 1: 10-11),
  • Da como resultado vivir una vida digna del evangelio (Filipenses 1:27).

Es vital afirmar y descansar sobre la centralidad del evangelio de Jesucristo en la doctrina y la proclamación (la enseñanza y la predicación).

Pero también es vital vivir el evangelio en toda la vida y el ministerio. (Ministerio: nuestro trabajo en la obra de Dios, usando los dones dados por Él)

Esta es la centralidad del evangelio. Es la centralidad de la Palabra.

Por un lado, algunos afirman la centralidad doctrinal del evangelio de Jesucristo, pero nunca abordan las implicaciones. Por otro lado, otros afirman la centralidad doctrinal del evangelio de Jesucristo, pero luego enfatizan otras cosas, como si el evangelio no tuviera relación con la vida y el ministerio.

Ambas posiciones socavan y hasta a veces niegan la verdad del evangelio de Jesucristo.

Voy a ilustrar brevemente la importancia de la centralidad doctrinal por medio de una serie de círculos concéntricos.

En el centro está el evangelio de Jesucristo. Se adopta el Evangelio en su totalidad, no deja nada fuera de él. Es central y esencial para la creencia y la proclamación. Es algo hecho por Cristo. Es algo terminado. Y también es algo recibido. Esta es la centralidad doctrinal. Además, el señorío de Jesús tiene implicaciones para toda la vida, una centralidad funcional tal que el evangelio bíblico da fruto en toda la vida y el ministerio.

En el siguiente círculo concéntrico, se da por hecho evangelio de Jesucristo, y se enfoca en las implicaciones del evangelio. Esto conlleva dos consecuencias.

Primero. Afirman que el evangelio sigue siendo central, pero viven y ministran con su ministerio o algún otro interés especial en el centro. Esperan lo mismo de los demás, lo que crea muros entre las personas y los ministerios.

Segundo. El evangelio ya no es fundamental para entender la vida y los ministerios. Más bien, los ministerios o intereses especiales son la base para entender el evangelio. Esto da como resultado otra visión del evangelio, que puede convertirse en «otro evangelio».

Es fundamental para el evangelio, nuestras vidas y ministerios que, por la gracia de Dios, lo hagamos bien. Porque si no, el evangelio de Jesucristo será finalmente negado. Se pierde la conexión. La historia está llena de ejemplos.

El llamado es afirmar y reafirmar la centralidad [doctrinal y funcional] del evangelio bíblico: centralidad doctrinal en la creencia y la proclamación, y centralidad funcional en la vida y el ministerio, implicaciones del evangelio.

Pero ¿Qué es el evangelio?

La palabra “evangelio” proviene del griego “εὐαγγέλιον”, “euangelion”, que proviene de la combinación de dos términos: “eu” (“εὐ”), bueno/a; y “angelion” (“αγγέλιον”), noticia, mensaje, dando, por lo tanto, “buena noticia”.

La raíz “eu” se usa en muchas palabras en castellano. Así “eutanasia”, la buena muerte; “eufemismo”, lo que suena bien; “Eulalia”, la que habla bien; y muchas otras. En cuanto a “angelion”, es una raíz presente en otras palabras españolas como “ángel”, que significa “el portador del mensaje, el mensajero”.

De entre los evangelistas, sólo en Marcos vemos que se utiliza esa palabra tres ocasiones. En dos de ellas, su utilización tiene una clara relación con su significado original de “buena nueva”, “buena noticia”, y aparece en boca del mismo Señor Jesús:

 “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará.” (Marcos 8, 35)

“Respondió Jesús y dijo: De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna.” (Marcos 10, 29-30)

En Mateo también la vemos que se usa esa palabra, pero no en su forma griega, sino traducida como “buena nueva” y lo vemos también en Marcos y en Lucas. Juan, definitivamente, no usa esa palabra, ni en su forma griega ni en su forma traducida. Ejemplo: Lucas 2:10 (buenas nuevas de gran gozo…)

Pedro en dos ocasiones (1 Pedro 1, 12 y 4, 17), y también usa “buena nueva”, siempre en su primera carta y siempre con el significado de la buena noticia que es Jesús.

Mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada” 1 Pedro 1:25

Habla de la Escritura, la Palabra.

Marcos abre su propio evangelio de esta manera:

Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios” (Marcos 1: 1).

Sigue significando la “buena nueva” de Jesucristo, perfectamente compatible con lo que hoy entendemos por evangelio, es decir, los libros escritos por personas concretas sobre los dichos y hechos de el Señor Jesús.

Cuando los primeros cristianos escogieron el término griego “ev-angelion” ellos inmediatamente distinguieron el mensaje cristiano diferente de las otras religiones. Un “ángel” era un heraldo o mensajero que traía noticias de algún evento histórico que ya había sucedido, y que había cambiado nuestra condición. El ejemplo común en la literatura griega es los “evangeles”, que comunicaban noticias acerca de una victoria en la guerra o en la ascensión de un nuevo rey al trono. 

Vemos eso en Marcos 1:1-3

“Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Como está escrito en Isaías el profeta: He aquí yo envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti. Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor; enderezad sus sendas.”

Cuando los cristianos escogieron evangelion para expresar la esencia de su fe, ellos pasaron de largo palabras que las religiones griegas usaban, tales como “iluminación” (photismos) y “conocimiento” (gnosis) o que el Judaísmo usaba tales como “instrucción” o “enseñanza” (didache) o “sabiduría” (sophia). Por supuesto, todas esas palabras eran usadas para describir el cristianismo, pero ninguna logró la centralidad de “evangelio”.

¿Qué significa esto?

Primero, esto significa que el evangelio son noticias acerca de lo que Dios ya ha hecho por ti, en lugar de instrucciones y consejos acerca de lo que tú tienes que hacer por Dios. La preeminencia de su obra, no nuestra obra, es parte esencial de la fe. La Biblia dice que Dios es quien provee la salvación para nosotros. El evangelio trae primeramente noticias, en lugar de instrucciones.  

Segundo, esto significa que todo el evangelio es acerca de eventos históricos, y por lo tanto este tiene un carácter público. Esto identifica a la fe cristiana como noticias que tienen significado para toda la gente, para el mundo entero realmente, no sólo como entendimiento o conocimiento esotérico.

La historia que relatan Las Escrituras es esencial. Si Jesús no es levantado de los muertos, el cristianismo no “funciona”. El evangelio -la buena noticia- es que Jesús murió y resucitó por nosotros. Si los eventos históricos de su vida no sucedieron, entonces el cristianismo no “funciona”, pero las buenas noticias es que Dios ha entrado en la historia humana.  

Este aspecto público e histórico del evangelio es especialmente visto cuando se usa el término “el evangelio de Cristo” o “de Jesucristo”. Frecuentemente la palabra “evangelio” y la vida y obra de Cristo son esencialmente sinónimos.

Nuestro compromiso con la centralidad de la escritura

Nuestro ministerio, es decir, todo lo que hacemos como cristianos, ministrar a los pobres, evangelizar a los perdidos, comprometernos con la cultura para de influir en ella con valores bíblicos, orar por los enfermos, animarnos unos a otros, ejercer dones espirituales, etc.  debe tener como base y fluir de nuestra relación con Dios.

Conocer a nuestro gran Dios Trino y uno y, por lo tanto, crecer más hacia la imagen de Cristo, es la fuente de donde fluye el resto de nuestra vida y ministerio. Y el principal recurso a nuestra disposición para poder lograr este crecimiento espiritual son las Escrituras, conocidas y aplicadas a nuestros corazones por el poder del Espíritu.

Este recurso es fundamental

Romanos 10:17 dice “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios

Romanos 15: 4 “Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza.”

1 Tesalonicenses 2:13 “Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes.”

Aceptemos el objetivo de Pablo como propio: «Cristo en vosotros, la esperanza de gloria, a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre; para lo cual también trabajo, luchando según la potencia de él, la cual actúa poderosamente en mí.» (Col. 1:27-29).

Tomemos muy en serio el consejo de Pablo a Timoteo y hagámoslo nuestro:

«Esto manda y enseña. Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza. Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza. No descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio. Ocúpate en estas cosas; permanece en ellas, para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos. Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren.”. 1 Tim. 4:11-16

Notemos que vemos más claramente el amor de Dios en Cristo y crecemos en nuestro deleite en él en el contexto de la relación.

A medida que salimos a alcanzar al mundo que nos rodea con el evangelio de Cristo, descubrimos la importancia de hacerlo en comunidad y con el propósito de llevar a otros a la experiencia de conocer y adorar a Dios.

Todo esto tiene que ver con Jesús                                     

A través de la historia que leemos en Las Escrituras, Dios hace recordar constantemente a su pueblo quién es Él y qué ha hecho. Vemos que muchas veces Dios salvó al pueblo de Israel de diversas situaciones desesperanzadoras, pero siempre va a su pueblo y le dice: “¡Recuerden!”, “Construyan altares, tráiganme ofrendas y sacrificios, levanten piedras y cuéntenles a sus hijos las historias de cómo Dios los salvó de su sufrimiento”. Sin embargo, dentro de todo esto, Israel falla y se olvida de Dios, y de sus promesas, y también olvida que Él es fiel. Al olvidarse de Dios y sus obras, las vidas, las comunidades y la fe de los israelitas terminan en un desastre de caos y pecado. Esto lo vemos continuamente en el Antiguo Testamento.

En el Nuevo Testamento, Cristo llega a la escena de manera sobrenatural. Todas las promesas de Dios se cumplen y se hacen realidad en Él. Con su vida, muerte y resurrección, Él lleva a cabo la redención y restauración de todos aquellos que creen y de toda la creación.

Durante su ministerio terrenal, explicaba a sus discípulos todas las cosas acerca de Él que se encuentran en las Escrituras, y al escuchar el misterio de la Biblia que se revelaba ante ellos, leemos que sus corazones ardían (Lucas 24:13-35). Los caminantes de Emaús decían:

Lucas 24:32 “Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?”

Cristo los comisionó y facultó para llevar la verdad a todas las naciones: que Dios salva al pecador. La obra está concluida en Cristo. Arrepiéntanse y confíen en Él.

La iglesia nació por el evangelio, pero el evangelio también es lo que hace crecer a la iglesia. Es interesante ver que todo el Nuevo Testamento está dirigido a los creyentes, pero los apóstoles repetidamente prescriben un mensaje para tratar con su condición de pecadores y un mensaje para facultarlos hacia la santidad: el evangelio.

El evangelio no es simplemente un mensaje introductorio para los cristianos: es el mensaje universal tanto para los creyentes como los no creyentes. Nuestra enseñanza siempre debe dirigirse al evangelio, porque necesitamos el poder salvador de Cristo diariamente.

Nosotros, al igual que los israelitas, sufrimos de amnesia. Olvidamos procurar que lo que es fundamental siga siendo fundamental. Rápidamente olvidamos qué es lo que realmente yace en el centro de nuestra identidad, nuestra fe, nuestras comunidades, nuestra teología, nuestras relaciones y nuestras vidas. Pablo confronta a la iglesia en Galacia:

Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente” (Gálatas 1:6).

Les pregunta: “mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar?” (Gálatas 4:9).

Jesús los ha libertado; ¿por qué quieren volver a esclavizarse por las cosas que no los pueden salvar? Los Gálatas estaban sufriendo las consecuencias de no mantener el evangelio en el centro.

¿Qué pasa en la actualidad?

Muchos se sientan a esperar una “revelación” de Dios, en vez de tomarse el tiempo para conocer lo que Él ya nos ha revelado. La iglesia hoy sufre amnesia del evangelio. Fallamos en recordar lo que Dios ha dicho y prometido. En su lugar, regresamos a unos principios elementales débiles y sin valor, creados por el hombre y no por Dios. En vez de enfocarnos en el evangelio:

Buscamos formas pragmáticas de hacer crecer nuestras iglesias.

Andamos detrás de nuevas técnicas evangelísticas y de adoración y nuevas “revelaciones”.

Predicamos más de nuestras experiencias personales que de las Escrituras.

Enseñamos moralismo, humanismo, superación personal y otras cosas para mejorar nuestro ser y encontrar sanidad interior.

Establecemos reglas y leyes que Dios nunca ha ordenado.

En vez de escuchar mensajes que nos lleven al arrepentimiento de nuestros pecados y creer en Jesucristo, queremos oír sermones y grandes conferencias “bonitas” que nos hagan sentir bien. O en vez de presentar lo que Jesús ya ha hecho y nos ha capacitado para hacer, buscamos una regla o vestimenta que sea lo que realmente nos marque como cristianos. Y luego nos preguntamos por qué las familias están rotas y por qué nos sentimos alejados de Dios.  Y es que todo acerca de uno mismo encuentra su propósito en la vida, muerte y resurrección de Jesucristo.

¿Qué significa estar centrados en el evangelio?

La centralidad en el evangelio significa que en el centro de la revelación de Dios yace el evangelio. Es lo más importante en nuestra fe, en nuestras vidas y en nuestras comunidades (1 Corintios 15:3). Significa seguir una vida donde el cristiano experimenta una dependencia continua en el evangelio, que lo protege de depender de su propio desenvolvimiento religioso y de ser seducido y abrumado por ídolos.

El evangelio es cristal o la lente a través de la cual se observa todo lo demás. Como el apóstol Pablo en 1 Corintios 2:2, debemos profesar que no hay nada más importante en la vida que conocer a “Cristo y a este crucificado”. Con la ayuda del Espíritu de Dios, procuremos ver todas las cosas a través de los lentes de Cristo, busquemos someter todas nuestras decisiones y ministerios a Jesús, y entonces demos toda la gloria a Dios con nuestra manera de vivir.

El estar centrados en el evangelio es una manera más explícita de comunicar que estamos centrados en Cristo. Porque el evangelio tiene en el centro a la persona de Jesús. Significa profundizar en la persona y obra de Cristo, al proclamar sus palabras y las cosas que hizo por el bien de su misión. Significa que las buenas nuevas de la cruz son nuestra principal ambición y nuestra mayor motivación. Significa que Jesús es nuestra mayor esperanza y gloria, nuestro mayor anhelo y gozo, y nuestra canción más apasionada. El evangelio es lo que nos define como cristianos, nos une como hermanos, nos cambia de pecadores a santos, y nos envía como pueblo de Dios en una misión.

¿Hace falta que diga cuál es esta misión?

Saulo Murguia – Jornada Misionera 2019 – noviembre 22, 2019

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