¿Quién lleva cautivo a quién?
En su segunda carta a los Corintios (10:5), Pablo habla acerca de llevar “cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”. Con seguridad hemos escuchado del daño que hace el cigarro al cuerpo humano, y nos preguntamos ¿quién consume a quién? Cambiemos un poco la pregunta, hagamos un paralelismo en relación con el pensamiento, y preguntemos: ¿quién lleva cautivo a quién?, ¿nosotros al pensamiento o el pensamiento a nosotros?
La teoría de la evolución, en mucho, ha determinado nuestra manera de pensar. Dicho principio, no solamente quiere dar una explicación del origen y la naturaleza del hombre, sino que también influye en otras áreas de nuestro criterio. De una manera simplificada, podemos decir que dicha teoría sustenta que todo lo anterior es inferior, ya que se da por sentado la supervivencia de los más aptos, todo lo actual, por el simple hecho de sobrevivir tenemos que concluir que es lo idóneo.
¿Esto se puede aplicar al pecado?, y concluir que ¿los pecadores de hoy son más altos y duchos que los anteriores? Tampoco podemos decir que los pecadores de antaño no fueron aptos y, que por eso no sobrevivieron. Sabemos que sobrevivieron, ¿esto quiere decir que fueron los más aptos? Si es así entonces, podemos estar seguros que pronto la raza humana se autodestruirá por depravación moral.
Una de las normas más importantes, en todas las áreas de la vida, son los valores. Sin embargo siguiendo el criterio de la sobrevivencia, muchos y en muchas ocasiones se le da un valor positivo a lo que me favorece, a la costumbre, a las opiniones de moda, o a la voz generalizada. Y como la mentira y el engaño parecen dar mejores resultados que la verdad y la honradez, se le otorgan valores positivos en la práctica cotidiana.
La idea popular de la libertad aboga por la abrogación de las leyes y reglamentos, y sucumbe ante lo popular o de moda. La opinión de la mayoría, aunque sea un grupo manejado, engañado, desorientado, y defraudado, es superior a toda ley, y tiene todo el derecho de deshacerse de ella. Por eso, hay tantos movimientos en masa, y se enfatiza la eficacia de los medios masivos de comunicación.
Todos estos pensamientos pueden llevarnos cautivos, y en lugar de llevar todo pensamiento cautivo a la obediencia a Cristo, estamos en peligro de que estos pensamientos nos lleven cautivos, pero como pueblo escogido, no debemos formar parte de esa masa, aferrémonos a la “Palabra y a la mente del Salvador” y digamos con el salmista: “examíname, oh Dios y conoce mi corazón. Pruébame y conoce mis pensamientos, y ve si hay camino de perversidad y guíame por el camino eterno”. Salmo 139:23-24
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith. Boletín Buen Óleo domingo 25 de julio de 2004.