Sociedad Femenil Lidia – 20 enero, 2021

El tema: Filipenses 3
Nuestro expositor: Pbro. Dr. en Ética Cristiana Rodolfo del Ángel


Himno #346 «Me guía Él»

Audio y Texto del estudio a/c de Pbro. Dr. en Ética Cristiana Rodolfo del Ángel
Estudio Bíblico de la Epístola a los Filipenses
Capítulo 3 – enero 20, 2021

El apóstol Pablo introduce esta sección llamándolos a expresar el gozo cristiano. Este es un tema que corre a lo largo de toda la epístola conocida también por esta razón como la carta del gozo cristiano. El término aparece unas 16 veces en la epístola del total de las 74 ocasiones en la que es mencionado a lo lago del Nuevo Testamento. Considerando que Pablo está en prisión por causa de Cristo y los sufrimientos que ha experimentado, este gozo no significa que toda nos va bien siempre, sino que hay una confianza que nos acompaña siempre, que nuestra vida está en las manos de Dios cuyo propósito en Cristo se cumplirá para nuestra eterna bendición. El sufrimiento, y mas aún, aquel que es por causa de Cristo nunca será lo último en nuestra vida, de tal manera que, aún en las circunstancias más adversas podemos experimentar y expresar el gozo.

En realidad, Pablo comienza a despedirse de sus lectores, de allí la expresión: “Por lo demás…” No obstante, una preocupación viene a su mente. La iglesia siempre está en riesgo de enfrentar enseñanzas erróneas promovidas por pseudo apóstoles o falsos cristianos. Aquí menciona dos clases: los judaizantes (vs. 2-3) a los cuales pablo se referirá con términos muy fuertes (“perros”), y aquellos que no se interesan sinceramente en Cristo y solo buscan satisfacer sus apetitos (vs. 18-19; cf. 2:21) Pablo se refiere a estos como enemigos de la cruz de Cristo. No sabemos si esta clase de personajes ya estaban dentro de la comunidad de creyentes o solo es una advertencia del riesgo que se corre que lleguen hasta ellos. Es interesante notar que esta oposición a Cristo y a su evangelio surge en interior de la comunidad cristiana, esa es la razón por la que es necesario estar siempre en guardia y cimentados firmemente en la verdad.

Podemos dividir este capítulo en tres secciones para su consideración:

  1. El valor incalculable de conocer a Cristo.
  2. Nuestro llamado supremo en Cristo.
  3. Nuestra ciudadanía celestial.

Consideraremos brevemente cada una de estas secciones:

  1. El valor incalculable de conocer a Cristo. (3:1-11)
  1. Pablo advierte a la iglesia de Filipos respecto a los judaizantes. ¿Quiénes eran estos personajes?
  • Judíos de la diáspora (de la dispersión) que simpatizaban con la fe cristiana, pero insistían en conservar ciertos ritos y tradiciones judías, especialmente la práctica de la circuncisión.
  • Promovían la idea de que, para ser parte del pueblo de Dios, además de la fe en Cristo Jesús, es necesario que los cristianos no judíos (gentiles) se sometan también a la circuncisión.
  • Pablo combatió fuertemente a este grupo pues su enseñanza es un evangelio extraño que se aparta de la verdad. En Cristo somos justificados del pecado, las obras humanas no tienen mérito alguno. La verdadera circuncisión es espiritual, del corazón. “Porque nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne” (3:3)
  • Pablo usa términos muy fuertes para referirse a estos judaizantes, con este se demuestra que lo que está de por medio es mucho más que un asunto de prácticas o tradiciones, sino la integridad del evangelio: los llama “perros”, “malos obreros” “mutiladores del cuerpo”.
  • Solo nos gloriamos en Cristo, lo demás carece de valor
  • El apóstol continúa con su diatriba (controversia) dirigida contra los judaizantes. Ellos se gloriaban de ser parte de la nación israelita elegida, la circuncisión representaba para ellos ese privilegio y se sentía muy orgullosos de ello. Aunque toleraban a los no judíos dentro de la comunidad de creyentes, había en estos judaizantes un espíritu de superioridad sobre ellos.
  • Si se trata de “confiar en la carne” Pablo es un campeón, de tal modo que aún el más orgulloso judío se queda corto frente a sus “méritos”.
  • Hace mención aquí de siete razones que fueron motivo para que, por mucho tiempo, antes de conocer a Cristo se pretendiera el más importante y celoso religioso judíos.
  • Circuncidado al octavo día, el linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, es decir, hebreo de cepa (hebreo de hebreos), perteneciente a la más estricta secta judía de los fariseos; en cuanto a celo, defensor de su religión al perseguir a los cristianos, y en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible.  En términos humanos era irreprochable, pero ¡qué lejos estaba de la verdad y perdido en su vana pretensión de ser perfecto!
  • Pablo nos dice que, por cierto, todo esto en lo cual basaba su grandeza en realidad era carente de todo valor frente a las riquezas que hay en Cristo Jesús. Se refiere a la “excelencia del conocimiento en Cristo Jesús” (gr. “hyperejon” = lo más alto, supremo, que está por encima de todo) Toda grandeza en este mundo palidece ante el valor supremo y las riquezas incomparables de gloria que tenemos en Cristo.
  • Lo que era su más grande ganancia en este mundo ahora lo considera como perdida y basura (gr. “skybala” = estiércol, excremento de ganado) Notamos la fina ironía del apóstol respecto a lo que los judaizantes consideran su mayor valor. Su propio sentido de justicia personal cayó por tierra como algo sin valor frente a la perfecta y eterna justicia que hallamos solo en Cristo. Vemos que su conocimiento de la doctrina de la justificación por la fe surgió no solo por revelación divina, sino por su experiencia personal.
  • De esto surge un triple deseo en Pablo: conocer más y más a Cristo, participar de sus padecimientos llegando a ser semejante a él en su muerte y experimentar el poder de su resurrección.  Cada uno de estos aspectos están estrechamente relacionado entre sí y se expresan en una sola palabra: unión.
  • La vida cristiana es unión con Cristo. Le conocemos más cada día renunciando al yo para que la nueva criatura se vaya configurando en conformidad a su perfecto modelo que es Cristo, invertimos la vida en él estando aún dispuestos a sufrir por su causa, siempre vivificados por el poder de su resurrección. La vida cristiana es identificación y unión con Cristo mediante la fe en su crucifixión, muerte y resurrección. La resurrección no es solo la esperanza futura, sino el poder operante de Cristo que nos comunica vida de manera constante.
  • Nuestro llamado supremo en Cristo. (3:12-17)

El versículo 11 marca una transición: “si en alguna manera llegase a la resurrección de los muertos”. ¿Hay duda en Pablo? Absolutamente no. Está persuadido de que el que comenzó en nosotros la buena obra la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (1:6) No obstante esta certeza no implica negligencia, más bien es la más poderosa motivación para procurar la vida santificada que aquí es descrita en términos de una carrera. Una manera de decirlo de manera más clara sería: “Debemos vivir la vida cristiana como si todavía no fuera nuestro aquello que ya tenemos, por cierto, en Cristo Jesús”. La certeza no lleva al descuido y a una falsa confianza, sino a una bendita seguridad que nos anima en el trayecto de vida cristiana.

  1. Abandonemos toda idea de que ya hemos llegado.
  • Cualquier pretensión de haber alcanzado la perfección es una falacia. Nadie que esté en esta vida ha llegado todavía. La perfección cristiana está siempre delante de nosotros. Nadie puede decir: “ya llegué”, “ya la alcancé”. Tal expresión solo puede significar dos cosas: o un falso sentido de perfección, o que ya estamos en el cielo. “Yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado”, nos dice el apóstol. Ciertamente de la escuela de Cristo nadie se gradúa en esta vida. No obstante, no debemos detenernos en la carrera.
  • Pablo vivió en el ambiente de la cultura greco-romana. Sabía de los juegos olímpicos y de la extraordinaria disciplina, dedicación y sacrificio que implicaba preparase para obtener el premio en el estadio. Así es la vida cristina, exige dedicación, disciplina y esfuerzo constante, dirigiendo todo el impulso hacia adelante. No se permite el inmovilismo. Hay que proseguir como si aquello que ya tenemos por seguro aún no lo hubiésemos obtenido: la salvación y la seguridad en Cristo.
  • Prosigamos cada día a la meta.
  • Es necesario dejar, ciertamente, lo que queda atrás. Pablo dejó sus pretensiones de grandeza y su sentido de justicia personal, desde luego, el pecado con su muerte y condenación correspondiente. La vida santificada no es un confortable refugio situado en una experiencia del pasado, sino una dinámica constante que, a partir del momento en que fuimos alcanzados por Cristo, nos dirige hacia lo que está delante.
  • Apreciamos aquí que el Padre es el origen del llamado, Cristo es el mediador, y la meta que perseguimos toda la vida es la perfección en Cristo. En cada avance de la carrera somos cada vez menos nosotros y más Cristo en nosotros en la medida que nos aproximamos al final.
  • Mantengamos la unidad
  • Ahora bien, no corremos solos. Los demás corredores van recorriendo el mismo trayecto, pero no competimos unos con otros, sino contra nosotros mismos luchando por dejar atrás el viejo yo y ser cada vez más de Cristo y con Cristo. En este sentido debe haber un sentido de comunidad, puesto que el llamado es el mismo. Por lo tanto, en aquello en lo que hemos avanzado juntos sigamos una misma regla, sintamos una misma cosa. Que nuestras actitudes y acciones contribuyan a fortalecer la comunión en Cristo.
  • Ahora bien, unidad no es uniformidad. Desde luego diversos niveles de madurez y criterios distintos convergen dentro de la comunidad cristiana, pero debe prevalecer la intención y determinación de expresar y fortalecer la comunión confiados en que, aún en la diversidad de criterios, el Espíritu Santo nos guiará a un entendimiento común cuando colocamos a Cristo Jesús como el centro integrador de nuestra unidad y estamos dispuestos a ser guiados por el amor.
  • El versículo 17 viene a ser una especie de conclusión de esta sección. Pablo los anima a imitarlo a él. No hay aquí la pretensión de ser el modelo, ya vimos que la perfección que buscamos esta solo en Cristo, pero Pablo espera que como apóstol, pastor y maestro consideren sus enseñanzas y cómo estas han operado en él semejante transformación a diferencia de los falsos maestros. al igual que él, hay otros siervos como Timoteo y Epafrodito que son dignos de encomio e imitación. Sin embargo, esta consideración tiene un modelo y un límite: ser imitados en todo aquello en lo que Cristo es imitado.
  • Nuestra ciudadanía celestial

Finalmente, Pablo invita a sus lectores a volver su mirada hacia el “esjatón”, es decir hacia el futuro y el destino definitivo que constituye la gran esperanza cristiana. Filipos era una ciudad de gran importancia en el imperio romano. Los que allí vivían había alcanzado el estatus de ciudadanos romanos. Esto les otorgaba ciertos derechos y ventajas de tal manera que los filipenses se sentían muy orgullosos de ello. Pablo les recordará que la ciudadanía temporal en este mundo no puede compararse con aquella que aguardamos en los cielos.

  1. Esta es una promesa para aquellos que confían en Cristo.
  2. Los enemigos de la cruz de Cristo no participan de esta esperanza. Ellos solo piensan en lo inmediato, la satisfacción de los impulsos y apetitos. Están entre los cristianos, se han introducido con mentiras y engaños, no les interesa lo eterno, solo piensan en lo terrenal. Ciertamente lo que les espera es la perdición.
  3. Los cristianos miramos más allá del presente. Ahora, ciertamente, somos ya ciudadanos del reino, pero la esperanza gloriosa que aguardamos aún está más allá de este mundo. Nuestra ciudadanía definitiva está en los cielos y al ser hijos de Dios mediante Jesucristo, tenemos entrada y carta de naturalización.
  4. Nuestra victoria final está todavía por llegar, pero, ciertamente llegará
  5. La vida cristiana se vive entre el “ya” y el “todavía no”. Justificados por la fe ya somos santos en Cristo, pero estamos llamados a la santidad; ya somos redimidos; pero aguardamos la redención final; ya hemos resucitado con Cristo, pero aguardamos la resurrección final; ya reinamos con Cristo y somos ciudadanos del reino, pero aguardamos la victoria definitiva en la resurrección final y nuestra ciudadanía eterna en los cielos.
  6. Nuestra esperanza definitiva llegará con el el retorno de Cristo, el salvador triunfante que aguardamos desde los cielos conforme a su promesa. La seguridad que nos anima es que nuestro cuerpo será transformado a semejanza del cuerpo resucitado de Cristo (Credo Apostólico: “creo en la resurrección de la carne…y la vida perdurable) con el mismo poder con el cual el Espíritu levantó a Cristo seremos levantados. ¡Bendita esperanza!

Algunas lecciones prácticas de este capítulo

  1. Siempre existe el riesgo de la adulteración de la verdad. La mezcla del error y la verdad produce un falso evangelio. Una media verdad es una mentira completa. El error a veces procede del interior de la comunidad. Ciertamente que la diversidad de pensamiento es posible, pero la esencia de la verdad no debe ser cambiada.
  2. Debemos dejar de lado toda pretensión de ganar mérito por esfuerzo personales, o un sistema de justicia personal o alternativo. Tal pretensión es una negación de la eficacia y suficiencia de la obra redentora de la cruz.
  3. Nuestra seguridad, gozo y gloria de debe estar solo en Cristo. Nada en este mundo podrá jamás tener valor eterno en comparación con las riquezas en Cristo. “Ninguno es tonto si está dispuesto a perder lo que no puede retener para ganar lo que no puede perder”. (Jim Elliot, misionero)
  4. Es necesario renunciar a toda pretensión de perfeccionismo cristiano en este mundo. Mantengámonos firmes en la carrea dirigiéndonos hacia la meta final en Cristo.
  5. En medio de esta vida relativa y cambiante el poder de la resurrección de Cristo es actuante en nosotros cada día, pero aún aguardamos a victoria definitiva. Los sufrimientos, riquezas y quebrantos de esta vida son relativos y penúltimos. Mantengámonos humildes y constantes en la fe, que ya se aproxima el día.
El versículo para memorizar:
20 Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;

21 el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.Filipenses 3:20-21


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