¡Hosanna! ¡Hosanna en las alturas!
Como resultado de una de las señales más recientes y gloriosas que Jesús había hecho (la resurrección de Lázaro), su popularidad entre sus seguidores y la animadversión de sus enemigos habían alcanzado su clímax. Sus discípulos lo aclamaban, “pero los principales sacerdotes acordaron dar muerte (además de a Jesús) también Lázaro” (Juan 12:10) porque era el testimonio viviente de esa poderosa señal.
En ese ambiente polarizado entre la aceptación y el rechazo, el Señor Jesús “afirmó su rostro para ir a Jerusalén”. ¿Iba al azar, a ver qué sucedería? – La Biblia dice:
“Iban por el camino subiendo a Jerusalén… y le seguían con miedo. Entonces, volviendo a tomar a los doce aparte, les comenzó a decir las cosas que le iban a acontecer, “He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte, y le entregarán a los gentiles; y le escarnecerán, le azotarán, y escupirán en él, y le matarán…” (Marcos 10:32-34)
Así como treinta y tantos años antes “vino el cumplimiento del tiempo” en que él había de nacer (Gálatas 4:4), ahora ya se había cumplido “el tiempo en que él había de ser recibido arriba”. Porque los planes de Dios siempre se cumplen, Jesús se dispuso a llevar a cabo la misión para la cual había sido enviado por Su Padre, y “afirmó su rostro para ir a Jerusalén.”
Cuando llegaron a Betfagé, en las afueras de Jerusalén, envió a dos de sus discípulos a buscar el asnillo en el que, cabalgando, debería entrar a Sion, según la profecía (Zacarías 9:9). A su entrada, el entusiasmo de sus discípulos y seguidores se convirtió en una aclamación de apoteosis solo comparable al recibimiento a un héroe griego que volviera victorioso de los campos de batalla. Las palmas de triunfo lo demostraban. “Los que iban delante y los que venían detrás saben voces diciendo: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino de nuestro padre David que viene ¡ ¡Hosanna en las alturas!” (Marcos 11:9-10). – Cuando ya anochecía Jesús retornó a Betania; pero los principales sacerdotes se agazaparon en el Sanedrín, para fraguar lo que ellos pensaban que sería el zarpazo final definitivo.
Y la Pascua Judía estaba ya a la puerta.
Carlos Sandoval Benett. Abril 2001.