
La adoración a Dios – Juan 4:20-24
Meditación sobre Juan 4:20-24 por el A.I. Saulo Murguia A.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México
Transcripción…
Juan 4:20-24
"Le dijo la mujer: Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar. Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren."
Durante la conversación del señor Jesús con la samaritana, el tema de la adoración es un tema central, y el señor Jesús aborda de una manera sorprendente.
En sus palabras podemos encontrar mucho que aprender acerca de la adoración a Dios.
Adorar a Dios es un asunto muy serio que no debemos tomar a la ligera.
Como hemos dicho en otras ocasiones, es posible que alguien crea estar adorando a Dios, cuando en realidad NO lo está haciendo.
Por ejemplo, el Señor descalificó la adoración de los samaritanos cuando le dijo a la mujer: «vosotros adoráis lo que no sabéis«. (NVI ustedes adoran lo que no conocen)
Eso nos lleva a algo muy importante, es necesario que, a través de la Palabra, aprendamos cómo adorar a Dios, y evitemos caer en error.
Revisemos lo que dice la Escritura
¿Qué es la adoración?
Adoración: Apreciar a Dios porque El es digno (Apocalipsis 4.11; Apocalipsis 5.12).
La palabra hebrea para adoración es שָׁחָה (shachah) y significa inclinarse, agacharse, caer de plano, suplicar humildemente, hacer reverencia, adorar. Postrarse, especialmente reflexivo, en homenaje a la realeza, la majestad de Dios.
La palabra griega principal traducida como adoración es προσκυνέω (proskuneo) y significa besar, como el perro lame la mano del amo, abanicar o (literalmente o figuradamente) postrarse en homenaje, reverenciar, suplicar.
Esto nos lleva a que la adoración bíblica es reconocimiento de que estamos ante un ser infinitamente superior.
Adorar a Dios no es solo cantar canciones. En realidad, como discípulos de Jesús todo lo que hacemos, es decir, nuestro trabajo, actividades de ocio, estudio, vida familiar, etc. debería ser adoración a Dios.
La verdadera adoración a Dios involucra dar el 100% de nuestra vida a El; estar totalmente dispuestos y totalmente obedientes a El.
La adoración de Dios es un estilo de vida de traer gloria a Dios.
Fuimos creados para adorar a Dios, y por ello, adorar a Dios es la actividad más noble, elevada e importante que el ser humano puede realizar.
Cuando el hombre pecó rompiendo así su relación con Dios, él envió a su propio Hijo con el fin de redimirnos para que pudiéramos ser nuevamente verdaderos adoradores.
Esto es lo que Jesús quería dar a entender a la mujer cuando le dijo: «el Padre tales adoradores busca que le adoren«.
¿Sabias que es tan importante es la adoración, que ésta será nuestra actividad principal durante toda la eternidad?
Lo podemos comprobar en el libro de Apocalipsis, donde todos los seres celestiales adoran a Dios sin cesar.
Apocalipsis 4:8-11
"Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro estaban llenos de ojos; y no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir.
Y siempre que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo: Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas."
La Biblia no nos ofrece ninguna definición directa de la adoración, pero si nos muestra numerosos ejemplos de personas que adoraban a Dios con el fin de que a través de ellos podamos aprender cómo debemos hacerlo nosotros.
Lo primero que observamos en las Escrituras es que un adorador es alguien que tiene una relación personal con Dios, y le ama intensamente.
Nuestro amor a Dios es lo que nos lleva a adorarle. Aunque, por supuesto, este amor es una pobre respuesta al gran amor que hemos recibido de él (1 Juan 4:10).
Por lo tanto, si la adoración no surge como una respuesta genuina de nuestro amor a Dios, todo lo que hagamos no pasará de ser simples ritos religiosos fríos y secos, carentes de significado, y que de ninguna manera agradarán a Dios.
El verdadero amor a Dios implica entrega absoluta.
El Señor nos enseña en Mateo 22:37 que para amarle hay que hacerlo con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente.
"Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente."
Entonces, la adoración genuina implica la entrega de todo lo que somos como una ofrenda de amor.
Podemos encontrar una buena ilustración de esto en el sacrificio de los holocaustos que se realizaban en el Antiguo Testamento.
Los holocaustos eran sacrificios en los que el animal ofrecido era quemado por completo.
Cuando se hacían sacrificios en modo de ofrenda, se podían sacrificar animales (como palomas) y el humo que subía al cielo era la parte final de ese holocausto.
Era una acto en donde se tenían que seguir una serie de instrucciones ya previstas.
El código sacerdotal contenía instrucciones precisas sobre que animales podían ser sacrificados. El holocausto era una práctica habitual cuando se hacían ofrendas con animales, el humo se consideraba la parte esencial, y era un acto que estaba socialmente muy bien visto antiguamente. Se tenían que seguir con toda precisión una serie de instrucciones para hacerlo de manera correcta. Era en si una ceremonia.
La particularidad que tenía este tipo de ofrenda era que el animal se ofrecía completamente al Señor en olor grato, a diferencia de los otros sacrificios en los que se reservaban diferentes partes para los sacerdotes o para el que ofrecía le sacrificio.
Así que, podríamos decir que la adoración es una «ofrenda del todo quemada«, donde el adorador no se queda nada para sí mismo, sino que se entrega sin reservas a Dios, consagrándole su vida entera a él.
Parece que el apóstol Pablo tenía este tipo de sacrificio en mente cuando exhortaba a los cristianos en Roma:
Romanos 12:1
"Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional."
Y si meditamos un poco más en esto, rápidamente nos daremos cuenta de que la expresión plena de este tipo de devoción la encontramos en Cristo cuando entregó su vida al Padre en la cruz:
Efesios 5:2
"Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante."
Por lo tanto, adorar a Dios implica también sumisión y obediencia.
No podemos adorarle sin haber rendido previamente nuestra voluntad ante él para servirle en todo cuanto nos manda.
Vemos un buen ejemplo de esto en el pasaje de Apocalipsis antes citado (Apocalipsis 4:10), en el que en una escena celestial
"los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo:
Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas.".
El hecho de colocar sus coronas a los pies del Señor es una forma de expresar su sumisión, reconocimiento y entrega absoluta.
La conclusión de todo esto es que no podemos reducir nuestra adoración a unas bonitas expresiones de nuestros labios, porque antes de que Dios escuche lo que decimos, mira nuestros corazones.
Esta fue la razón por la que tanto Jesús como los profetas del Antiguo Testamento tuvieron que reprender reiteradamente al pueblo de Israel:
Marcos 7:6
"Respondiendo él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, Mas su corazón está lejos de mí."
¿cuál era el problema? Cuando ofrecían su adoración a Dios, lo que decían sus labios no se correspondía con la actitud interior de sus corazones. No había obediencia a su Palabra, lo que era una triste evidencia de su falta de amor por él (Juan 14:15).
Ahora bien, una vez que hemos señalado que la adoración surge de un corazón que ama y se entrega completamente a la voluntad de Dios, hay que decir también que le adoramos cuando nos dirigimos a él para expresarle la admiración que le profesamos. Esto lo podemos hacer principalmente por medio de la oración y también del canto.
Hebreos 13:15
"Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre."
Por supuesto, esta admiración surge y crece en nosotros al considerar por medio de su Palabra cómo es Dios; su naturaleza, sus atributos, su carácter y también sus obras.
Es entonces cuando nos rendimos a él mientras nos deleitamos en contemplar de forma reverente su gloria.
También es importante aclarar que la adoración va más allá de nuestras acciones de gracias por sus bendiciones recibidas.
Debemos notar la diferencia entre adoración y acción de gracias.
Pero, de eso hablaremos la próxima semana.