
Modelos
Los seres humanos necesitamos modelos. El uso de modelos es una de las formas principales para poder aprender a vivir en sociedad. Observamos cómo lo hacen otras personas, y hacemos el intento de hacer lo mismo. A veces, cambiamos de modelo; encontramos una persona que lo hace mejor, y esta persona, sépalo o no, llega a ser nuestro modelo.
Este principio es muy importante en las artes; los escritores, Por lo menos al principio, tienen sus modelos, los pintores también, y los cantantes igual. Los actores estudian la vida de los grandes, a fin de que les sirvan como modelo. En muchas profesiones el mismo principio rige. El abogado, el médico, el contador, y otros observan como lo hace el experto, y éste le sirve de modelo.
La vida en sociedad exige que haya modelos. El trato entre personas, el trabajar en grupo, todo esos aprendemos por modelos. ¿Cómo podemos hacer un buen matrimonio si nunca hemos visto un modelo sano? Muchos jóvenes hoy en día entran en el matrimonio y nunca han visto, desde adentro, un buen matrimonio, lo que se llama actualmente, un “matrimonio funcional”.
Había un tiempo, no hace muchos años, cuando no era necesario preparar, en un curso especial, para matrimonio a los jóvenes que se iban a casar, a los novios que ya habían puesto la fecha, pero en nuestra época esto es indispensable, porque en general, nuestros jóvenes ya no tienen modelos adecuados. Pueden describir en detalle como es un matrimonio que se deshace, hasta enumerar los pasos hacia el divorcio, pero no saben qué hacer para logara un buen matrimonio, ni pueden describir uno.
Una de las tareas que tenemos como cristianos, como sal y luz para el mundo, es la de proveer modelos. Lo tenemos que hacer en muchos aspectos, en las múltiples áreas de la vida. Dentro de esta tarea general, el área que más necesita nuestra atención y dónde el mundo (y nuestros hijos) más necesitan sanos modelos, es en la vida familiar, y en especial, en el matrimonio. En esta área tenemos que aprender a ser modelos.
Editorial Publicado 8 de junio de 2003, en el boletín Buen Oleo, Iglesia Nacional Presbiteriana