Identidad Colectiva
Parte de la naturaleza social del ser humano es su tendencia de identificarse con una colectividad. Es un aspecto de nuestra creación y, por eso, se da en todas las culturas humanas. Tal como el ser humano fue creado religioso y siempre tiene una religión, aunque ésta sea el ateísmo, fue creado social también y siempre pertenece a una colectividad. Esta identidad colectiva es de suma importancia en el desarrollo de su personalidad y en el entendimiento de su mundo.
Revelamos esto en nuestro uso del pronombre “nosotros”. Hace algún tiempo, pregunté a una persona que yo sabía que tenía muchos conocimientos de un movimiento social. Respondió pronto a mis preguntas y noté, casi de inmediato, que se identificaba con dicho movimiento. Decía algo así: “lo que queremos hacer es esto, y que dentro de poco tiempo pensamos que podamos planear para hacer este otro proyecto. Si nos dan lo que pedimos, entonces, podemos esperar que, dentro de poco…” así hablaba, con entusiasmo, proyectándose involucrando con la colectividad.
La más íntima expresión de esta identidad colectiva es, por supuesto, la más pequeña y, a la vez, la más intensa, el “nosotros” de un matrimonio. Es esto la que hace al matrimonio el núcleo de la sociedad. La fórmula del matrimonio dice, “…haciendo que se identifiquen en todos sus intereses, simpatías y esperanzas…”
Aunque ahí está la identidad colectiva intensamente concentrada, exquisitamente condensada, y esencialmente destilada, pues es la más refinada quintaesencia de ella, no es la única identidad colectiva que experimentamos. Nos identificamos con nuestra familia, con el pueblo, con nuestra escuela, y el grupo de nuestros amigos. La intensidad de la identidad varía con los tiempos y las circunstancias, pero nos conocemos y nos reconocemos por este conjunto de identidades colectivas que experimentamos.
A veces cambiamos nuestra identidad colectiva. Lo hacemos cuando salimos de la escuela o cuando cambiamos el lugar donde vivimos. Es posible aún que lo hagamos adrede. Decidimos ya no pertenecer a cierto grupo, asociación u organización. También podemos decidir encontrar nuestra identidad colectiva en el pueblo de Dios, en la iglesia. Los que somos creyentes esta identidad como una obligación. Es una obligación sumamente placentera que nos da profunda satisfacción, pero si, es una obligación.
Tenemos que adquirir esta identidad colectiva al grado que podemos decir, hablando entre nosotros: “lo que esperamos, lo que vamos a hacer, o nosotros pensamos que…”, etc. etc. El culto es un buen juicio en la identidad colectiva, pues nosotros oramos, y nosotros cantamos, nosotros escuchamos y nosotros aprendemos. Y algo muy importante para esta identidad colectiva como pueblo de Dios: nosotros ofrendamos.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith, boletín Buen Óleo domingo 16 de abril 2023.