Sociedad Femenil Lidia – 08 julio, 2020

Hermanas, esta es la lección que corresponde al día de hoy 8 de julio de 2020, en la Soc. Femenil Lidia: la expositora es la Hna Maggy Angulo, así que incluimos su comentario en audio acerca de la lección de hoy.

Tema: «Orar es derramar Es derramar de modo sincero y consciente el corazón o alma»

También se incluye el texto del libro correspondiente a esta lección


Himno 'Yo quiero lo que quieras tu de mi'
El versículo para memorizar: Salmo 103: 1-4

Bendice, alma mía, a Jehová,
    Y bendiga todo mi ser su santo nombre.

Bendice, alma mía, a Jehová,
Y no olvides ninguno de sus beneficios.

El es quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias;

El que rescata del hoyo tu vida,
El que te corona de favores y misericordias;

Comentario de la Hna. Maggy Angulo sobre la lección de hoy (Audio y Texto del libro)

Texto del libro «La Oración» por John Bunyan

2. Es derramar de modo sincero y consciente el corazón o alma. No se trata, como muchos piensan, de unas cuantas expresiones balbuceantes, de un parloteo lisonjero, sino de un movimiento consciente del corazón. La oración contiene un elemento de múltiple y auténtica sensibilidad: unas veces para la carga que representa el pecado, otras para la acción de gracias por las mercedes recibidas, otras para la predisposición de Dios a otorgar su misericordia, etc.
(a) Conciencia de la necesidad de misericordia, a causa del peligro que representa el pecado. El alma, digo, pasa por una experiencia en la que suspira, gime, y el pecado la quebranta; pues la verdadera oración, de la misma manera que la sangre brota de la carne cuando ésta es aprisionada por férreas ligaduras, expresa balbuceante lo que procede del corazón cuando éste se halla abrumado por el dolor y la amargura. David grita, clama, llora, desmaya en su corazón, los ojos le fallan, se seca, cte.; Ezequías se expresa quejumbrosamente cual paloma; Efraín se lamenta; Pedro llora amargamente; Cristo experimenta lo que es «gran clamor y lágrimas»; y todo esto por ser conscientes de la justicia de Dios, de la culpa del pecado, de los dolores del infierno y de la destrucción. «Rodeáronme los dolores de la muerte, me encontraron las angustias del sepulcro: Angustia y dolor había yo hallado. Entonces invoqué el nombre de Jehová» (Salmo 116: 3, 4). Y en otro lugar: «Mi mal corría de noche» (Salmo 77:2). Y también: «Estoy encorvado, estoy humillado en gran manera, ando enlutado todo el día» (Salmo 38:6). En todos estos ejemplos, y en muchísimos más que podrían citarse, puede verse que la oración entraña una profunda conciencia motivada, ante todo, por la experiencia del pecado.
(b) A veces uno es gratamente consciente de la misericordia que recibe; misericordia que alienta, consuela, corrobora, vivifica, ilumina, cte. Así vemos cómo David derrama su alma para bendecir, alabar y magnificar al gran Dios por su bondad hacia unos seres tan pobres, viles y desdichados: «Bendice, alma mía, a Jehová; y bendigan todas mis entrañas su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. El es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordia; el que sacia de bien tu boca de modo que te rejuvenezcas como el águila» (Salmo 103: 1-5). Y así la oración de los santos se convierte a veces en alabanza y acción de gracias; mas no por eso deja de ser oración. Esto es un misterio; el pueblo de Dios ora con sus alabanzas; como está escrito: «Por nada estéis afanosos; sino sean notorias vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con hacimiento de gracias» (Filipenses 4: 6). El hacimiento de gracias ofrecido con plena conciencia es una poderosa oración a los -ojos de Dios, que prevalece ante El de modo inefable.
(c) En la oración, el alma se expresa a veces como sabiendo ya las bendiciones que ha de recibir, y esto hace que el corazón se inflame: «Tú, Jehová de los ejércitos», dice David, «revelaste al oído de tu siervo, diciendo: Yo te edificaré casa. Por esto tu siervo ha hallado en su corazón para hacer delante de ti esta súplica» (II Samuel 7:27). Esta confianza es la que movió a Jacob, David, Daniel y otros; la previa experiencia de las misericordias que iban a recibir. Sin trances ni éxtasis, sin balbucear de manera necia y hueca unas cuantas palabras escritas en un papel, sino con poder, con fervor y sin cesar, estos hombres presentaron gimiendo ante Dios su condición, experimentando, como he dicho, sus necesidades, su miseria, y confiando en Sus propósitos de misericordia.
Tener una buena experiencia del pecado y la ira de Dios, junto con estímulos recibidos de Dios para venir a El, es mejor breviario que el sacado de los libros papistas usados en la misa, que no son otra cosa que retazos y fragmentos de la imaginación de algunos papas, algunos frailes, y que se yo quien más.

Himno #89 Tal como soy de pecador

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