Sociedad Femenil Lidia – 29 abril, 2020

Hermanas, esta es la lección que corresponde al día de hoy 29 abril de 2020, en la Soc. Femenil Lidia: este mes nuestra expositora es la hermana Margarita Angulo, así que incluimos una pequeña reflexión en audio acerca del texto de la lección de hoy y que ella estudió y comparte con nosotros. Les invitamos a escucharla.

Hoy, ademas tenemos la participación de la hermana Rosario Almanza. Para la gloria de Dios.

Rosario y Miguel Ángel Almanza - Himno #392 ¿Cómo podré estar triste?

Texto para memorizar: Filipenses 2:1,2

Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia,

completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa.


Reflexión - Margarita Angulo

La cruz es necesaria para nuestra salvación

1. Ahora que hemos puntualizado que la principal consideración para llevar la cruz es la voluntad divina, debemos finalmente señalar, en forma breve, la diferencia entre la paciencia filosófica y la cristiana. Muy pocos filósofos han alcanzado un entendimiento lo suficiente elevado que les permita comprender que estamos sujetos a las aflicciones por la voluntad divina, o que es nuestro deber someternos a ella. Aun aquellos que han llegado más lejos, no sacan otra conclusión que ésta: la resignación es un mal necesario. ¿Qué significa esto, sino que debemos someternos a Dios, porque cualquier esfuerzo para resistirle es en vano? Si obedecemos a Dios, solamente por necesidad, dejaremos de hacer tan pronto como podamos escapar de Él.

2. La Escritura nos ordena considerar la divina voluntad a la luz de un concepto diferente; primeramente, consistente con la justicia y equidad; y, luego, destinada al perfeccionamiento de nuestra salvación. Las exhortaciones cristianas a la paciencia son, entonces, las siguientes: ya sea que seamos afligido con pobreza, exilio, prisión, reproches, enfermedades, perdida de los seres queridos, o calamidades similares, debemos recordar que ninguna de estas cosas sucede sin la voluntad soberana y providencial de Dios. Y Más aún, que Él no hace nada que no sea absolutamente justo. ¿No merecen los innumerables pecados que cometemos cada día una disciplina mucho más severa que la que nuestro Dios nos aflige en su misericordia? ¿No es razonable el pensamiento de que nuestra carne tenga que estar sometida, y que tengamos que acostumbrarnos al yugo, de manera que nuestros impulsos carnales no nos dominen y nos lleven a un carácter intemperante? ¿No son dignas de soportar la justicia y la verdad de Dios, a causa de nuestros pecados? No podemos murmurar o rebelarnos sin caer en la iniquidad. No escuchemos más al frio refrán de los filósofos diciéndonos que tenemos que someternos por necesidad, sino prestemos atención a este llamado eficiente y vivo; Hemos de obedecer porque es incorrecto resistir. Aprendamos a sufrir pacientemente, porque la impaciencia es una rebelión contra la justicia de Dios.

3. Puesto que solo nos gusta aquello que imaginamos provechoso y próspero para nosotros, nuestro Padre misericordioso nos conforta enseñándonos que es necesario hacernos llevar la cruz, para promover nuestra salvación. Si vemos claramente que las adversidades son buenas para nosotros, ¿Por qué, entonces, no sobrellevarlas con corazones tranquilos y agradecidos? Si llevamos nuestras penalidades pacientemente, no nos rendiremos ante ellas por necesidad, sino que nos someteremos sabiendo que resultan para nuestro beneficio. La conclusión de estas consideraciones es que cuanto seamos oprimidos por la cruz, más grande será nuestro gozo espiritual, e inevitablemente a este gozo se añade la gratitud. Si la alabanza y la acción de gracias al Señor deben surgir de un corazón alegre y gozoso y no hay nada que deba reprimir tales emociones, entonces es evidente que Dios neutralizará la amargura de la cruz por medio del gozo del Espíritu.


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