Sufrimiento como consecuencia del pecado

Meditación sobre Gálatas 6:7-10 por el A.I. Saulo Murguia

7 No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.
8 Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.
9 No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.
10 Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.

El pecado es muy engañoso, porque nos engaña para que creamos mentiras, pero no solo por eso, sino porque nos engaña para que creamos verdades a medias.

El pecado tiende a engañarnos haciéndonos creer que nuestro comportamiento y nuestras acciones no le importan a Dios.

Después de todo -algunos piensan- si somos justificados por fe sin obras, ¿por qué es importante nuestro comportamiento ante Dios?

Y algunos dicen: Si ya somos salvos, ¿Qué importa la forma en que vivimos? ¿A Dios realmente le importa cómo tratamos a nuestros vecinos, cómo nos comportamos con nuestros cónyuges, cómo criamos a nuestros hijos, qué elegimos ver en la televisión, por cuál político votamos, etc.?

Con ese tipo de cosas, el pecado puede burlarse de nosotros, engañándonos y haciéndonos creer que nuestro comportamiento no importa. Y con ello, convertir nuestras vidas en una vergüenza, haciéndonos creer que la forma en que vivimos no importa.

Pablo no deja lugar para que Satanás nos engañe en este asunto, y dice:

DIOS NO PUEDE SER BURLADO

En 1 Corintios 3:15, está escrito lo siguiente:
15 Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego.

Podemos creer la mentira de Satanás de que Dios no se preocupa por cómo vivimos nuestras vidas, pero un día no muy lejano, Dios dará un veredicto sobre nuestras vidas, y aunque si creemos en Cristo no debemos temer el castigo por el pecado, luchemos por no estar entre los que “serán salvos, sino como por fuego”. Es decir, con ese tipo de sufrimiento que viene como consecuencia del pecado.

Entonces ¿Cómo viviremos?

En primer lugar, Pablo nos instruye que no “sembremos” ni vivamos según nuestra carne, de tal manera que nuestros propios deseos y gratificación personal sea lo único que realmente importa.

Y en Gálatas 5:19-21, nos da una larga lista de las diversas manifestaciones de vivir según la carne: “adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas».

En segundo lugar, Pablo nos instruye a “sembrar” o vivir según el Espíritu.

Resume lo que esto significa en el versículo 10 cuando nos instruye: «Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.».

Vivir la vida según el Espíritu es vivir de tal manera que estemos enfocados en el bien de quienes nos rodean y en llevar las cargas de los demás.

Este estilo de vida del Espíritu producirá fruto

En Gálatas 5:22 y 23 nos da una lista de ese fruto: «amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.»
Y finalmente nos traerá la cosecha que nos ha prometido y asegurado por la fe en Cristo, ¿cuál es esa cosecha? Lo dice en Gálatas 6:8:
«Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.»

Resumiendo,

La Escritura revela que si bien hemos sido justificados solo por fe, y no por nuestras propias obras y esfuerzos, nuestra fe nunca está sola, sino que siempre nos conduce a comportamientos y acciones que reflejan la obra del Espíritu de Dios en nuestra vida.

La siguiente cita de Mere Christianity (Mero Cristianismo) resume lo que dice Pablo en nuestro pasaje: que aunque no somos salvos por nuestras elecciones y esfuerzos, nuestras elecciones, acciones, esfuerzos y comportamiento si importan.
Él escribe:

La gente suele pensar en la moral cristiana como una especie de trato en que Dios dice: «Si guardas muchas reglas, te recompensaré, y si no, haré lo contrario». Yo no creo que sea la mejor forma de verlo. Preferiría decir que cada vez que haces una elección estás convirtiendo la parte central de ti, la parte de ti que elige, en algo un poco diferente de lo que era antes. Y tomando tu vida como un todo, con todas tus innumerables opciones, durante toda tu vida, poco a poco estás convirtiendo esta cosa central en una criatura celestial o en una criatura infernal. En una criatura que está en armonía con Dios, con otras criaturas y consigo mismo, o en una criatura que está en un estado de guerra y odio con Dios, con sus semejantes, y consigo mismo.C.S. Lewis, Mere Christianity, pag. 92 - traducción al español por S. Murguia
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