Un lugar para nosotros

Después de un muy largo periodo de confinamiento cuando poco a poco las actividades cotidianas se están restableciendo, no es extraño que al rencontrarnos con viejos amigos escuchemos el siguiente dialogo: ¿Cómo has estado?, y una respuesta natural a la que no se da mucho pensamiento puede ser: “Pues ahí pasándola” – Esta es una respuesta simple, en la que no deja de haber un sentimiento inconsciente de queja y hasta de ingratitud. Pues si bien es cierto que hemos tenido situaciones difíciles y que muy posiblemente ya no disfrutemos del vigor y las condiciones que tuvimos en el pasado, a lo largo de la vida, día tras día el Señor siempre nos ha bendecido.

Como ejemplo de lo anterior bien podemos enumerar lo siguiente: La mayor bendición de todas es tener la certeza de conocer a nuestro Salvador, y entre otras mencionaremos que  a muchos de nosotros se nos dieron unos padres cristianos, o sencillamente crecimos en un  buen hogar, se  nos ha dado una manera honestas de ganarnos la vida, tenemos en nuestro entorno esposa o esposo, hijos sobrinos o parientes considerados. Hemos tenido la dicha de trabajar activamente en la iglesia de Dios, y hemos disfrutado del verdadero amor de hermanos cristianos, ¿No son todas éstas grandes bendiciones de Dios?

Que hubo y habrá pruebas y tiempos muy difíciles. ¡Claro que los hubo y los habrá! Como dice Amado Nervo en su Canto a la Vida: “No me prometiste que hubiera solo primavera…” Pero aún en los inviernos más crudos también Dios estará siempre con nosotros… Y todavía ahora  en estos complicados tiempos, cada día significa una bendición más que derrama el Señor sobre cada uno de nosotros.

 Pero aún  debemos esperar una mayor y mejor bendición: que es que el Señor nos llame a es Su bendita presencia. Debemos confiar en el Señor Jesús y en Su Palabra: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay… voy pues, a preparar lugar para vosotros” (Juan 14:2). Porque éste es el clímax de nuestra vida como cristianos: el momento en que abandonemos este mundo para entrar  a la gloria de Dios y encontrar cumplida la promesa de Jesús: un lugar preparado para nosotros en el cual moraremos juntamente con Él.

Nunca sabremos el momento en que hemos de recibir el llamado del Padre para acudir ante Él. Las ciencias y los cálculos  humanos son inciertos y engañosos. Lo que sí sabemos con certeza es que, para  entonces  el Señor ha preparado ya un lugar celestial en el cual estaremos con Él para siempre. “Vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy vosotros también estéis” (Juan 14:3). Esta es la sólida promesa de Jesús.

Así queridos hermanos, con la confianza y solidez de esta promesa cuando alguien le pregunte ¿cómo ésta usted? ¿Cuál será su respuesta?

Texto adaptado del original del Hno. Carlos Sandoval Benett Marzo 1995.                                

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