Acercarme a Dios es el bien – Salmo 73
Meditación bíblica sobre Salmo 73 por el A.I. Saulo Murguía A.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México
El libro de los Salmos es uno de los libros más amados de las Escrituras, visto como el libro más preciado y el libro más preciado para muchos creyentes durante varios milenios en diferentes idiomas y países.
El Libro de los Salmos sirve como un medio para que el creyente exprese sus esperanzas y esperanzas, inspirando su fe y renovando su confianza en Dios.
Sabemos que la Biblia se presenta a sí misma como la palabra de Dios impartida a Su pueblo; pero los 150 poemas del Libro de los Salmos representan una gama de voces humanas: los sonidos de lamento y de acción de gracias a Dios, personas que exaltan la bondad de Dios o imploran a Dios que los rescate y redención.
Los poetas de esta antigua antología dan voz a sentimientos que todos compartimos y buscamos expresar en un momento u otro de nuestras vidas.
Hoy hablaremos del Salmo 73, que precisamente habla de estas pasiones y sentimientos.
Veamos los primeros 3 versículos:
1 Ciertamente es bueno Dios para con Israel,
Para con los limpios de corazón.
2 En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies;
Por poco resbalaron mis pasos.
3 Porque tuve envidia de los arrogantes,
Viendo la prosperidad de los impíos.
Cuando eras un nuevo cristiano, ¿te inquietaba el sentimiento de que convertirte en un hijo de Dios debería hacerte la vida más fácil porque te habías convertido en objeto del amor y cuidado de un Padre celestial, pero en cambio descubriste que las cosas empeoraron?
Hay muchos cristianos que luchan con ese problema.
Es este mismo problema el que se presenta ante nosotros en el Salmo 73.
Lo que molestaba al salmista (Asaf) era la aparente contradicción entre lo que se le había enseñado en las Escrituras, que Dios era bueno con los rectos y los limpios de corazón, y su experiencia en la vida.
Tenía envidia, dijo, de los arrogantes y le inquietaba la prosperidad de los malvados.
Esa prosperidad le parecía una contradicción directa con lo que le habían enseñado acerca de Dios.
Le habían dicho que si eres recto y puro de corazón, es decir, si hubieras aprendido a aferrarte a la justicia que Dios provee y fueras limpiado por Su gracia, entonces Dios sería bueno contigo, cuidaría de ti y cuidarte.
En cambio, Asaf se daba cuenta de que su propia situación era difícil y muy desalentadora, pero los malvados a su alrededor, los impíos, parecían prosperar, y les iba bien en todo.
No podía conciliar esto. Lo turbó tan terriblemente que creó un profundo resentimiento y envidia en su corazón.
Nos dice que sus pies estaban a punto de resbalar o tropezar, al grado de que estaba a punto de renunciar a su fe.
Aquí está uno de los grandes valores de los Salmos para nosotros.
Estas maravillosas canciones populares de fe reflejan nuestra propia experiencia.
Son una representación de lo que la mayoría de nosotros estamos pasando, hemos pasado o pasaremos en el camino de la fe. Ha habido muchos cristianos preocupados de esta manera.
Han sido influidos por la aparente lógica del argumento del infiel o del ateo.
¿Cómo puede Dios ser tanto un Dios de amor como de poder y, sin embargo, permitir que los suyos sufran tan terriblemente a veces mientras que los injustos parecen prosperar y todo les va bien? Ese era el problema al que se enfrentaba Asaf.
El Salmo 73 refleja la forma en que nosotros, como cristianos, somos propensos a pensar.
Al igual que Pablo en Romanos, decimos: «Las cosas que no quiero hacer, las hago, y las cosas que quiero hacer, no las hago«.
Esta es probablemente una de las cosas más difíciles que enfrentamos cuando miramos a nuestro alrededor.
Esto, sin embargo, ocurre por tener nuestros ojos enfocados en la dirección equivocada.
Fíjate en lo que dice el salmista en el versículo 17, «Hasta que entrando en el santuario de Dios, comprendí el fin de ellos.«
¡Ahí está la respuesta! A menos que los malvados se arrepientan y se conviertan en verdaderos hijos de Dios, ¡esto es lo mejor que tendrán! Su eternidad es de eterna destrucción y tormento en el infierno.
Pero, para el verdadero creyente en Cristo, este mundo no es nuestro hogar, solo estamos de paso. ¡Nuestro verdadero hogar está en el cielo con el Señor, donde viviremos para siempre!
Cuando pensamos en esto, concluimos con el escritor del Salmo 73,
21 Se llenó de amargura mi alma,
Y en mi corazón sentía punzadas.
22 Tan torpe era yo, que no entendía;
Era como una bestia delante de ti.
23 Con todo, yo siempre estuve contigo;
Me tomaste de la mano derecha.
25 ¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti?
Y fuera de ti nada deseo en la tierra.
26 Mi carne y mi corazón desfallecen;
Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre.
27 Porque he aquí, los que se alejan de ti perecerán;
Tú destruirás a todo aquel que de ti se aparta.
28 Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien;
He puesto en Jehová el Señor mi esperanza,
Para contar todas tus obras.
Esta debe ser nuestra oración: Acercarme a Dios es el bien; He puesto en Jehová el Señor mi esperanza.