Espejo – Santiago 1:22-25
22 Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. 23 Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, este es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. 24 Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. 25 Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, este será bienaventurado en lo que hace.
Como consecuencia de la pandemia se ha incrementado el uso los medios de comunicación electrónicos. Y esto ha ayudado a que mucha gente creyente y no creyente «escuche» la Escritura, ya que en redes sociales se publican versos bíblicos, sermones, reuniones de alabanza en donde también se habla aunque sea brevemente de la Escritura. Algunos de elleo intencionalmente buscan oir o leer la palabra de Dios y otros lo hacen de paso, de la misma forma que ven un comercial en redes sociales o en la televisión.
En semanas recientes se han retomado las reuniones y cultos presenciales en muchas iglesias y la gente sigue oyendo acerca de la Palabra de Dios.
Hay diferentes tipos de oyentes u «oidores»: los que oyen pero dejan que la Palabra entre por un oído y salga por el otro, y los que oyen y hacen.
Éstos últimos -los que oyen y hacen- son los que dejan que la Palabra entre a su mente y al corazón, teniendo un impacto en su vida y comportamiento.
En el pasaje que acabamos de leer, Santiago no solo dice que escuches la Palabra, sino que debes ser un hacedor de ella.
En tiempos bíblicos, no todos tenían acceso a la palabra escrita. La gente tenía que depender de sus maestros en la sinagoga. La capacidad de uno para aprender las Escrituras dependía de su disposición a escuchar la Palabra que se enseñaba. Pero Santiago está diciéndoles que no solo escuchen la Palabra de Dios, que no se limiten a sentarse en su sinagoga en sábado y escuchen lo que se enseña, sino que lo pongan en práctica activamente.
En la actualidad vemos que muchos han pensado que no es necesario que las personas sean hacedoras.
Muchas personas continúan engañándose a sí mismas o a otros al pensar que Dios no requiere un compromiso total con Él. Piensan que con usar las palabras de moda en la iglesia o un lenguaje «cristiano» ya es suficiente.
Por lo tanto, hay mucho autoengaño dentro de la iglesia en la que las personas se llaman a sí mismas cristianas, pero no siguen la palabra de Dios en absoluto.
Por eso Santiago incluye la frase ‘engañarse a sí mismos’. Es una advertencia terrible para las personas.
La fe es activa y llama a los creyentes a hacer algo.
Todo creyente está llamado a hacer la palabra.
Además, hay que notar que Santiago no dice aquí solo que «hagamos» la Palabra, sino que seamos HACEDORES de la Palabra.
El hecho de que Santiago lo exprese de esta manera indica que es simplemente hacer algo, sino que ser un hacedor es la forma en que uno se identifica a sí mismo. Que la hacemos siempre, todo el tiempo.
En los versiculo 23 y 24, Santiago dice que si no somos oidores solamente y no hacedores, somos como alguien que se mira en el espejo y luego se va y se olvida de como era.
¿para qué sirve un espejo?
Usamos los espejos para vernos a nosotros mismos tal como somos.
Si un espejo está defectuoso y no podemos confiar en él, entonces pierde su utilidad.
Queremos saber exactamente cómo estamos, para saber entonces cómo peinarnos o arreglarnos.
La Palabra es una herramienta provista por Dios que nos ayuda a conocer quiénes somos y cómo estamos.
Pero no nos muestra meramente nuestra imagen externa; nos deja ver cómo somos interiormente.
Es un espejo perfecto. Es la imagen más nítida.
El reflejo que vemos de nosotros en las Escrituras es absolutamente fiel.
La Biblia es el espejo más honesto que podemos utilizar. Podemos ver lo que somos con absoluta precisión. Lo crucial es lo que hacemos con esa información.
Lo que uno ve en el espejo nos lleva a hacer algo. En unos casos será eliminar un sucio del rostro, en otro peinarse, y aun en otros el afeitarse.
No es de sabios mirarse al espejo para no hacer nada. Así ve Santiago al que se expone a la Palabra y no hace nada al respecto.
La Biblia fue escrita para que hagamos algo con lo que leemos en ella.
No todos, sin embargo, actúan consecuentemente con la imagen que observan.
Observa que el contraste no es entre uno que se mira en un espejo y otro que no, sino entre dos que se miran, uno que hace algo al respecto y otro que no hace nada.
Cualquier cosa que pensamos, cualquier cosa que decimos, cualquier cosa que hacemos debe ser guiada por la Palabra de Dios y solo por la Palabra de Dios.
Por lo tanto, así como los versículos anteriores han establecido la necesidad de buscar la palabra, la necesidad de recibir la palabra, ahora hay necesidad de actuar en consecuencia.
En la misma medida en que te esfuerzas por oir la Palabra de Dios todos los días, ahora busca aplicarla.
Piensa activamente en las formas en que puede tomar el texto y ponerlo en acción en tu vida, a través de circunstancias, conversaciones y todo lo que pasa.
No se trata solo de buscar una comprensión del texto lo que debes buscar, sino que también hay que hacer algo al respecto.
¿Cómo has estado usando el espejo de la Palabra de Dios? ¿Qué dice de ti? ¿Has hecho algo al respecto?