Sociedad Femenil Lidia – 13 mayo, 2020

Hermanas, esta es la lección que corresponde al día de hoy 13 de mayo de 2020, en la Soc. Femenil Lidia: el expositor es el A.I. Héctor González, así que incluimos su comentario en texto acerca de la lección de hoy. Les animamos a leerlo.

Tema general del mes: La desesperanza en el mundo venidero
Los subtemas:
– No hay corona sin cruz
– Nos inclinamos a sobre-estimar la vida presente

Versículos para memorizar: Filipenses 2: 5 y 6
5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, 6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,Filipenses 2:5,6
Fija tus ojos en Cristo
Comentario del Dr. Héctor González sobre la lección de hoy

CALVINO CAPITULO 4-1

Continuando con el estudio del “libro de oro de la verdadera vida cristiana de Juan Calvino”, en el capítulo 4 subtema 3,  el reformador escribe que:

**NO DEBERIAMOS DESDEÑAR LAS BENDICIONES DE ESTA VIDA PRESENTE**

Las líneas del Calvino son para animarnos a disminuir la estima del mundo presente, de tal forma que no debemos odiar la vida o ser desagradecidos con Dios. La vida misma debemos considerarla y apreciarla como una bendición divina, y en ella debemos descubrir la bondad de Dios.
Para los creyentes esta vida debe ser un testimonio de la bondad de Dios puesto que todo en ella está destinado para nuestra salvación.  

Dios antes de revelarnos la bendición de la gloria eterna, nos muestra su bondad en asuntos cotidianos derramando en nosotros ricas bendiciones día con día. Por eso Calvino hace la pregunta: ¿nos atreveríamos a despreciar la vida, pensando que no hay bien en ella?
Por lo que recomienda que aprendamos a apreciar las bondades cotidianas del amor de Dios.

Las evidencias de la Escritura son claras y numerosas, aun nuestra naturaleza nos impulsa a dar gracias a Dios por habernos dado la luz de la vida con todo lo que de ella se desprende.
El curso de la vida nos ayudará a prepararnos para la gloria del reino celestial lo cual debe ser un gran motivo de agradecimiento a Dios, quien ha dispuesto que los que han de ser coronados en los cielos deban primero pelear la buena batalla de la fe aquí en la tierra.

Otra razón de gratitud es que en este mundo Dios se ha manifestado de muchas maneras mostrando su bondad divina, por lo que  debemos ansiar conocer su voluntad.
Calvino llega a la conclusión de que nuestra vida terrenal es un don de la misericordia de Dios, que debemos recordar con gratitud.

REFLEXION: los siguientes textos nos ayudaran a reforzar la enseñanza de Calvino.

El Salmo 118:24 nos anima a vivir cada día recordando las bendiciones de Dios, diciendo….
“Éste es el día que hizo Jehová; Nos gozaremos y alegraremos en Él”.

Pablo animaba a los filipenses  a vivir gozosos y agradecidos con Dios cada día: en Filipenses 4:4  les escribió: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: Regocijaos”

Y en Hechos 2:28 Pedro exclamaba de manera convincente: “Señor, me hiciste conocer los caminos de la vida; Me llenarás de gozo con tu presencia”.

Los textos anteriores nos hacen reflexionar en que debemos gozarnos en la vida presente, la cual es un don de Dios, y en el gozo debemos encontrar también que cada día el Señor nos prepara para el encuentro con Él, así que debemos capacitarnos en su conocimiento y ser obedientes a sus mandatos, esforzarnos por conocer y  hacer su voluntad.
Para que cuando el Señor nos llame a su presencia podamos exclamar como el apóstol Pablo

“He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día, y no solo a mí, sino a todos los que aman su venida”. (2ª. Timoteo 4:7-8).

** QUE ES LA TIERRA SI LA COMPARAMOS CON EL CIELO**

Debemos sustraer el pecaminoso amor a la vida para poder desear un mundo mejor, la gente pagana sin el menor conocimiento de Dios y de la verdadera religión ven solo en la vida infelicidad y miseria. Los escitas (pueblos de Asia central) lloraban cuando nacían sus familiares y hacían solemnes celebraciones cuando estos morían, costumbres que de nada les aprovechaba pues carecían del conocimiento de la verdadera fe en Cristo, y no entendían el verdadero sentido de la vida.

Al comparar el cielo y la tierra Calvino hace la siguiente observación: Que las bendiciones del cielo  son para poder gozar de la presencia de Dios, esto significa la cumbre de la felicidad, y que no es nada comparable con la vida en la tierra, la cual es un lugar de exilio en el cual encontraremos miseria y dolor.

Se aconseja que la vida presente no debe odiarse, pero habrá que desdeñar y desechar el pecado, y estar preparados para para ser agradables al Señor hasta que Él nos llame a su presencia.
Pablo lamentaba estar en la prisión de un cuerpo de carne, su deseo era ser liberado del mismo. Al mismo tiempo el apóstol descansaba en la voluntad de Dios. En un pasaje bíblico declaró estar preparado para vivir o para morir. Pablo reconoció que su deber era glorificar el nombre de Dios, ya sea en la vida o en la muerte, pero que toca al Señor determinar qué es lo mejor para su gloria.

Filipenses 1:21-23 Pablo mencionó:     Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.
Más si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger. Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor.

Continúa Calvino escribiendo: que la Escritura dice: que si vivimos, para el Señor vivimos, y si morimos para el Señor morimos, que dejemos a Dios la decisión de los límites de nuestra vida.
Al mismo tiempo que meditemos en la muerte, mientras despreciamos las vanidades de la vida presente, y que pensemos que nuestra esclavitud al pecado nos permita desear el abandono de esta vida de la forma que a Dios le plazca.

Pablo escribió en 2ª. a los Corintios 5:6; Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor.

Romanos 7:24; ¿Miserable de mí, quien me librará de este cuerpo de muerte?

Romanos 14:7-8; Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. Pues si vivimos para el Señor vivimos; y si morimos para el Señor morimos. Así pues sea que vivamos o que muramos del Señor somos.

La próxima semana continuaremos con el favor de Dios estudiando el capítulo 4:
LA DESESPERANZA EN EL MUNDO VENIDERO.

El Señor les siga bendiciendo.

Texto del Libro: “Libro de oro de la verdadera vida cristiana de Juan Calvino”

NO DEBIERAMOS DESDEÑAR LAS BENDICIONES DE ESTA VIDA PRESENTE.

1.  Sin embargo constantes esfuerzos para disminuir la estima por este mundo presente no deben llevarnos a odiar la vida o a ser desagradecidos con Dios. Si bien esta vida está llena de incontables miserias, merece contarse entre aquellas bendiciones divinas que no deben ser despreciadas. De manera que, si no podemos descubrir nada de la bondad de Dios en ella, estaremos siendo ingratos con nuestro Padre celestial. Especialmente para los creyentes, esta vida debe ser un testimonio de la bondad de de Dios, pues todo en ella está destinado a prosperar su salvación.

2. Antes de revelarnos de forma total la herencia de la gloria eterna, el Señor nos muestra su paternidad en asuntos de menor importancia, derramando sobre sus escogidos un gran número de bendiciones cada día. Puesto que esta vida sirve para enseñarnos la bondad y misericordia divina. ¿Nos atreveríamos a menospreciarla como si no hubiera en ella ninguna partícula de bien? Por lo tanto, tengamos un sentido de apreciación suficiente como para clasificarla entre las gratificaciones y recompensas del amor divino que no debemos desdeñar.

3. Además de las evidencias de la Escritura, que son claras y numerosas, aun la misma naturaleza nos impulsa a dar gracias a Dios por habernos dado luz de la vida con todo lo que ella se desprende, y los medios necesarios para preservarla. Más aún, si consideramos que esta vida nos ayuda a prepararnos para la gloria del reino celestial, tendremos muchas más razones para ser agradecidos. El Señor ha dispuesto que aquellos que han de ser coronados en los cielos, deben primero pelear la buena batalla de la fe aquí en la tierra, para que no celebren su triunfo sin realmente vencido las dificultades de la guerra y ganado la victoria. Otra razón para nuestra gratitud es que aquí en este mudo tenemos una muestra de la bondad divina, de manera que deseemos fervientemente conocer la revelación completa de la misma.

¿QUE ES LA TIERRA SI LA COMPARAMOS CON EL CIELO?

1. Toda la gloria que debiéramos extraer del pecaminoso amor a la vida pasajera, la podemos añadir al deseo para una vida mejor en el reino venidero. Ciertamente para los paganos la bendición más grande no es nacer, sino lo que le sigue, es decir, morir inmediatamente. Sin el conocimiento de Dios y la verdadera religión. ¿Qué más podrían ver en la vida sino infelicidad y miseria? Tampoco hay nada insensato en el comportamiento en los escitas, que murmuran y lloran cuando morían sus familiares y hacían solemnes celebraciones en sus funerales. Sin embargo, sus costumbres no les aprovechan para nada, pues sin el conocimiento de la verdadera fe en Cristo no entendían como algo que en sí mismo no es apetecible ni deseable, puede llegar a ser un medio para el beneficio de los de los creyentes nacidos de nuevo. Llegamos pues a la deducción de que el fin de los paganos es acabar en la desesperación.

2. Al hacer una estimación de esta vida mortal, los creyentes deberíamos llegar a la conclusión de que no es nada sino pura miseria. Únicamente al comparar el cielo y la tierra podemos no solo olvidar todo lo relacionado con la vida presente, sino en verdad desdeñarla y menospreciarla. Puesto que el cielo es nuestra madre patria, ¿Qué es la tierra sino un lugar de exilio, y esta vida un viaje a través de un lugar extraño? Si dejar este mundo significa tener abierta la entrada a la vida real. ¿Qué es este mundo sino una tumba? Si la liberación del cuerpo significa una completa libertad. ¿Qué es este cuerpo sino una prisión? Si disfrutar la presencia de Dios es la cumbre de la felicidad, ¿no es una desdicha tener que prescindir de ella? Hasta que salgamos de este mundo “estamos ausentes del Señor”. Por lo tanto, si la vida terrenal tiene que compararse con la celestial, sin duda hemos de menospreciarla y considerarla un fracaso si está separada de Cristo.

3. Pero la vida presente no debe odiarse, a excepción de todo lo que en ella nos sujeta al pecado, si bien ese odio no debe aplicarse a la vida misma. Por un lado, debemos tener una actitud de desdén hacia ella, deseando su fin, si bien al mismo tiempo hemos de estar preparados para permanecer en ella el tiempo que al Señor le plazca. En otras palabras, ese abatimiento debería impedir que seamos presa del temor y la impaciencia. La versión en francés contiene; “Pasar de lado ligeramente”; el original en latín dice; “descuidar”. La versión en latín tiene lo primero; en francés encontramos a la segunda cláusula principal. Por eso la vida es un puesto en el cual el Señor nos ha colocado, y allí debemos estar hasta que el Señor nos llame a su presencia. Ciertamente Pablo lamentaba estar en la prisión de un cuerpo de carne por más tiempo de lo que él quería, y su deseo ardiente era ser liberado del mismo. Al mismo tiempo, el Apóstol descansaba en la voluntad de Dios, y en un pasaje de la escritura declara que está preparado tanto para quedar en la tierra como para partir. Pablo reconoce que su deber es glorificar el nombre de Cristo, ya sea por la vida o por la muerte, pero que le toca al Señor determinar, qué es lo mejor para su gloria.

4. Por lo tanto, como dice la Escritura: “Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos”. Dejemos, entonces, los límites de nuestra vida y nuestra muerte a su decisión y voluntad. Al mismo tiempo meditemos ardiente y continuamente sobre la muerte, mientras despreciamos las “vanidades de este mudo” que seducen nuestras vidas presentes, y comparemos con la futura inmortalidad. Finalmente, consintamos que nuestra percepción de la esclavitud al pecado nos permita desear el abandono de esta vida, de la forma que al Señor le plazca. Ver. (2ª Cor. 5: 6; Rom. 7: 24, 14: 7-8; Fil. 1: 20)


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