Vivir en el Nuevo Pacto – Parte 4: Las promesas de Dios – Hebreos 8

Meditación sobre Hebreos 8 por el A.I. Saulo Murguia A.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México

Hemos estado hablando de los aspectos del Antiguo Pacto que cambian en el Nuevo Pacto, y nos permiten distinguir las diferencias fundamentales entre los dos pactos.
Hablamos hablado ya sobre: La ley sacrificial, el Sacerdocio y el corazón del hombre. Hoy hablaremos de las promesas de Dios.

Hebreos 8:6
Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas.

En el Antiguo Pacto, Israel estuvo de acuerdo en obedecer a Dios; y a cambio, Dios estaba de acuerdo en tratar a Israel como “un especial tesoro” (Éxodo 19:5-6).

5 Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. 6 Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel.

Dios hizo promesas específicas a Israel, por ejemplo: la lluvia a su debido tiempo, la victoria en las batallas, liberación de enfermedad, ser temidos por otras naciones y una prosperidad tan grande que Israel le iba a prestar a otras naciones y no tendría que pedirles prestado. (Levítico 26:3-13; Deuteronomio 7:12-15; 28:1-14)

Estas promesas eran enormes. Eran maravillosas.

Pero aun siendo tan maravillosas, estaban limitadas a la existencia física.

En el Antiguo Pacto no había oportunidad para que la nación de Israel pudiera recibir la vida eterna.
Es decir, los Israelitas podían disfrutar las bendiciones del Antiguo Pacto, pero solo durante su vida aquí en la tierra. Por la naturaleza de esas bendiciones en particular.

En el Antiguo Pacto no ofrece Dios la vida eterna porque Jesucristo no había venido todavía a esta tierra como el Salvador de la humanidad,

“Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.” (Hechos 4:12).

El sacrificio de Jesús dió a los seres humanos una solución para el hecho de que no habíamos vivido perfectamente (todos nosotros) y evitaramos la pena de muerte. El perdón era un requisito clave para que los seres humanos “reciban la promesa de la herencia eterna” (Hebreos 9:15) —la vida eterna (Tito 3:7).

Además, algo esencial que era necesario es el Espíritu Santo. Jesucristo lo llamó el «Paracleto», que en nuestra biblia se traduce como el “Consolador” (Juan 16:7); una promesa de Dios.

Y esa promesa se ve cumplida como se narra en los promeros capítulos de el libro de Hechos de los Apóstoles.

Espíritu Santo hace posible que la ley de Dios esté ahora escrita en nuestros corazones.

Pero no solo eso, sino que el Espíritu Santo hace posible que nosotros seamos “herederos de Dios”, para que “juntamente con él seamos glorificados” (Romanos 8:16-17).

Antes de la inauguración del Nuevo Pacto que hizo Crsito Jesús, el Espíritu Santo solo fue dado a unos pocos seleccionados como siervos de Dios (1 Pedro 1:10-11).

Porque vemos a través de la Escritura, que muchos -tal vez la inmensa mayoría- de los israelitas no tuvieron acceso a ese Espíritu, y por tanto no tuvieron acceso a la vida eterna.

Pero Dios, había planeado esto desde el principio: que todos los seres humanos tuvieran esa oportunidad (Tito 1:2) —su propósito es “llevar muchos hijos a la gloria” (Hebreos 2:10).

El acceso a la salvación con el Nuevo Pacto hace de este un mejor pacto que el pacto del monte Sinaí, porque el Nuevo Pacto fue “establecido sobre mejores promesas

Al final, todos los seres humanos que hayan vivido en la historia de la humanidad tendrán la oportunidad de vida eterna como parte del Nuevo Pacto. Aquellos que se conviertan en parte de la familia de Dios van venir a morar con Él para siempre, y no habrá más muerte (Apocalipsis 21:1-4).

Podemos ver que el Nuevo Pacto amplifica los términos del Antiguo Pacto

Aqui terminamos esta serie. Solo hemos hablado de algunas de las diferencias que existen entre el Antiguo y el Nuevo Pacto.

Pero los cambios que hemos visto nos hablan de algo contrario a lo que piensan muchos, ¡el Nuevo Pacto no anula todos los términos del Antiguo Pacto, sino que va construyendo, digamos, sobre el mismo pacto de acuerdo a un plan previamente estabelcido por Dios.

Ambos pactos incluyen sacrificios por el pecado, un sacerdocio que sirve en el tabernáculo, obediencia a las leyes de Dios, bendiciones prometidas por Dios.

Sin embargo, en cada caso, los cambios en el Nuevo Pacto amplifican los términos del Antiguo Pacto.

En el Antiguo Pacto, Dios les ofreció a los israelitas dos opciones y les dijo que “escogieran la vida” (Deuteronomio 30:19-20).

Dios ofrece lo mismo en la actualidad, para aquellos que él llama al Nuevo Pacto.

Lo que hace “nuevo” al Nuevo Pacto es que es mucho mejor -dice la Escritura- que el que fue dado por Dios en el monte Sinaí.

Dios -al ayudarte a entender esta verdad- te está llamando para que seas parte de ese nuevo Pacto ahora.

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