Oración
En el Evangelio el Señor Jesús advierte a sus oyente en cuanto a la forma de orar, no como los “hipócritas” que quieren ser vistos por los hombres; ni tampoco usar vanas palabrerías pensando que por esa excelencia de palabras serán oídos, sino que el Señor Jesús enfatiza que sea dentro de nuestro aposento a solas.
La oración personal y privada es un paso importante en el desarrollo de la fe y vida cristiana. Jesús nos dice que vayamos a nuestro cuarto y allí, en el aislamiento, hablemos con nuestro Dios.
Un comentarista bíblico menciona que en los días de Cristo en la tierra las casas se tenían un cuarto donde se guardaban los alimentos y los tesoros. Los niños podían correr por toda la casa pero ese cuarto era especial y privado. Ese cuarto contenía las posesiones del hombre de la casa y era el más privado.
En ese cuarto es donde podemos estará solas, dice Jesús, es donde debemos orar (por supuesto que también podemos orar en todas partes y en todo tiempo). Allí podemos compartir con Dios nuestros más íntimos pensamientos y confesar nuestra total dependencia de Dios. Nadie nos ve. No tenemos ninguna otra preocupación. Nuestros pensamientos se concentran únicamente en Dios y en cuanto necesitamos de Dios.
Este tipo de oración no es fácil. Debemos esforzarnos para orar de ese modo y tomarnos tiempo para hacerlo. En la soledad admitimos delante de Dios que nuestra salvación es solamente por su Gracia soberana y por medio de Cristo. Es como desnudar nuestra alma delante de Dios y presentarnos tal como somos, con nuestras debilidades, pecados y tentaciones. Allí volvemos a dedicarnos y consagrarnos a Dios. Allí elevamos al trono de Dios los nombres y necesidades de nuestro prójimo. Dejamos que Dios invada nuestra alma y nos levantamos con nuevas energías y dispuestos a vivir la vida cristiana.
Editorial Publicado 26 de julio de 2009, en el boletín Buen Oleo, Iglesia Nacional Presbiteriana