Duda
Según su etimología, la palabra “duda” quiere decir “tener dos mentes”. La palabra viene del latín “dubitare”, que viene de una raíz antigua, que quiere decir “dividir en dos”. Los traductores de la Biblia, cuando trabajan con idiomas que no tienen una palabra que corresponde a “dudar” lo traducen como un corazón dividido, y una mente dividida. A veces lo traducen como tener dos mentes, dos pensamientos, o dos corazones.
Encontramos un buen ejemplo de esto en el Antiguo Testamento. Cuando Elias habló con el pueblo de Israel, que dudaba si Jehová fuera su Dios, o y si Ba´al lo fuera, les dijo: “¿Hasta cuándo claudicaréis entre dos pensamientos?” Si Jehová es Dios, seguidle, y si Ba’al , id en pos de él”
Santiago, en su carta también habla de eso. Dice que el que tiene dos pensamientos es como la onda del mar arrastrando por el viento y echado de una parte a otra. El que tiene fe, es decir, un pensamiento, una mente, y un corazón, no sufre de una inestabilidad (Santiago 1:6). El apóstol Judas dice que a los que tienen dos mentes hay que convencerlos, No podemos dejarlos siempre entre el “si” y el “no”.
La duda es el contrario a la fe, pero no es la incredulidad. Tener fe es tener una sola mente, un solo pensamiento, y un solo corazón; la duda es tener dos. Debemos de haber dicho que la fe no es simplemente lo contrario a la duda, sino es su remedio y su solución. La duda entonces es de mantenerse en suspensión entre el creer y el negar, entre la fe y la incredulidad, Se lleva en la mente dos pensamientos, dos posibilidades no pueden ser los dos la verdad a la vez, y la decisión queda suspendida entre los dos pensamientos.
Tenemos que distinguir entre la duda y la incredulidad. Las dos conducen a la confusión y la inacción. Las dos aseguran una espantosa improductividad, pero no son lo mismo. La incredulidad es una actitud tomada adrede. La incredulidad es un rechazo a creer, es una decisión deliberada de creer. La duda es la indecisión, a pesar de nuestro deseo de no quedarnos en esta situación.
Lo peligroso es que muchas veces la duda conduce a la incredulidad, a un rechazo de la verdad. Por eso, tenemos que tomar la duda en serio. Tenemos que luchar contra ella. No es cuestión de exigir un acto d la voluntad de ya no dudar más, sino creer. No es simplemente decidir a creer. No es tan sencillo. Tenemos dos mentes en la duda, una de acuerdo con la Biblia y con el mensaje de la Biblia y la otra que va de acuerdo con nuestra cultura y el sistema de valores que rige en nuestra sociedad. La cultura y la moda de nuestra sociedad siempre insiste, y quiere imponerse a nosotros, causando duda. ¿Qué hemos de hacer?
Lo que nos incumbe a nosotros, a todos es poner un fundamento sólido a nuestra fe. Tennos que fortalecer nuestro conocimiento de la Biblia y robustecer nuestro entendimiento de sus doctrinas. Nunca podremos tener una fe fuerte, que resista la duda, si no sabemos lo que creemos. No saber lo que creemos es favorecer la duda. Tenemos que esforzaos en esto, para nosotros y para nuestros hijos.
Editorial Publicado 24 de mayo de 2009, en el boletín Buen Oleo, Iglesia Nacional Presbiteriana