Victoria sobre el pecado

Audio del sermón
Victoria sobre el pecado – 1 Juan 3:1-9 (4-9)

Texto: 1 Juan 3:1-9 (4-9)

Introducción

Seguimos estudiando la primera carta de Juan,  el domingo 22 estuvimos meditando 1 Juan 3:1-3.

Es maravilloso como inicia este versículo 1 del capítulo de 3, Juan comienza esta oración con una orden: “Mirad”. Él quiere que sus oyentes observen las manifestaciones del amor del Padre. Juan  ya habia hablado del tema del amor de Dios en el capítulo anterior (1 Juan 2:5,15). Los oyentes del aquél tiempo, en el tiempo en que fue escrito esta carta, y ellos deberían percibir el tipo de amor que el Padre da a sus hijos. Ese amor es muy grande. En el griego se traduce “cuán grande” o “qué clase de” aparece solamente seis veces en el N.T.

Somos hijos de Dios” ¡Qué gran honor! ¡Qué gran bendición! Dios nos llama hijos suyos Juan 1:12 “Mas a todos los que recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” y nos da la convicción de que por ser hijos, somos herederos y coherederos con Cristo. Rom. 8:17 “Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados”.  

A través de la revelación especial nos debe quedar muy claro es que somos hijos de Dios ya ¡y lo somos! en otras palabras podemos decir, Dios no nos hace una promesa que cumplirá más adelante, o en el futuro. En realidad ya somos hijos de Dios. Sin embargo el mundo hostil e incrédulo no reconoce a los hijos de Dios. Los incrédulos no pueden entendernos, dice Juan, porque no conocen a Dios.

Aunque no seamos reconocidos como tales por el mundo, sabemos que cuando Cristo regrese, nosotros como hijos de Dios, seremos totalmente revelados en gloria. Seremos similares a Jesucristo y le veremos. La persona que pertenece a Cristo debe limpiarse a sí misma de pecado. Juan señala a Cristo, el cual, aunque era libre de pecado, vino a quitar el pecado.

Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley. Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él.1 Juan 3:4-5

Esta epístola de Juan podemos distinguir por sus contrastes. Juan primeramente explica al hijo de Dios que se purifica a si mismo (3:3) y luego pasa a explicar a la persona que continúa viviendo en pecado y practica el pecado.

¿Qué es el pecado? El pecado es el quebrantamiento de la norma, es decir, de la ley de Dios que nos ha dado.

Nosotros no podemos quitar el poder del pecado en nuestras vidas. Esto es obra de Cristo en nosotros, y nosotros respondemos a esa obra.

Juan explica qué significa el pecado. Dice que cometer pecado es lo mismo que descuidar completamente la ley de Dios. El pecado es un rechazo premeditado de las normas de Dios y el Dios y recurrir a nuestros propios deseos.

En el versículo 5 Juan definió la misión de nuestro Señor Jesucristo desde el principio “Sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados”: El ángel Gabriel prometió a José con relación al ministerio de Jesús y llamarás su nombre JESUS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. (Lucas 1:21). Entonces podemos observar en este texto el propósito de la venida de nuestro Señor Jesús, que viene a redimir al ser humano.

Nosotros no podemos quitar el poder del pecado en nuestras vidas. Esto es obra de Cristo en nosotros, y nosotros respondemos a esa obra. Alguien que quiera acercarse a Jesús no necesita limpiarse primero, pero debe de estar dispuesto a permitir que Él o sea Jesús quite sus pecados.

Nosotros no podemos quitar la presencia del pecado en nuestras vidas. Esta es obra de Dios en nosotros, finalmente se lograra cuando seamos glorificados con Él.

1 Juan 3:6. Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido.

Una vez más Juan presenta un contraste. El coloca al creyente, que ha dejado una vida de pecado porque vive en Cristo, frente al incrédulo que, por vivir en pecado, no ha visto ni conocido a Cristo.

Juan comienza con una descripción del creyente. A lo largo de toda su epístola, Juan repite esta misma verdad, a saber, que la persona que vive en Cristo y tiene una comunión continua con él obedece la Palabra de Dios. Juan tiene plena conciencia de que el creyente ocasionalmente cae en pecado, y que si confiesa su pecado, Cristo le perdona y le limpia de toda injusticia (1:9). Juan también sabe que el creyente ya no está más en las garras del pecado, puesto que su vida es controlada por Cristo. Juan dice “Todo aquel es nacido de Dios, no práctica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios” (3:9). 

¡Qué gran diferencia notamos cuando comparamos la vida del creyente con la del incrédulo! El incrédulo continúa pecando y demuestra que no tiene comunión con Cristo. 

Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo.1 Juan 3:7

Nadie os engañe: Esto nos dice que Juan escribió contra el engaño que amenaza a los cristianos de este tiempo.

Juan habla tiernamente a los miembros de la iglesia: “hijitos” el desea que ellos conozcan la diferencia entre la verdad y la mentira, es decir, entre las enseñanzas de Jesús y las enseñanzas del diablo. Se da cuenta de la perniciosa influencia de aquellos maestros que tratan de extraviar a los hijos de Dios, y juan trata de alentar a los miembros de la iglesia en contra de esa mentira que afirma que la creencia en Dios y la vida pecaminosa son compatibles. Juan expone esta mentira y advierte a sus oyentes que deben estar alertas en contra de los falsos maestros.

“Nadie os engañe” podemos comparar este versículo con el 2:26, Juan le pide a su gente que aplique la norma de la verdad por medio de la cual ellos pueden detectar el engaño. Y el criterio es éste: “El que obra la justicia es justo, como él es justo”. La persona que es nacida de Dios refleja su origen espiritual-tal como el Padre, así también el hijo. En razón de su renacimiento espiritual, el creyente desea expresar su gratitud a Dios y hacer lo que es justo (2:29). Además, visto que la vida recta se origina en un corazón justo, el creyente muestra con su conducta que es uno de los hijos de Dios (3:10). Él es justo así como Cristo es justo.  

La persona que es nacida de Dios refleja su origen espiritual-tal como el Padre, así también el hijo. En razón de su renacimiento espiritual, el creyente desea expresar su gratitud a Dios y hacer lo que es justo

Juan no está diciendo que somos hechos justos delante de Dios por nuestros propios actos de justicia – La Biblia claramente enseña que somos hechos justos por la fe en Jesucristo. Esa justicia en Jesús será evidente en nuestras vidas.

Como él es justo: Podemos vivir vidas que se caracterizan por justicia y no por el pecado porque nos ha sido dada la justicia de Jesús y él es justo. Tenemos el recurso que necesitamos para vivir justamente!

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El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios1 Juan 3:8-9

Nuevamente encontramos el contraste en estos versículos dice que El que practica el pecado es del diablo: La gente que continúa en pecado no es hija de Dios – es del diablo, y Jesús vino a destruir las obras del diablo y librarnos de la esclavitud del diablo.

El propósito de Jesús: para deshacer las obras del diablo. No neutralizarlas, no mitigarlas, tampoco limitarlas. Jesús quiere deshacer las obras del diablo.

Porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios: El cambio de ser del diablo a ser hijos de Dios viene cuando somos nacidos de Dios; cuando esto sucede, nuestra vieja naturaleza modelada con la rebelión de Adán, muere – nos es dada una nueva naturaleza, modelada con la obediencia de Jesucristo.

Juan aquí simplemente está enfatizando lo que significa nacer de nuevo. Significa que viene un cambio a nuestras vidas – es un cambio que será desarrollado en cada una de las áreas de nuestras vidas conforme crecemos en Cristo, pero es un cambio real que se nota.

Es el mismo mensaje que predicó Pablo, diciendo que como creyentes debemos despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. Ef. 4:22,24.

Pbro. Pedro Arcos Sánchez. 29 de marzo de 2020

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