UNA  BIBLIA: DOS TESTAMENTOS

Sabemos que la Biblia tiene una unidad. Tiene un solo autor, aunque muchos escritores; tiene un solo mensaje, aunque muchas aplicaciones; tiene una sola historia, aunque muchas narrativas; presenta un solo personaje, aunque hay  muchos en su derredor;  y tiene un solo pueblo como resultado de una sola salvación, aunque hay en ella muchas naciones y lenguas. Hoy enfocamos nuestra atención sobre otro aspecto de esta unidad; la Palabra de Dios, la Biblia es un solo libro, aunque se halla en dos testamentos. Este hecho no siempre es bien entendido, y hay muchas opiniones encontradas en cuanto a ello, especialmente tratándose de la relación que hay entre estos dos testamentos.

Algunas personas, incluso creyentes, piensan que hay cierta contradicción o contraste entre los dos testamentos, por ejemplo, en cierta ocasión, un predicador se refirió al Dios del Antiguo Testamento y al Dios del Nuevo Testamento como si fueran distintos Dioses. Incluso dijo que podía amar a uno pero no al otro. Lo que nunca entendió el expositor fue que miraba al mismo Dios con distintos lentes, unos lentes de su propia y defectuosa fabricación. Si vemos al Dios del Antiguo Testamento con los lentes del Nuevo Testamento, y al Dios del Nuevo con los lentes del Antiguo, no habrá confusión, pues queda claro que es el mismo Dios. Los dos testamentos, juntos nos dan una verdadera visión binocular de Dios. El Dios que conocemos en el Nuevo Testamento es el Dios, y no otro, y si lo vemos como otro, vemos con un lente mal colocado y mal enfocado. El Dios que conocemos en el Antiguo Testamento no cambia, ya que Él mismo dijo que no cambia, y si vemos cambios, estos cambios son manchas con que ensuciamos el lente con que vemos.

La Biblia es singular en doble sentido, es solamente una y los dos testamentos son igualmente Biblia, o sea, es una y única. Ninguna parte es más divina o más indispensable que la otra. El que quiera entender el Antiguo Testamento necesita el Nuevo Testamento  como clave, y el que quiera entender el Nuevo necesita el Antiguo como indispensable. Es imposible entender un solo Testamento, o un Testamento solo. El uno sin el otro no se entiende ninguno.

El Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo es el Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Y también es nuestro Dios, si lo conocemos por los dos Testamentos, pues se revela en los dos, JUNTOS.

Iglesia Nacional Presbiteriana Berith. Boletín Buen Óleo 29 de agosto 2004.                                 

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