Sociedad Femenil Lidia – 20 mayo, 2020

Hermanas, esta es la lección que corresponde al día de hoy 20 de mayo de 2020, en la Soc. Femenil Lidia: el expositor es el A.I. Héctor González, así que incluimos su comentario en texto acerca de la lección de hoy. Les animamos a leerlo.

Subtema: ¿Qué es la vida, si la comparamos con el cielo?

Los versículos para memorizar: Filipenses 2:7 y 8

7) sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; 8) y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.Filipenses 2:7,8
«Hazme un instrumento de tu paz» canta: Azucena Prado

Comentario del Dr. Héctor González sobre la lección de hoy

CALVINO CAPITULO 4

Continuando con el estudio del “Libro de Oro de la Verdadera Vida Cristiana de Juan Calvino”, en el capítulo 4,  el reformador desarrolla el subtema 5 que lleva por título:

NO DEBERÍAMOS TEMER A LA MUERTE, SINO LEVANTAR NUESTRAS CABEZAS.

1. Es terrible ver como a muchos cristianos les atemoriza la muerte, aun la sola mención de ella les asusta, como si esta fuera la mayor calamidad que pudiera caer sobre ellos. Calvino considera que no hay suficiente luz y devoción en el corazón de esos cristianos, porque  no hay un entendimiento suficiente para suprimir ese temor a la muerte.
Debemos considerar que nuestro cuerpo es inestable, corruptible y frágil, que a la muerte será entregado como desecho, para que luego pueda ser restaurado y transformado en uno perfecto, eterno e incorruptible y lleno de la gloria celestial.

Pregunta Calvino ¿podría nuestra fe ayudarnos a no temer a la muerte? y nos hace recordar que por medio de la muerte somos llamados a nuestro verdadero hogar, lo cual llenara nuestro corazón de consolación.

2. Tendremos que reflexionar que no existe nada en este mundo que sea permanente, por esa razón debemos anhelar la inmortalidad futura donde podremos obtener una estabilidad de vida, la cual no encontraremos en la tierra. 
Pablo enseño a los creyentes a que anhelaran las nuevas vestiduras de la inmortalidad, pues el hombre es el único en la creación a quien Dios doto de razón y con la luz superior del Espíritu Santo, además de una conciencia de nuestra futura existencia.

3. Calvino no considero necesario discutir contra la ridiculez del temor a la muerte, y si consideró analizar de manera positiva este tema y aconsejar que los creyentes esperen gozosamente el día de su muerte y de la resurrección final.

4. La Palabra de Dios nos dice en Lucas 21:28; “Erguíos y levantad vuestra cabeza porque vuestra redención está cerca”, estas palabras en la Escritura deben ser un gran motivo para que sintamos gozo y felicidad.

Plantea el autor la siguiente pregunta… ¿Se podría esperar que en las cosas que Dios planeo para nuestra felicidad, puedan ser en nosotros motivo de pena y consternación?

Recomienda que volvamos a un sano juicio y soportemos la oposición, porque no puede ser que sigamos viviendo en los deseos de nuestra carne. Calvino recomienda que no dudemos en anhelar ardientemente la segunda venida del Señor como el acontecimiento más deseable e inspirador de todos.
El Señor vendrá otra vez como un salvador para librarnos de un sin fin de maldades y miserias, y nos guiará a la herencia bendita de su vida y gloria.

Reflexión

Pensar en la muerte ya sea la propia o de algún familiar o amigo, para muchos para muchos es motivo de tristeza y desesperanza, los que confiamos en Cristo y en su Palabra sabemos que “Estimada es a los ojos de Jehová la muerte de sus santos” (Salmos 116:15), nuestra confianza es que las almas de los creyentes son hechas después de la muerte, perfectas en santidad, y pasan inmediatamente a la gloria, puesto que sus pecados han sido perdonados y el Señor Jesús les ha dado eterna redención.

La seguridad que tenemos se funda en la enseñanza de la Palabra de Dios que es firme e infalible:

En Juan 6:47; Jesús enseñando dijo; De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.

Juan 5:24 nos enseña que: El que cree en Cristo no vendrá condenación:  Jesús enseñó; De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.

Nuestra seguridad es que cuando nuestros ojos sean cerrados  en este mundo, iremos a vivir eternamente con el Señor: Juan 14:1-3 nos refiere las palabras del Señor Jesús: No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.

Los cristianos debemos recordar que para nosotros “el vivir es Cristo y el morir es ganancia, porque ambas cosas están siempre en estrecho, y desearemos estar con Cristo lo cual es mucho mejor”.

El Señor les bendiga……………hasta la próxima.

Texto del Libro: “Libro de oro de la verdadera vida cristiana de Juan Calvino”

NO DEBIÉRAMOS TEMER A LA MUERTE, SINO LEVANTAR NUESTRAS CABEZAS.

1. Es terrible ver que muchos, que se jactan de ser cristianos, en lugar de anhelar la muerte, están llenos de temor, que tiemblan aun a su sola mención como si fuera la mayor calamidad que pudiese caer sobre ellos. No debiéramos de sorprendernos si nuestros sentimientos naturales se pusieran en actitud de alarma al oír hablar de nuestra separación de esta vida temporal. Sin embargo, es intolerable que no haya suficiente luz y devoción que lo sobrepase por amplio margen. Si consideramos que este cuerpo inestable, depravado, corruptible, desdeñable, frágil y corrupto será desecho, para que pueda ser restaurado y transformado en uno perfecto, eterno, incorruptible y lleno de gloria celestial. ¿No debería, entonces nuestra fe inducirnos a desear ardientemente aquello que nuestra mente natural tanto teme? Si recordamos que por medio de la muerte somos llamados de vuelta del exilio terrenal, a nuestro verdadero hogar, ¿No se llenara nuestro corazón de consolación?

2. Pero, como se ha dicho, no hay nada en este mundo que no se quiera ser permanente. Por esta razón, hemos de mirar adelante hacia la inmortalidad futura, donde podremos obtener una estabilidad de vida tal como no es posible encontrar en esta tierra. Pablo enseña claramente a los creyentes a tener un santo anhelo con respeto a la muerte, no para ser despojados de este cuerpo, sino para ser revestidos, con las nuevas vestiduras de la inmortalidad. ¿Es posible que los animales y el resto de la creación, apercibidos de su vanidad presente, estén guardando la resurrección de aquel día para ser librados de la vanidad junto con los hijos de Dios, y nosotros, dotados de la razón y con la luz superior del Espíritu Santo y conscientes de nuestra existencia futura, no seamos capaces de elevar nuestras mentes por encima de la corrupción de este mundo?

3. Sin embargo, no creo necesario o aconsejable para mí propósito presente discutir contra una ridiculez tan extrema como el miedo a la muerte. En el principio ya he declarado que no entraría en una discusión complicada sobre los tópicos vulgares. Yo persuadiría a esos corazones temerosos a que leyeran el tratado de Cipriano sobre la inmortalidad, a menos que merezcan hablar con los filósofos, para que se sonrojen cuando descubran cómo los paganos desprecian a la muerte. Declaramos, pues, positivamente, que nadie ha hecho ningún progreso en la escuela de Cristo, a menos que espere gozosamente el día de su muerte y de la resurrección final.

4. Pablo pone esta señal en todos los creyentes, y cuando la Escritura desea darnos un motivo para que seamos un auténtico gozo, nos llama a menudo la atención hacia ella. “Erguidos y levantad vuestra cabeza”, nos dice el Señor, “Porque vuestra redención está cerca”. ¿Es razonable esperar que las cosas que el Señor planeó para que nos den felicidad y nos eleven aun éxtasis espiritual sean motivo de pena y consternación? Si este es nuestro caso. ¿Volvamos, pues, aun sano juicio, soportando la oposición de los ciegos y necios deseos de nuestra carne? No dudemos en anhelar ardientemente su segunda venida, como el acontecimiento más deseable e inspirador de todos. No solamente hemos de desear la venida de nuestro Señor, sino gemir y esperar “El día del juicio final”. El vendrá otra vez como un salvador, para librarnos de este torbellino sin fin de maldades y miserias, y nos guiará a la herencia bendita de su vida y gloria. Ver. (2ª Cor. 5: 4; Tít. 2. 13: Luc. 21: 28)


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