Doctrina
En la iglesia Berith recibimos algo de doctrina. Algunos piensan que recibimos demasiado, pero otros creen que, aunque recibimos algo de doctrina, necesitamos más todavía. El que estas líneas escribe pertenece al segundo grupo.
Tenemos que explicar mejor por qué hacemos tal afirmación. Hay muchos que creen que la práctica vale más que la doctrina y por eso debemos poner más énfasis en la práctica. Sin embargo, la afirmación de que “la práctica vale más que la doctrina” es ya una doctrina. Quizá no sea muy respetable como doctrina, pero si es una doctrina.
Toda práctica, o sea, toda actividad dirigida, presupone una doctrina, porque, si no, nunca sabríamos si una actividad es mejor (o peor) que otra. Sin doctrina ninguna práctica tendría motivo, propósito u objetivo, ni formas para medir o evaluar. Es la doctrina que hace práctica la práctica. Sin doctrina ni sabemos si la práctica vale la pena, y si vale o no vale, no sabremos por qué.
El hecho de que una doctrina esté subyacente en cada práctica es lo que hace la doctrina sea tan importante. Esta doctrina subyacente es determinativa en la práctica, tanto en sus motivos, sus propósitos como en sus metas. La doctrina da el impulso para iniciar una práctica y el empuje para continuarla, y para hacer en ella los cambios que de cuando en cuando son necesarios.
Doctrina quiere decir enseñanza. La misma raíz de la palabra quiere decir docencia. Lo que hemos dicho mucho es, porque en una convicción, que la doctrina cristiana es la verdad bíblica expresada en forma pedagógica, o sea, en forma comunicarla. La enseñanza bíblica es nuestra doctrina. No es inútil ni meramente teórica, es la verdad en una forma para ser aprendida, asimilada y vivida. Si hemos de tener una vida cristiana, una práctica sana, una fe robusta y activa, lo que necesitamos es mucha doctrina que podamos poner por obra (en términos de la Biblia). Y nuestra doctrina tiene que enseñarnos el valor de la práctica. En nuestra época, en que hay mucha, muchísima práctica mala, no basta con solamente reprochar este comportamiento (aunque tenemos que hacerlo, por supuesto), tenemos que descubrir y exponer sus bases inadecuadas, o sea, es una doctrina deficiente y, a veces mala. Por eso, tenemos que estar especialmente activos en enseñar la buena doctrina.
Boletín Buen Óleo, Iglesia Nacional Presbiteriana 15 de febrero de 2009.