EL ÚNICO MENSAJE DE TIMOTEO

Pablo escribe a Timoteo la última carta de su vida, un poco de tiempo antes de que fuera sentenciado a la muerte por el gobierno romano. Sabe que Timoteo tenía que hacer “lo de San Pablo” en la iglesia, y le escribe una carta para animarlo y aconsejarlo. Habían pasado mucho tiempo juntos , y Pablo sabía que Timoteo entendía bien el evangelio y su aplicación. No tenía dudas de su doctrina ni de su capacidad de enseñarle y explicarla. Sin embargo, le escribe una carta para afirmar la orientación de este exalumno y experimentado compañero de trabajo. En la carta escribe estas palabras «te encarezco  delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la Palabra… (II Timoteo 4:1-2).

En estas palabras y en general en las dos epístolas que Pablo escribe a Timoteo, las tres palabras “prediques la Palabra” resumen su consejo. Pablo insiste en que Timoteo tenga un solo y único mensaje: La Palabra. Este mensaje es lo que siempre tiene que caracterizar su misterio, y constantemente. Predicar la Palabra no es repetir con frecuencia un breve “resumen” del evangelio, sino exponer la Palabra con tanta fidelidad que puede decir “así ha dicho el Señor”. De esta tarea Timoteo no se debe desviar. Todo lo que hacía tenía que contribuir a esta tarea.

                Ninguna teología pastoral es legítima si no tiene este énfasis. Hay muchas otras cosas que el ministro puede hacer. Algunos de ellos son buenos para aconsejar, vista, administrar, por ejemplo, pero nunca a expensas de predicar la Palabra. En unas iglesias, más o menos grandes, se puede contratar pastores para esas tareas, sin dejar de insistir en la predicación de la Palabra. En iglesias más pequeñas la predicación de la Palabra. En iglesias más pequeñas, los ancianos y los otros oficiales tienen que hacer este trabajo, en función de la predicación.

El ministro de la Palabra no debe dar pláticas desde el púlpito, como si fuese la Palabra, sobre los problemas actuales, aunque sean problemas sociales serios, importantes decisiones políticas (o eclesiásticos), que el cristiano tiene que tomar; más bien tiene que darles a los miembros de la iglesia los fundamentos bíblicos para enfocar estos problemas.

Predicar el único mensaje –la Palabra- es suficiente para toda una vida del ministro, y puede estar ocupado en ello “tiempo completo”. Si lo hace sinceramente y con empeño, tendrá más que suficiente para muchos, muchos años. Las congregaciones deben insistir en que el ministro de la palabra tenga el único mensaje que Pablo encomendó a Timoteo: “que prediques la Palabra”

Iglesia Nacional Presbiteriana Berith. Boletín Buen Óleo, domingo 9 de mayo 2004.

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