Atributos de la Iglesia: 1. Unidad de la Iglesia

Meditación bíblica por el A.I. Gerardo Román
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México

Muy bien día amados hermanos,

Hoy vamos a iniciar una serie de 3 meditaciones acerca de los atributos Iglesia. Sabemos que de acuerdo con el credo Niceno la iglesia es una, es santa, es universal y es apostólica. Hoy vamos a hablar de la unidad de la Iglesia, el próximo viernes repasaremos su santidad y dentro de 15 días veremos su aspecto universal y apostólico. La intención es profundizar un poco más acerca de estos atributos y sus implicaciones prácticas.

Para comenzar, es importante recordar que la Iglesia es obra del Espíritu Santo y su naturaleza es ser la comunión de los santos redimidos por Dios.

UNA (singularidad):

Ahora bien, cuando hablamos de que la Iglesia es una, hablamos en primer lugar de que existe una sola iglesia a lo largo de la historia, nunca hubo distintas iglesias sino sólo una. En el antiguo testamento se le denominaba “el pueblo de Dios” o “el pueblo de Israel” y vemos cómo desde que Dios forma a su pueblo en el cumplimiento de su promesa a Abraham Él lo guía y protege conforme a la fidelidad de su pacto a lo largo de todo el antiguo testamento. A este mismo pueblo en el nuevo testamento se le denomina Iglesia, que viene del término griego Ekklesia que significa “llamados desde”, es decir, así como Dios en el AT llamó a los israelitas desde Egipto para ser su pueblo especial apartado del mundo para Dios, para ser santo, así también en el nuevo testamento tras la llegada del Reino de Dios en Jesús sigue llamando a su pueblo para el mismo propósito, y les denomina “la iglesia” es decir, los llamados. Siempre debemos tener presente este título de humildad que nos ha dado Dios, ya que la Sagrada Escritura es enfática en que fue Dios quien nos llamó y no nosotros a él. Su llamamiento es un acto de su libre gracia, nosotros no merecíamos ser librados de la esclavitud del pecado, sin embargo, por su gran misericordía Dios nos llamó de las tinieblas a su luz admirable en Cristo Jesús.

PARENTESIS INTRODUCTORIO A LA UNIÓN (COMUNIÓN)

Si bien sabemos que dentro de la iglesia existen asistentes que no son creyentes, cuando la Palabra de Dios habla de las bendiciones y deberes de la iglesia se refiere a la iglesia invisible, es decir, los elegidos. Esta distinción es importante cuando hablamos de la verdadera Iglesia. El catecismo mayor de Westminster en su pregunta No. 64 nos lo plantea de la siguiente manera:

P. 64. ¿Qué es la iglesia invisible?
R. La iglesia invisible es todo el numero de los elegidos que han sido, son y serán reunidos en uno bajo Cristo la cabeza. h)

Luego continua diciendo en la pregunta 65:

P. 65. ¿Cuáles son los beneficios especiales de que gozan por Cristo los miembros de la iglesia invisible?
R.
Los miembros de la iglesia invisible gozan por Cristo de unión y comunión con él en gracia y gloria. i)

Por lo tanto, cuando hablamos de que la Iglesia es una no sólo nos referimos a la unicidad o singularidad numérica a lo largo de la historia sino también a su unidad, es decir que nos encontramos en una relación de “estar unidos” en “comunión con Cristo”.

LA UNION EN CRISTO:

Ser uno o estar unidos es parte de la vocación y propósito de la iglesia. Recordemos lo que Jesús pidió al Padre en su oración sacerdotal por sus discípulos en el evangelio de Juan capitulo 17 versículos 20 al 23 que dice así:

20 Mas no ruego solamente por estos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, 21 para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. 22 La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. 23 Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.

La oración de Jesús por los que han de creer en Él, es decir, por la iglesia, es una petición al Padre por la unidad, dice “para que todos sean uno” de la misma forma en que Dios y Jesús son uno. Y dice que Él está en nosotros y el Padre en Él para que seamos perfectos en unidad. La relación que vivimos como Iglesia es en la unidad con Jesús. Aquí podemos vislumbrar que la unidad de la Iglesia a la que es llamada debe ser la de la relación de Jesús con el Padre, perfecta y en santidad, y de esta forma el mundo podrá conocer que Jesús fue enviado por el Padre.

Así entonces la unidad o unión que tienen los elegidos con Cristo es descrita por el Catecismo mayor de Westminster en la pregunta 66 que dice:

P. 66. ¿Cuál es la unión que los elegidos tienen con Cristo?
R.
La unión que los elegidos tienen con Cristo es la obra de la gracia de Dios, j) por la que ellos espiritual y místicamente, pero real y de una manera inseparable son unidos a Cristo como su cabeza y esposo, l) lo cual es hecho por su llamamiento eficaz ll).

Sabemos entonces que la unidad de la iglesia es espiritual, surge por obra de la gracia de Dios, consiste en una relación perfecta como la que goza Jesús con el Padre, y esta unidad nos permite ser la luz del mundo.

Esta unidad también se expresa dentro de la iglesia de forma práctica en el servicio los unos por los otros. Esto lo vemos en que uno de los nombres que se le da a la Iglesia para mostrarnos la naturaleza de esta relación de unidad en Cristo es la del “cuerpo de Cristo” planteada por el apóstol Pablo. Por ejemplo, en la epístola a los Efesios Capitulo 1, versículo 22-23 nos dice:

y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, 23 la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.”

Cuando Pablo habla de la Iglesia como el cuerpo de Cristo nos indica dos cosas:

  1. En primer lugar que la unidad de la iglesia es orgánica, es decir, está viva y coexiste en una relación interdependiente, como nos indica también en la primera carta a los Corintios capítulo 12, “ningún miembro le puede decir a otro no te necesito” porque Dios repartió los dones entre los miembros de la iglesia para que “no haya desavenencia en el cuerpo” y nos preocupemos los unos por los otros. En esta relación de unidad tenemos el deber de cuidarnos y mantenernos unidos en la fe, en el amor y en la paz.
  2. Y en segundo lugar, nos indica que la Iglesia permanece en una relación vital con Jesucristo como su cabeza considerándolo como su glorioso jefe al que debemos estar sometidos y sujetos (como también enseña en Ef 5). Es Cristo quien gobierna su Iglesia a través de la unidad de los miembros y su servicio activo.

Sin embargo, esta unidad perfecta y santa pareciera estar muy lejos de la realidad. Quizás más ahora en nuestro tiempo la Iglesia se encuentra fragmentada y esto se debe a otro aspecto importante de la unidad que suele ser malentendido. El apóstol Pablo en su carta a los Efesios capítulo 4 habla de la unidad de la Iglesia en términos de “Un Señor, una fe y un bautismo”. Esto no es una unidad superficial sino más bien es una confesión unificada de fe en la persona y obra de Cristo, es decir, estamos unidos por lo que confesamos, el fundamento de nuestra unidad descansa en la verdad del evangelio.

EL ERROR CONCEPTUAL DE LA UNIDAD

¿Cuál entonces ha sido el malentendido? Han habido intentos históricos de la iglesia evangélica por unir a las distintas denominaciones, a este esfuerzo se le llama “ecumenismo”. Pero para conseguirlo recurren al “pluralismo” es decir, a permitir que haya diversidad de creencias doctrinales. Si bien, pareciera que su intención de unidad es buena, la forma o estrategia utilizada implica un alto riesgo porque no han comprendido que la unidad descansa en la verdadera fe, en el verdadero evangelio, es confesional.

Reconocemos que la iglesia y sus miembros no nacen comprendiendo la verdad del evangelio, sino que toma tiempo y un esfuerzo continuo de educación para que las doctrinas conformen un sistema de creencias veraz basado en la Biblia. No obstante también reconocemos que una mala comprensión de la biblia genera vientos de doctrina que pueden poner en peligro la verdadera fe. La labor de la iglesia y su gobierno a través de los Pastores, maestros y oficiales es mantenernos en la verdad de la Palabra de Dios, y corregir los errores doctrinales para permanecer en la unidad confesional de la fe, es decir, en el verdadero contenido de lo que debemos creer acerca del evangelio de Cristo. Sin embargo, a pesar de este esfuerzo, ha habido herejías tan drásticas que ponen en riesgo doctrinas esenciales que nos mantienen separados de Cristo, como lo es la doctrina de “la salvación por gracia de Dios por medio de la fe”.

Este interés por mantener la sana doctrina se muestra continuamente en las cartas de Pablo. En la carta a los romanos vemos el esfuerzo de Pablo por defender el evangelio del legalismo y del antinomianismo. Del capítulo 3 al 5 Pablo realiza una exposición detallada de la justicia que viene por la gracia, de cómo las obras de la ley nunca fueron el medio para ser salvos por cuanto nos era imposible cumplirla sino que más bien el sentido de la ley era mostrarnos esa incapacidad y profunda esclavitud de pecado para guiarnos a Cristo como el sacrificio sustituto. Y tras exponer este asombroso detalle de la misericordia de Dios en Cristo procede a defender la gracia contra la falsa interpretación del antinomianismo, es decir, de aquellos que creen que al ser librados de la ley ya no tienen que obedecerla y se pueden dedicar a pecar. A partir del capítulo 6 comienza diciendo “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? Exclamando: “En ninguna manera”. Y entonces también se toma el tiempo de exponer detalladamente cómo estar unidos a Cristo implica una comprensión de que Él nos rescató de la esclavitud del pecado para poder vivir en santidad para Dios, la ley es buena y la tenemos para conocer a Dios y su voluntad, y para poder ponerla por obra como fruto de la gracia, que se irá perfeccionando en el proceso santificador del Espíritu Santo. Los invito hermanos a leer hoy estos pasajes y puedan constatarlo por ustedes mismos.

La defensa del evangelio ante el legalismo y el antinomianismo ha sido una batalla continua desde los tiempos antiguos. En el antiguo testamento vemos que los profetas de continuo eran enviados por Dios para que el pueblo o iglesia de ese tiempo depositarán su fe en la gracia de Dios y su Mesías redentor, así después Jesús expuso a los fariseos y su doctrina legalista, y vemos en Pablo esta batalla en diversas epístolas, la de romanos como veíamos, pero también a los Gálatas y los corintios. La Biblia está llena de ejemplos de la profunda importancia y trascendencia que es el mantener puro el evangelio de la gracia de Dios en Cristo, pues de esto depende que permanezcamos unidos a Él. Sin embargo, la historia de esta defensa no se queda ahí, sabemos que sucedió también en la reforma protestante cuando se buscó reformar a la iglesia por su inclinación al legalismo y esta batalla no concluyó ahí, incluso ha llegado a la iglesia evangélica hasta la fecha con el arminianismo. Nosotros confiamos que, a los escogidos, tarde o temprano, Dios los hará entrar en razón como le sucedió a Lutero, pero es nuestro deber cuidarnos de esa división para evitarnos caer en ser perseguidores legalistas o negligentes antinomianistas.

Satanás se ha metido en esto hermanos y no debemos ignorarlo. La correcta comprensión de la gracia de Dios viene de una consciencia del pecado que nos tiene esclavizados e incapacitados para cumplir nuestro propósito original, y que por ello era necesario que el Hijo de Dios se hiciera hombre y tomara nuestro lugar; nuestra fe está en la justicia que viene de Dios en la obra redentora de Cristo. Esta gracia de Dios en Cristo nos justifica, nos adopta en la unidad de sus hijos y nos santifica, y muchas son las bendiciones que Dios nos da como iglesia. Somos hechura suya, él así lo predestinó por su pura gracia para que podamos poner en práctica y voluntariamente su ley de amor que ya no nos condena. Nuestra labor como iglesia es permanecer en Cristo, madurando y dando frutos, cuidando la verdad de su evangelio y llevándolo a todas las naciones para formar discípulos que vivan en su asombrosa gracia.

Como bien lo resume Pablo en Efesios 4:1-6:

Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados,con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos.

Sólo unidos en esta fe podremos vivir en la gracia y amor de Dios cumpliendo nuestro propósito de ser la luz del mundo. Dios bendiga a su Iglesia para mantener la unidad. Amen.

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