Orar en el nombre de Jesús
Como no hay persona humana alguna que sea digna de presentarse delante de Dios, el mismo Padre Celestial, para que perdamos el temor que naturalmente tendríamos y que puede abatir nuestro ánimo para orar; nos ha dado el Nombre de su Hijo, para que en este Nombre podamos acercarnos a Él en la oración. El que es nuestro Señor, entonces, por la voluntad del Padre, es a la vez, nuestro abogado y mediador delante de la Divina Majestad. Bajo la guía de este Abogado podemos llegar seguramente al Padre, confiados de que legítimamente le pedimos.
Tal como los niños piden cosas y concesiones, por razón de su inmadurez, que no les corresponden y que les pueden hacer daño, nosotros, cristianos inmaduros, solemos pedir según nuestros deseos, que no necesariamente brotan de una sincera intención de glorificar a Dios. Sabemos que, por eso, nuestro Padre Celestial responde a muchas de nuestras oraciones, con profundo amor y una clara negación. Entonces nos quejamos, como niños, diciendo que Dios no oye nuestras oraciones.
Tanto como los ciudadanos de este mundo, pensamos que por el número de firmas en el documento petitorio, debemos ser escuchados. Nosotros, entonces nos juntamos con otros para que haya muchas personas que hagan la misma plegaria, pensando que si muchos pedios lo mismo, esto debe dejar un fuerte impacto en Dios. Olvidamos que nuestro Padre Celestial no se deja motivar o influir como un diputado o el presidente municipal.
Oramos en el nombre de Cristo porque así nos acercamos a Dios por medio de la fe. Sabemos con certeza de si nos acercamos a Dios en otro nombre o con otros motivos, quebrantamos el mandamiento de Dios y no hacemos caso a su voluntad, no tenemos promesa alguna de alcanzar lo que pedimos. Pedimos de acuerdo con las promesas de Dios, recordándolas, porque todas las promesas de Dios son así y amén en Cristo (II Cor. : 20), es decir, que en Cristo son firmes, ciertas y perfectas.
Oramos en el Nombre de Cristo porque esto es admitir que no tenemos derecho ni posibilidad de hacerlo por nosotros mismos. Nuestros pecados y nuestras actitudes rebeldes y egocéntricas, efectivamente bloquean toda entrada a la presencia del Padre Celestial. Entonces confiados en la obra eficaz de Cristo nuestro Redentor, hacemos nuestras oraciones en su nombre.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith. Boletín Buen Oleo domingo 8 de febrero de 2004.