Líbranos del maligno – Parte 2 (Mateo 6:13)
La Oración del Señor
Líbranos del maligno – Parte 2 (Mateo 6:13)
Meditación sobre Mateo 6:9-13 por el A.I. Saulo Murguia
Transcripción…
Este es le capítulo 11 de la serie de meditaciones sobre La Oración del Señor.
Por lo que oramos
Al orar «Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal (del maligno)», ¿Qué es lo que pedimos entonces?
El Catecismo de Westminster sugiere tres aspectos importantes:
- Primero, le pedimos a Dios que no permita que caigamos en la tentación, porque todos debemos conocer nuestra propia debilidad.
Si David y Salomón fueron incapaces de resistir la tentación de las riquezas, ¿no deberíamos orar, como está escrito en Proverbios 30:8,9:
"… No me des pobreza ni riquezas; Manténme del pan necesario; No sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién es Jehová?"
- Segundo, esta petición también puede entenderse como una petición para que Dios nos preserve en la tentación, porque es un hecho que todos debemos enfrentar la tentación en algún grado, ya que a través de la tentación Dios nos santifica.
No es que Dios nos «tiente» a pecar, porque, como está escrito en Santiago, somos tentados sólo cuando nos descarriamos por nuestras propias concupiscencias.
Santiago 1:13-14 dice así:
"Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido."
Pero Dios permite que Satanás nos tiente y lo usa para nos humillemos y nos disciplina por medio de ello.
Por lo tanto, es importante que oremos para que en la tentación nuestra fe no falle, para que Él nos muestre el camino de escape para que podamos soportar la prueba.
Leemos en 1 Corintios 10:13
"No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.
- Tercero. La tercera cosa que está involucrada en esta petición es una oración para que nosotros, como Pedro, podamos ser llevados al arrepentimiento en el caso de que pequemos.
Conocemos nuestras propias debilidades y – por tanto- nuestra necesidad de la gracia de Dios.
Sabemos que, de hecho, no seremos perfectos sin pecado, que tendremos que arrepentirnos una y otra vez hasta el día en que estemos ante Dios.
Pablo expresa esto en Romanos 7:14-25 donde clama a Dios por la salvación del pecado en su corazón.
14 Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado.
15 Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago.
16 Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena.
17 De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí.
18 Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo.
19 Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.
20 Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.
21 Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí.
22 Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios;
23 pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.
24 !!Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?
25 Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.
Él sabe que ama a Dios y su ley, pero la realidad de su pecaminosidad es tan profunda que ve que el pecado contamina cada buena acción que intenta.
Esta es una condición verdaderamente miserable y clama a Dios por salvación.
Su oración ilustra otro significado tanto de la oración por el perdón como de la oración para que Dios nos salve de la tentación.
En cada uno de estos tres aspectos, por lo tanto, estamos orando para que Dios no permita que caigamos en la guerra contra el pecado.
Esto significa que la petición final es una oración para que perseveremos. Porque debemos tomarnos muy en serio la guerra contra el pecado y Satanás.
Creemos que aquellos que verdaderamente confían en Cristo para su salvación no pueden finalmente caer.
Pero también creemos que aquellos que verdaderamente confían en Cristo para la salvación son preservados solo por la gracia de Dios, que su preservación no es «automática», sino que se basa en el hecho de que continúan ejerciendo la fe, que oran a Dios y busca su gracia hasta el final.
Porque a menos que Dios mismo escuche nuestra oración y nos proteja, ciertamente no podremos mantener nuestra fe.
De lo contrario el sufrimeinto o la prosperidad podrían deshacernos.
Oramos, por lo tanto, con la conciencia de que la batalla que libramos es real y que somos desesperadamente débiles.
A menos que Él nos salve, no podemos ser salvos.
Ésta, por supuesto, es la misma fe por la que somos justificados.
No solo al principio, sino todos los días mientras vivimos, llegamos a Dios entregándonos completamente a Él, buscando nuestra salvación solo por Su gracia, porque no tenemos otra esperanza o ayuda.