Un tesoro para compartir
Meditación sobre 2 Corintios 4:7-12,18 por el A.I. Nelson Daniel Miranda Giles
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México
Cuando tienes mucho dinero, un objeto valioso o algo que consideras que no debe estar a la vista por que lo puedes perder, lo guardas en un lugar especial, acorde al valor del objeto precioso, lo puedes guardar en un lugar que consideres muy seguro, un lugar secreto que tu solo conozcas, en una caja fuerte o en la caja de seguridad de un banco.
En Sn. Mateo 6: 19 al 21 el señor Jesús nos dice:
19 No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan;
20 sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan.
21 Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
Hermanos, la invitación del señor es a dejar a un lado las cosas materiales que desaparecen con el tiempo y buscar los tesoros celestiales que son eternos.
En el versículo 7 de nuestro pasaje en 2ª Corintios 4 leemos:
7 Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros,
En los tiempos bíblicos los vasos de metales preciosos estaban en los palacios, los recipientes, vasijas, cantaros o vasos de barro eran usados por la gente común y se utilizaban para transportar granos, agua, u otros bienes.
El apóstol Pablo quiere resaltar que el mensaje de la salvación es el tesoro y los resultados que ésta produce son gloriosos y divinos. Pero en contraste, los portadores de dicho mensaje, son personas frágiles, débiles, mortales; como el barro.
Un gran tesoro en un contenedor muy humilde, el apóstol Pablo se consideraba a sí mismo como una vasija de barro con un tesoro precioso. Hermanos, nosotros también somos vasijas de barro y se nos ha confiado un tesoro precioso, que debemos dar a conocer a las personas que nos rodean.
Si bien somos vasos sencillos, humildes y frágiles. Pero tenemos una función vivificante: conservar y transportar agua a las gargantas resecas y sedientas de las personas que nos rodean, nuestro papel como cristianos es de conservar y dar el agua espiritual del Evangelio a las almas resecas, sedientas de la palabra de Dios.
En los versículos del 8 al 12 del pasaje leemos:
8 que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados;
9 perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos;
10 llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos.
11 Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.
12 De manera que la muerte actúa en nosotros, y en vosotros la vida.
En estos versículos el Apóstol Pablo reconoce que en el ministerio de Cristo abundan las pruebas.
Los cristianos podrán sufrir enormemente, pero siempre tendrán un sustento maravilloso, Como dice en 2ª Corintios 12:9 “Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad”.
Los creyentes pueden ser abandonados por sus amigos y ser perseguidos por los enemigos, pero Dios nunca los dejará ni los desamparará; puede que haya temores internos y luchas externas, pero nunca seremos destruidos.
En Isaías 40: 30 y 31 podemos leer:
30 Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen;
31 pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán.
El apóstol habla de la contrapartida de los sufrimientos, los que esperan en jehová, pueden ver el poder de la resurrección de Cristo y su gracia en la vida de cada creyente.
En el versículo 18 del pasaje leemos:
18 no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.
Hermanos confiemos en que Dios es el señor de la historia. La exhortación del Apóstol Pablo a los creyentes de Corinto y a nosotros es a fijar nuestra vista en el mundo invisible, el que no se ve exteriormente, con los ojos físicos. Lo que la persona interior ve en su percepción espiritual, sobrepasa lo que los ojos de nuestro cuerpo pueden ver.
En este mundo somos peregrinos, estamos en el por un tiempo, el Apóstol nos invita a dejar a un lado todo lo que vemos, sentimos, nuestras preocupaciones y sufrimientos, todo lo material y buscar los tesoros celestiales, que no se ven y son eternos.
Somos vasos de barro y en nuestro interior tenemos un gran tesoro, el mensaje de salvación que debemos compartir, este es un gran privilegio que Dios nos ha dado.
En Efesios 3 :8 el Apóstol Pablo nos comparte:
8 A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo,
Hermanos, tengamos en cuenta que el poder de transformar vidas no reside en nosotros, los vasos de barro, sino en el tesoro que contenemos, un tesoro puesto allí por la gracia de Dios. Debemos con humildad dar gloria a Dios por la gracia de poder compartir y proclamar su palabra.
A. I. Nelson Daniel Miranda Giles.