Haciendo las paces – Filipenses 4:2-3

Meditación sobre Filipenses 4:2-3 por el A.I. Saulo Murguia A.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México

2 Ruego a Evodia y a Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor. 3 Asimismo te ruego también a ti, compañero fiel, que ayudes a estas que combatieron juntamente conmigo en el evangelio, con Clemente también y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida.

El pasaje de hoy presenta la exhortación del apóstol Pablo a Evodia y Síntique “sean de un mismo sentir en el Señor”, es decir: pónganse de acuerdo.

No nos dice mucho acerca de estas mujeres, pero podría ser que en sus casas se reunieran dos de las congregaciones caseras de Filipos.

Es muy interesante ver mujeres que representaban papeles importantes en la organización de una de las iglesias originales, porque en la cultura griega las mujeres estaban más bien, si acaso, tras bambalinas.
El ideal de los griegos era que las mujeres respetables, eran mujeres discretas, que mantenían un bajo perfil, y ningún tipo de protagonismo.

Una mujer respetable no aparecía nunca sola en la calle; tenía su área dentro de la casa en donde pasaba la mayor parte del tiempo, y nunca se reunía con la parte masculina de la familia ni para las comidas. Mucho menos tomaba parte en la vida pública.

Las mujeres no tenían autonomía política y debían ser fieles a sus maridos, pero podían ir al templo, participar en actos religiosos o festivos o administrar los bienes del hogar.

En el relato que de Hechos que nos habla sobre trabajo de Pablo en Macedonia, podemos ver esto. Su primer contacto en Filipos fue en la reunión de oración que se celebraba en el río, y habló con las mujeres presentes (Hechos 16:13). Lidia era una figura importante en Filipos (Hechos 16:14).

En Tesalónica fueron ganadas para Cristo muchas de las mujeres importantes, y lo mismo sucedió en Berea (Hechos 17:4,12).

Hasta se pueden encontrar monumentos erigidos a mujeres por cuerpos públicos en ésa época. Sabemos que en muchas de las iglesias paulinas (por ejemplo, en Corinto), las mujeres se tenían que conformar con un lugar subordinado; pero vale la pena recordar, cuando estamos pensando en el lugar de la mujer en la Iglesia original y en la actitud de Pablo hacia ellas, que en las iglesias de Macedonia había mujeres entre los dirigentes.

Parece que la discusión entre estas dos mujeres no involucraba cuestiones doctrinales esenciales. Después de todo, el Apóstol no prefiere a una mujer sobre la otra, ni reprende a ninguna de ellas por alguna desviación respecto a sus enseñanzas. También habla de ellas como mujeres cuyos nombres Cristo ha inscrito en Su libro de la vida.

Pablo incluso tuvo que suplicar a uno de sus compañeros anónimos en Filipos, para ayudar a lograr la paz.
Pablo se dirige a uno al que llama «compañero fiel» con una palabra que quiere decir literalmente compañero de yugo, σύζυγος súzugos. Esa palabra usada como sustantivo significa colega; también podría se un nombre propio; un cristiano.

Si súzugos no es un nombre propio, no sabemos a quién se refiere, pero podría referirse a Epafrodito, a quien Pablo estaría encargándole, no sólo de llevar la carta, sino también de poner paz en la iglesia de Filipos.
De Clemente no sabemos nada más, pero ese nombre era muy común en esa época.

Pablo hacía uso de todos los recursos de la iglesia y hacía lo que fuera necesario para mantener la paz en la iglesia.
No es posible estar en paz con Dios y en guerra con los hermanos al mismo tiempo.

Por supuesto, el hecho de que su desacuerdo probablemente no involucrara doctrinas cristianas esenciales no significa que se tratara de asuntos sin importancia.

Los creyentes pueden debatir cuestiones que no sean esenciales del evangelio, pero no pueden hacerlo de una manera contenciosa que niegue la paz que Dios ha dado a Su pueblo. (Efesios 2:11–22)

Trabajemos para ayudar a lograr la paz donde se necesita en la iglesia de hoy.

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