Sufrimiento: Protección del pecado
Meditación sobre 2 Corintios 12:7-10 por el A.I. Saulo Murguia
Transcripción
2 Corintios 12:7-10
7 Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera;
8 respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí.
9 Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.
10 Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.
No cabe duda de que el apóstol Pablo tuvo experiencias espirituales tan sorprendentes que nos dejarían sin aliento.
En 1 Cor. 2:9 nos habla de algo que había recibido: una sabiduría que no podría haber sido descubierta sin una revelación, y cita al profeta Isaías (Isaías 64:4) diciendo:
El apóstol hablaba de la revelación divina bajo el evangelio.
Esto es lo que ojo no vio ni oído oyó.
Las grandes verdades del evangelio son cosas que están fuera de la esfera del descubrimiento humano: ojo no las vio, ni oído las oyó, ni han subido al corazón del hombre. Algo que sabía el apóstol muy bien por experiencia.
Pero, Dios sabía que los increíbles privilegios que se le habían concedido al apostol Pablo, podían hacer que Pablo se volviera orgulloso y arrogante. Podrían hacerle considerar que él era más importante que los demás creyentes.
Y entonces -explica Pablo- debido a la incomparable grandeza de las revelaciones que recibió de Dios, y para evitar que se enorgulleciera, Dios le dio un…
‘aguijón en la carne’.
Ese ‘aguijón en la carne’ es una especie de enfermedad. Era un problema o una dificultad, que lo limitaba de cierta forma.
Dios sabía que Pablo podría tener la tendencia a enorgullecerse, debido a las asombrosas revelaciones que había recibido de Dios.
Y para evitar que esto sucediera, se le dio una enfermedad: «un aguijón en la carne».
Puede parecer que Pablo tenía mucho de qué jactarse en la vida, pero descubrió que la única gloria justificable que tiene un creyente es jactarse en Cristo, y en Él crucificado.
No sabemos cuál fue el ‘aguijón en la carne’ de Pablo, pero él aquí se refiere a éste como ‘un mensajero de Satanás’, que fue diseñado para atormentarlo.
Y dice, además, que ese ‘aguijón en la carne’ era necesario para evitar que se exaltara y se volviera orgulloso.
Como -posiblemente- todos nosotros, Pablo necesitaba un recordatorio constante de su propia debilidad, sus incapacidades y su total dependencia del Señor.
Esta espina que le atormanteba no le permitió olvidar su propia insuficiencia y su debilidad humana, en comparación con la grandeza y majestad de nuestro Dios y Padre misericordioso.
Contrario a lo que alguien pordría suponer, este obstáculo que Pablo tuvo en su vida fue diseñado por Dios para hacer su ministerio aún más efectivo.
Permanentemente le hacía recordar que: sin Cristo no puedo hacer nada, pero Su gracia es siempre suficiente y Su amor es eterno.
Y recibe como respuesta esta frase que debemos recordar siempre:
(v9) "Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad"
Y al saber eso hay un resultado, que el apostol expresa de esta manera:
"Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte."
¿Cual es ese resultado?
«me gozo»
¿en que? en las debilidades, afrentas, necesidades, persecuciones, angustias.
Como creyentes, tenemos la vida de Cristo en nuestro interior: el poder del Espíritu Santo para dirigirnos y guiarnos.
Ya sea que tengamos un ‘aguijón en la carne’ específico o si simplemente estemos rodeados de dificultades y peligros en nuestra vida normal, la gracia y la fuerza que Pablo recibió a lo largo de su ministerio.
Es la misma gracia y fuerza que está disponible gratuitamente para todos los que hemos sido salvos, por gracia, por medio la fe en Cristo Jesús.
Busquemos caminar en espíritu y en verdad, y vivir siempre concientes de la presencia de Dios.
Y no importa qué dificultades, peligros o ‘espinas’ podamos encontrar mientras transitamos por la vida.
Busquemos la justicia, amemos la misericordia y andemos humildes ante nuestro Dios, para que nuestras vidas sean un sacrificio vivo para Él, y un testimonio fiel de Su suficiente gracia.
Porque a veces el sufrimiento nos protege del pecado.