El querer como el hacer – Filipenses 2:12-13

Meditación sobre Filipenses 2:12-13 por el A.I. Saulo Murguia A.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México

Dijimos la semana pasada que la actitud que se espera del creyente viviendo en el nuevo pacto es: todo depende de Dios.

Solo tienes que mirarte a ti mismo para ver cuánto de tu vida aun no vive en ese nuevo pacto.

Esperas el éxito en virtud de algo que reside en ti: tu ascendencia, tu formación, tu personalidad, tu buena apariencia y cosas por el estilo.
Esa es la actitud de lo que comúnmente se le llama extrovertido, el que cuenta con sus propios recursos: «Tengo lo que se necesita para hacerlo, lo puedo hacer».
Es la actitud que solemos tener cuando vamos a una entrevista de trabajo. Eso puede funcionar para conseguir un trabajo, pero no es la actitud correcta ante todos los problemas y situaciones de la vida.

Puede ser que lo digan de una forma aparentemente modesta, porque aprendemos todo tipo de trucos sutiles para ocultar este tipo de egoísmo y no parecer tan orgullosos.

Decimos: «Realmente nunca he tenido ningún entrenamiento especial para eso, pero tengo algo de experiencia y haré lo mejor que pueda». Con eso, sutilmente estamos diciendo: «Tengo lo que se necesita».

Hay otro tipo de actitud -totalmente opuesta a la anterior- en la que vemos la situación en la que se nos pide entrar o realizar, y decimos: «No tengo lo que se necesita. No puedo hacer eso. No me pidas que haga una cosas así. Simplemente no puedo hacer algo así, hacer eso no es lo mío«.

En ambas actitudes estás contando contigo mismo, en la primera con que «tienes todo lo necesario» y en la otra estás contando con tu «falta de recursos«, pero a fin de cuentas tu ojo está fijo en la misma persona, tú mismo.

Necesitamos descubrir cómo dejar de confiar en nosotros mismos y confiar en la actividad de Dios, quien ha prometido que estaría en nosotros y obraría a través de nosotros.

Filipenses 2:12-13 tiene una hermosa promesa en la que Pablo dice:

12 Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, 13 porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.

«ocupaos en vuestra salvación«. (no lo dice en el sentido de que debemos hacer algo para ir al cielo por nuestros propios méritos, sino de dar solución a los problemas que los acosan, cuando ya andamos en el camino de Dios.)
«ocupaos en vuestra salvación«, dice, «porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad«.

Cualquier cosa que un hombre hace basado en sí mismo nunca agrada a Dios. Siempre es un fracaso; siempre es insuficiente en algún aspecto.

Lo único que puede agradar a Dios es la perfección, y el único que puede obrar perfectamente es Dios mismo.
Por lo tanto, lo único, la única vida que siempre agrada a Dios es la vida vivida por la fe, es decir, esperando que Dios obre en ti. Eso es la fe. Por eso nos dice Hebreos, «sin fe es imposible agradar a Dios» (Hebreos 11:6), y por eso Dios mismo nos dice que la única vida que le agrada es la que él mismo hace.

Eso es vivir en el nuevo pacto.

Podemos ver en el libro de lo Hechos que el apóstol Pablo no supo esto durante varios años de su vida como cristiano. Después de su conversión en el camino a Damasco, empezó con un poco de conocimiento de quién era Cristo Jesús y se dispuso a convertir al mundo para Cristo usando la brillantez de su mente, la formación y el entrenamiento que tenía, e incluso su ascendencia como judío para convencer a los judíos.

Él pensó que tenía lo que se necesitaba y enumera una impresionante variedad de credenciales para nosotros en Filipenses 3:4-6.

"Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible."

Tenía todas estas cosas a su favor. Así que incluso después de convertirse en cristiano, contaba con las mismas cosas para el éxito.
Pero, cuando lo probó en Damasco, no se registra ningún convertido. ¡En lugar de ello, organizaron un linchamiento! Paul tuvo que escabullirse por una pared en una canasta por la noche, como un criminal.
Luego subió a Jerusalén, nos dice, y allí probó lo mismo.
Entraba y salía entre los helenistas (los judíos de habla griega) y trató de persuadirlos de que Jesús era el Cristo. Estos eran delos suyos. Estaba muy seguro de que tenía lo necesario para alcanzarlos. Pero organizaron otro linchamiento en Jerusalén.

Finalmente, desanimado y derrotado, Pablo entró al templo a orar. El Señor Jesús se le apareció y le dijo: «Date prisa, y sal prontamente de Jerusalén; porque no recibirán tu testimonio acerca de mí» (Hechos 22:18).
¿Y qué dijo Pablo?

Voy a parafrasear un poco, pero en esencia lo que dijo fue,

“Señor, no entiendes esta situación. ¿Te das cuenta del equipo que tengo para llegar a esta gente? Yo era uno de ellos. Conozco su idioma. Conozco sus costumbres. Conozco sus actitudes. Si alguien tiene lo que se necesita para llegar a estos judíos, soy yo. No saben lo que estás haciendo mandándome lejos de aquí». Hechos 22:19-20 (paráfrasis)

Pero Jesús respondió de manera contundente: «Ve, porque yo te enviaré lejos a los gentiles.» (Hechos 22:21).

Así que Dios envía a Pablo a su ciudad natal, Tarso.
Durante varios años no volvimos a saber de él, hasta que Bernabé desciende a Antioquía donde había un gran avivamiento; Pablo va a ayudarlo, pero ahora es un hombre diferente. Ha aprendido -ha sido capacitado por Dios- a vivir en ese nuevo pacto.

Nos dice en Filipenses que aprendió una tremenda verdad:

En Filipenses 3:8 dice:

8 Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo,

Para concluir el nuestra reflexión de hoy:

Cuando Adán fue creado, todo lo que hacía, lo hacía por el poder de Dios. Cada vez que Adán plantaba un árbol, o quitaba la maleza del jardín, daba nombres a los animales, o lo que sea, lo hacía por la sabiduría y el poder de Dios.
Todo lo hacía Dios obrando en él. Adán tenía una sensación tremendamente estimulante de hacer las cosas bien, sabiendo que estaban bien, y haciéndolo por el hecho de que esperaba que Dios, que vivía dentro de él, supliera lo que se necesitaba para hacerlo.
Cuando Dios le dio la opción de obedecer, implicaba que Adán continuara esperando que Dios le proporcionara todo el conocimiento que necesitaba, Adán eligió desobedecer y perdió toda esa relación.

El hombre quedó entonces sumergido en la condición en la que todos nacemos, la de contar con algo en nosotros mismos para el éxito.

El pacto de obras (viejo pacto) sigue vigente, pero como creyentes debemos entender que no somos capaces de cumplirlo. Entonces para poder cumplir con ese pacto Dios nos da a su Hijo y ahora somos salvos por fe en su obra redentora. Vivir en el nuevo pacto es entender que: nada depende de ti, todo depende de Dios.

Tenemos la promesa de que Dios producirá en nosotros «el querer como el hacer, por su buena voluntad«

Debemos aprender a vivir en ese nuevo pacto. Dios nos capacita para ello.

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