
Toda potestad
La obra misionera (o evangelista) es un ejercicio en poder. Pablo hace referencia a esto cuando dice que no le avergüenza el evangelio porque es el poder de Dios… (Romanos 1:16). El evangelizar es proclamar el mensaje. Lo proclamamos porque somos enviados a hacerlo (Romanos 10:15-16). El mensaje, lo que Dios ha dicho, es poderoso. Salva las gentes, al judío primeramente pero también al gentil. El reclamar este mensaje es un ejercicio en poder ya que el evangelio es poder.
Todo ejercicio de poder requiere legitimidad. Quién ejerce el poder necesita la autoridad para hacerlo. Por esto cuestionaron tanto a Jesús. Le preguntaron con qué autoridad hacía las cosas que hacía. Es decir, cuestionaron su legitimidad.
Por supuesto, no todo ejercicio de poder es legítimo. Hay aquellos que piensan que la evangelización es ilegítima. Algunas personas, en nuestro propio país, bajo el refrán de “usos y costumbres”, objetan a la evangelización como un ejercicio como un ejercicio inmoral de poder, ya que dicen, es una invasión indebida en su cultura que tiene fines de destruirla. Han observado que el evangelio no deja a las personas en la misma situación en que las encuentra, sino que les da nuevas perspectivas. A ellas, a estas personas que ya tienen nuevas esperanzas, habría que preguntarles si la predicación del evangelio fuera una “invasión indebida”.
Jesús resucitado, cuando dio su tarea principal a los discípulos, con las palabras que llamamos “la gran comisión” (Mateo 28:18-20), dio la respuesta definitiva a esta consideración. El prefacio a la “gran Comisión” dice: “TODA POTESTAD ME ES DADA”, en el cielo y en la tierra”.
Hemos hecho una distinción entre “poder” y “autoridad”. A veces tenemos el poder de hacer algo, pero no a la autoridad. Los dictadores políticos ejercen el poder, a veces muy eficazmente, pero sin autoridad. Es posible también que alguien pueda tener la autoridad sin tener el poder de ejercerla. A veces nos encontramos en esta situación. No así con Jesús: Él tiene la “potestad” (según muestra la traducción). Potestad incluye tanto el poder como la autoridad. La palabra en el idioma original del Nuevo Testamento, (griego = exousia), que ciertamente Jesús habló en esta situación, suele traducirse como “autoridad”, pero también incluye la idea de habilidad, fuerza, poder y competencia.
Por eso, cuando pensamos en la “gran comisión” tenemos que empezar nuestro pensamiento donde lo empieza Jesús con sus instrucciones. Tenemos que comenzar con “TODA POTESTAD”.
Editorial Publicado 22 de noviembre de 2009, en el boletín Buen Oleo, Iglesia Nacional Presbiteriana