Matrimonio, el gran diseño de Dios – Parte 3 – Génesis 2:24–25

Meditación bíblica sobre Génesis 2:24–25 por el Hno. Alfonso Abascal
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México

Seguiremos hablando acerca del matrimonio, mencionamos que el matrimonio fue establecido por Dios y es un acto en el que dos personas, hombre y mujer se unen de manera voluntaria, ahora los dos serán una sola carne, formando su propia familia y su propio hogar.

En esta unión ambos se comprometen a permanecer fieles, respetarse, y sin importar si son buenos o malos tiempos seguir adelante.

Como matrimonio compartirán el mismo espacio, sus planes, metas, triunfos, problemas, tristezas e incluso fracasos. Será también en los momentos difíciles cuando con amor y comprensión se demuestren apoyo incondicional.

Mencionamos también la importancia de dedicar tiempo a la relación de pareja, se dijo que, si el matrimonio fue bendecido con hijos, la tarea como padres es temporal, pues con el tiempo los hijos se marchan. Mientras tanto que el vínculo matrimonial es permanente. De ahí la importancia de invertir tiempo en ello.

Lo que nos lleva nuevamente a nuestro texto de Génesis 2:

y serán una sola carne y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer y no se avergonzaban.

Ya hemos hablado de la unión que seda tras el matrimonio, que ambos son ahora una sola carne, y esta unión va mucho más allá de una simple compañía o el estar juntos y apoyarse en la educación de los hijos, etc.

El matrimonio no solo es trabajo en equipo y compañerismo. El matrimonio también es intimidad, es disfrutar del sexo con tu conyugue dado que Dios nos hizo seres sexuados hombre y mujer. Así, Dios no creo el matrimonio solo para la procreación también lo hizo para que él y ella disfrutaran de su intimidad como pareja:

Proverbios 5:18,19 dice:

Sea bendito tu manantial, y alégrate con la mujer de tu juventud, como cierva amada y graciosa gacela. sus caricias te satisfagan en todo tiempo,

Eclesiastés 9:9 dice:

9 Goza de la vida con la mujer que amas,

1ª de Corintios 7: 3 – 5

el marido cumpla con la mujer su deber conyugal, y así mismo la mujer con el marido. La mujer no tiene potestad sobre su propio cuerpo sino el marido, ni tampoco tiene el marido potestad sobre su propio cuerpo sino la mujer. No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración; y volved a juntaros en uno, para que no os tiente satanás a causa de vuestra continencia.

En estos pasajes notamos como se habla de alegrarse, recrearse y gozar del sexo y la intimidad con nuestro conyugue. La palabra recrearse en el hebreo quiere decir “estar intoxicado”; en un buen sentido ambos están intoxicados uno del otro, podemos ver como el sexo es aprobado por Dios si es dentro del matrimonio.

También el apóstol habla del hecho de no negarse el uno al otro, a menos que esto sea de mutuo acuerdo, y no por mucho tiempo para no caer en tentación.

El sexo es condenado cuando hay un mal uso o abuso; y, al ser fuera del matrimonio.

Lo trascendental del acto sexual es que no solo se funden dos cuerpos, también se funden las mentes, las voluntades y los corazones siendo uno solo. Y esta unión es tan fuerte e íntima que solo Dios pudo diseñar algo así; y esto sin duda es una bendición.

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