Jesús, el salvador, cumplimiento de la promesa – Lucas 2:21-38

Meditación sobre Lucas 2:21-38 por el A.I. José Antonio Velázquez
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México

Jesús, el salvador, cumplimiento de la promesa
Lucas 2:21-38

Cumplidos los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre JESÚS, el cual le había sido puesto por el ángel antes que fuese concebido. Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor (como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abriere la matriz será llamado santo al Señor), y para ofrecer conforme a lo que se dice en la ley del Señor: Un par de tórtolas, o dos palominos.

Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él. Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor.

Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por él conforme al rito de la ley, él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo: Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, Conforme a tu palabra; Porque han visto mis ojos tu salvación, La cual has preparado en presencia de todos los pueblos; Luz para revelación a los gentiles, Y gloria de tu pueblo Israel. Y José y su madre estaban maravillados de todo lo que se decía de él.

Y los bendijo Simeón, y dijo a su madre María: He aquí, este está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones.

Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad muy avanzada, pues había vivido con su marido siete años desde su virginidad, y era viuda hacía ochenta y cuatro años; y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones. Esta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén.

El evangelista Lucas nos hace notar claramente, siguiendo nuestra lectura, que Jesús nace bajo la Ley, es importante que como representante de la humanidad cumpla con todos los requerimientos para que su misión sea completada cabalmente, así es circuncidado a los 8 días como cualquier varón israelí y su nombre es Jesús, tal como se lo reveló el ángel a María pues es el Salvador quien ha de cargar con nuestros pecados, y sus padres también cumplen con lo ordenado a Moisés sobre la purificación de su madre inmunda después de transcurrir los 40 días de haber dado a luz y el sacrificio de santificación por ser el primogénito, todo esto es una señal evidente de que llevaría nuestros pecados y de que es el Verbo encarnado.

Gran parte del pueblo de Israel seguía esperando el cumplimiento de la promesa de un Salvador, pero deseando ser salvados del imperio terrenal que los sometía, no así Simeón, un judío piadoso a quien el Espíritu de Dios había anunciado la llegada del Mesías. Este hombre piadoso oraba en el templo y aguardaba la llegada del Señor, del Salvador pero con la verdadera visión de que la salvación que proporciona es de la esclavitud espiritual, la obediencia de José y María a la Ley de la purificación a los cuarenta días para presentar un sacrificio expiatorio, donde solo llevan dos palomino reflejando la pobreza en que ha nacido Jesús, da la oportunidad de que el anciano Simeón reconozca inmediatamente a su Redentor, lo toma en sus brazos y exclama a gran voz:

Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra. Lucas. 2: 29.
Esto no quiere decir que Simeón esperara con desesperación la muerte, sino al contrario, el cumplimiento de las promesas de Dios de una vida eterna, de un Salvador, pues el Espíritu de Dios así se lo había revelado, que maravilloso tener el privilegio de ser quien anunciaría el nacimiento de nuestro Señor. Podía estar tranquilo y en paz, pues ya no tenía por qué temerle a la muerte.
Simeón es también el primero en anunciar que la salvación ha de ser para todas las naciones pues no es exclusiva al pueblo de Israel, y proclama:
Porque han visto mis ojos tu salvación, La cual has preparado en presencia de todos los pueblos; Luz para revelación a todos los gentiles, Y gloria de tu pueblo Israel. Lc. 2: 30-32

También anuncia a María y José que el niño que ha llegado, dará contradicción a muchos pues algunos se levantarán y otros caerán delante de Él, el hombre aflorará lo que tiene en su corazón. Advierte que una espada atravesará el alma de María, como su madre terrenal, haciendo alusión a la muerte de Jesús pero María aceptó su ministerio y sería una mujer de fe.

Ana, también instrumento de Dios, llega al templo en ese momento y el Espíritu de Dios le revela la identidad de ese pequeño y su reacción no puede ser otra que la de alabar a Dios y anunciar a todos los que se encontraban, el cumplimiento de la promesa en ese niño.

Bendita sea la hora en que llegó nuestro Redentor. Alabado sea Dios por su misericordia quien entregó a su hijo amado, Cristo Jesús por nosotros los pecadores, y hoy que celebramos un año más de su nacimiento, demos la importancia debida, dando gracias a Dios, reconociéndolo en nuestros corazones como lo hicieron Simeón y Ana y compartiendo con los demás está gran noticia como también ellos lo hicieron con los que estaban a su alrededor.

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