Sociedad Femenil Lidia – 20 de octubre, 2021


Creciendo en Santidad
Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformáis por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfectaRomanos 12:1-2
Vencer al mundo, a la carne y al diablo

¿Qué pasos prácticos, específicos debemos dar para crecer espiritualmente? Primero, debemos aceptar la verdad de que sin Cristo nada podemos hacer (Juan 15:5). Cuando asimilamos, somos liberados y empoderados para reconocer que nada es más urgente, más necesario y, a la vez, más emocionante que embarcarse en este peregrinaje de fe. Vamos a iniciar este capítulo, podemos orar llenos de confianza en que el Espiritu de verdad nos enseñara lo que significa imitar a Cristo.

Sin embargo, tenemos que aclarar que no hay una fórmula mágica en la fe cristiana.

Dios nos manda: “Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce asi el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Filipenses 2:12-13). Sin embargo, el énfasis básico del llamamiento en el Nuevo Testamento es a la santificación, al crecimiento en Cristo Jesús. Crecer en Cristo no es fácil, y tenemos que saber que estamos metidos en una lucha por el resto de nuestra vida.

El gran reformador Martin Lutero afirmó que los tres obstáculos principales para el crecimiento cristiano son el mundo, la carne y el diablo.

El obstáculo del mundo

Evidentemente, cuando Lutero hablaba del mundo como un obstáculo, puso especial cuidado en declarar que nosotros, como cristianos, no menospreciamos este mundo.

(Los tres obstáculos principales para el crecimiento cristiano son el mundo, la carne y el diablo).

De hecho, el mundo es de nuestro Padre Celestial. Dios lo creó y se encuentra en proceso de redención.

Sin embargo, al mismo tiempo tenemos que enfrentarnos a la cruda realidad de que este mundo también es un lugar de terror. La muerte, la destrucción, la enfermedad y la violencia están al acecho, listas para golpear en cualquier momento. La naturaleza se nos sigue resistiendo. En un sentido, la naturaleza nos odia. Se rebela contra nosotros, porque fuimos nosotros quienes sumimos al mundo en la perdición (Génesis 3:17-19). Como escribe Pablo: “Toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora “ (Romanos 8:22).

La Biblia habla, además, del peligro de la mundanalidad, que significa amar las cosas de este mundo más que las de Dios (1 Juan 2:15-17). Y la razón es que este mundo, y su patrón, su conducta y sus compromisos normales, están radicalmente desintonizados de Dios. Sabemos que “el mundo entero está bajo el maligno” (1 Juan 5:19). Por esta razón, Jesús nos enseño a orar al Padre “Venga tu reino” (Marcos 6:10).

¿De qué forma se convirtió el mundo en un obstáculo para el crecimiento espiritual? Debería llevarnos a preguntar: “¿Está influyendo la iglesia en el mundo, o es a la inversa?. Esta tendencia mundana es un obstáculo enorme para el crecimiento cristiano. Por ello, Pablo escribe en Romanos 12:1-2 “Asi que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta

¿Qué significa esto? A fin de cuentas, quiere decir que los cristianos están llamados a no ser conformistas. En otras palabras, la conducta cristiana está llamada en todas las culturas a trascender los patrones y las costumbres establecidas de esa sociedad en particular. El llamamiento de nuestras vidas es superior a lo que acepta nuestra sociedad. Como escribió Pablo, es “el supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:14).

Hablemos un poco del aborto. Muchas veces se escucha hablar, de los criminales. Si alguna pareja hubiera practicado un aborto, ciertamente no se hablaba de eso. Era prohibido en la cultura, no solo en la iglesia o el mundo religioso. El aborto estaba mal visto. Se consideraba como una de las formas más bajas imaginables de la conducta social.

Sin embargo, este capítulo no está hablando sobre el aborto, sino sobre cómo siguen las personas las costumbres de su nación. La mayoría de las personas están ahora a favor del aborto legalizado. Quizás hace unos 50 años no se aprobará el aborto ¿Qué ha cambiado?. Lo prohibido se modifican. La costumbre se alertó. Las personas están tomando sus decisiones éticas y conductuales basándose en lo que es socialmente aceptable en su entorno. Tristemente, la pregunta en nuestra sociedad no es “¿Qué me exige Dios?”, sino “¿Cómo están actuando todos los demás en la cultura?”.

Nadie pregunta lo que le agrada a Dios, sino más bien lo que prefiere su grupo de amigos. Es entonces cuando el mundo se convierte en una masa de obstáculos para el crecimiento espiritual.

Creo que una de las cosas más difíciles de aprender para el cristiano es buscar la mente de Cristo a la hora de discernir lo que debería hacerse. Y es que el fundamento de la ética cristiana no es lo que la sociedad local aprueba, sino lo que Dios nos llama a hacer. Para crecer en la vida cristiana tenemos que reconocer el obstáculo tal cual es y entender lo que tenemos que hacer para vencerlo.

Si queremos superar estos obstáculos del mundo, debemos llenar nuestra mente de las normas, los principios y las reglas de conducta que proceden de Dios.

El obstáculo de la carne

Ahora pasamos nuestra atención al segundo obstáculo para nuestro crecimiento en la santificación: la carne.

Cuando Jesús habla con Nicodemo sobre la carne, lo primero que le indica es: “El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3:5). Y después, el siguiente versículo declara: “lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu; Espíritu es” (Juan 3:6).

Jesús esta explicando el concepto de que, por naturaleza, cuando nacemos, lo hacemos en un estado de corrupción moral. Nacer en la carne significa venir al mundo en una condición sin inclinación por las cosas espirituales. Ingresamos cadáver, por así decirlo, porque estamos muertos aun estando biológicamente vivos. Y así iniciamos nuestra vida en este mundo en un estado de muerte espiritual, al que las Escrituras hace referencia en términos del lenguaje de la carnalidad. Jesús nos enseña: “La carne para nada aprovecha” (Juan 6:63).

Cuando Pablo compara la carne al espíritu, está estableciendo contraste entre la naturaleza pecaminosa de nuestra humanidad caída y el poder renovado que tenemos una vez nacemos en el Espíritu. En Gálatas 5:16-18. “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre si, para que no hagáis lo que quisiereis. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley

Pablo está escribiendo aquí sobre alguna clase de conflicto. Se está desarrollando una guerra, y se está produciendo en nuestro interior, entre aquello a lo que Pablo hace referencia a veces como el viejo hombre y el nuevo hombre. Los cristianos tenemos que luchar contra la carne mientras vivamos, hasta que entremos en la gloria.

Cuando Dios creó el mundo, creó un mundo físico. El mundo que creó era bueno. (Genesis 1:10). Por supuesto, después de la caída de Adán y Eva, el mundo quedó contaminado y esta corrupción se manifiesta muchas veces en cosas físicas. Pero lo físico no es, en y de por si, inherentemente malo. ¿Cómo sabemos esto?

En primer lugar, Juan escribe: “El verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Juan 1:14). El Hijo de Dios fue capaz de convertirse en un hombre-en la carne-sin pecado. Además, la Biblia nos enseña que Dios levantará nuestros cuerpos físicos y los transformará para que sean como el cuerpo resucitado de Cristo, al que se podía tocar.

Por tanto, podemos confirmar que la guerra que Pablo describe no es entre nuestras almas y nuestros cuerpos. Cuando afirmamos que uno de los principales obstáculos para el crecimiento cristiano es la carne, no decimos que se trate del cuerpo físico. Estamos hablando de la carne, en referencia a nuestra naturaleza humana caída. Esto incluye, desde luego, al cuerpo, pero también la mente, el alma y el corazón. Nuestro espíritu, que ha sido renovado por el Espíritu Santo, está en guerra con las inclinaciones pecaminosas que permanecen de nuestra naturaleza caída. A esto se refiere Pablo cuando trata este conflicto o contienda entre la carne y el espíritu.

Gálatas 5:19-21 “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgias y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios” El mayor obstáculo para la santificación  es que nuestro corazón de carne que sigue aferrado a deseos perversos y anhelos malvados. Me sigue tentando la idea de que el pecado me hará feliz. Pecamos porque queremos y esto se debe a que creemos que cometer la transgresión nos hará felices. No es cierto, nos proporcionará placer, pero existe una diferencia entre el placer y la felicidad.

Según el Nuevo Testamento, si queremos crecer en nuestra vida espiritual tiene que suceder dos cosas: la primera es obvia. El viejo hombre o la carne deben morir. En segundo lugar, el nuevo hombre debe ser alimentado y fortalecido. En términos sencillos, significa que la carne tiene que debilitarse y el espíritu fortalecerse. Debemos ser fortalecidos por medio de la gracia de Dios. y empezamos a matar al viejo hombre muriendo día a día.

Sin embargo, es un proceso que dura toda la vida, y ese poder y esa inclinación al mal luchan intentan seducirnos todos los días de nuestra existencia hasta que seamos glorificados.

El obstáculo del diablo

Hoy muchos han relegado todo el concepto de Satanás al nivel de la superstición.

No podemos simplemente descartar este concepto de Satanás si queremos tomarnos la fe bíblica en serio. Ciertamente, las Escrituras no lo consideran una imagen mitológica, sino más bien alguien real y poderoso. Es un concepto tan básico y central para el cristianismo que negarlo equivale fundamentalmente a impugnar la esencia de la fe misma.

Cada vez que pronunciamos el Padrenuestro le estamos pidiendo a Dios que ponga una valla a nuestro alrededor, que nos proteja de las artimañas y de los poderes seductores de Satanás.

Si consideramos lo que Pablo escribió en el libro de Efesios, vemos que alude de nuevo a una guerra. Ya hemos hablado de la lucha entre la carne y el espíritu. Mediante esta metáfora de guerra, el apóstol llama a los cristianos a vestirse con una armadura; en realidad, a ponerse toda la armadura de Dios. es un pasaje muy familiar para muchos de nosotros, pero mi pregunta es la siguiente: ¿Por qué nos ordena el apóstol a revestirnos de toda la armadura de Dios? Efesios 6:10-11 “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo”. En otras palabras, Pablo está indicando: Vístanse de toda la armadura de Dios por esta razón, con el fin de….¿qué? La respuesta es “para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo”.

Por este motivo necesitamos toda la armadura de Dios. Necesitamos protección. Requerimos armas que nos proporcionen la victoria en una guerra definida en términos de dimensiones cósmicas. Es una guerra cósmica, como Pablo aclara en el resto de este pasaje: (Efesios 6:12). Pablo nos llama a estar firmes contra un ataque, a sobrevivir a la arremetida de un ser preternatural llamado Satanás. Es uno de los obstáculos más poderosos en nuestra vida cristiana.

El Nuevo Testamento habla en otros lugares de Satanás como alguien que “se disfraza como ángel de luz” (2 Corintios 11:14).

También se toma otra alegoría del reino animal: “Vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8). La imagen del león es de fuerza suprema. Es el rey de las bestias, la más poderosa de todas. Cuando leemos sobre esta imagen de Satanás, podríamos sentir la tentación de preguntar: ¿Qué posibilidades tengo contra él? ¡Es tan poderoso! Y la Biblia dice: “Resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Santiago 4:7).

El apóstol Juan nos consuela del mismo modo: “Mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4). Podemos vencer a Satanás porque Dios es más fuerte que él, y Dios mora en cada uno de nosotros, los cristianos, mediante su Espíritu. Por poderoso, astuto, mañoso e ingenioso que pueda ser, Satanás sigue siendo una criatura y, por tanto, su poder es limitado. Es potente, pero no omnipotente. Solo Dios lo es. Satanás es inteligente, pero no omnisciente. Posee legiones de demonios a su disposición y los llama para que le ayuden a ejecutar su plan, pero él mismo no es omnipresente.


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