Dios es amor – 1 Juan 4:7-11
Meditación basada en 1 Juan 4:7-11 por el A.I. Fernando Acevedo P.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México
Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, el amor se define como:
el sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear.
Es decir, es el vínculo de afecto provocado por la valoración de otra persona que da como resultado el deseo de su bien.
El hablar del amor en términos humanos, nos lleva a encontrar muchas definiciones acerca de él. El amor se puede definir según desde el punto de donde se vea; así tenemos el artístico, el científico, el filosófico, el religioso, etc.
Por ejemplo, desde los ojos artísticos, el amor es:
una forma de enfrentarse al mundo y vivir la realidad de ese sentimiento que despierta en el artista los más puros sentimientos que nacen en ese instante en su corazón y el deseo de manifestarlo.
Y así podríamos citar muchas más definiciones que se tienen en relación con el amor.
Ahora bien, también existen diferentes conceptos acerca del amor; tantos, que se pueden comparar con un caleidoscopio, que, al girar, los diferentes vidrios de colores que tiene se acomodan aleatoriamente y al ser iluminados por la luz, y reflejados éstos en los espejos que tiene, forman figuras muy hermosas; pero al girar otra vez, éstos se mueven para formar otra completamente diferente.
Es por eso que, a pesar de los intentos del hombre por definir el amor de la forma más bella posible, como en aquella canción titulada «el amor es una cosa esplendorosa», que expresa la emoción más fuerte que todo ser humano puede experimentar, a esta palabra se la ha quitado la profundidad de su verdadero significado.
Ahora bien, todos estos conceptos y definiciones, ¿tienen algo que ver con el concepto bíblico del amor de Dios? No.
Es por eso, que cuando hablemos acerca del amor de Dios, debemos tener mucho cuidado de no imponer las ideas que se manejan en el mundo.
En el pasaje de hoy leemos:
Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por Él. En esto consiste el amor; no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros.
En este pasaje, encontramos al apóstol Juan exhortando a los cristianos de aquella época, y por supuesto a nosotros, para que se demuestren ese amor perfecto que está disponible para todo hombre.
Los exhorta a que se amen con ese amor único que supera infinitamente al amor natural.
El amor del cual habla Juan es un amor ágape que une a la comunidad de los creyentes y cuya base es el carácter mismo de Dios porque el amor es de Dios.
Este amor que proviene de Dios es un don divino y es fruto del Espíritu Santo, que nace en nuestras almas cuando, por su acción, nacemos de nuevo. Ahora todo aquel que haya nacido de nuevo, tiene la capacidad de amar con ese amor que no es el amor que se encuentra en la carne, sino con ese amor que viene del mismo Dios, amor que Le pertenece, y cuyo Dios mismo es el fundamento, el origen, el manantial de ese amor verdadero.
Todos los que son nacidos de nuevo, pueden amar de esta forma, al recibir la naturaleza de Dios.
La siguiente parte debemos de tratarla con mucho cuidado, porque por su naturaleza, podría prestarse a malas interpretaciones dice: todo aquel que ama es nacido de Dios y conoce a Dios.
La razón por la cual debemos de tener cuidado, es porque, no por el hecho de que un hombre que experimenta un amor carnal, un amor natural, quiere decir que conozca a Dios, y menos que sea un hombre nacido de Dios, que es la marca indispensable de la regeneración.
Dicho de otra forma, cualquier persona que no haya experimentado el poder transformador del Espíritu Santo, tiene la capacidad de amar con ese amor que proviene de Dios; mientras que la persona regenerada si puede amar de esta forma, que es una señal del que ha nacido del Espíritu Santo.
Por tanto, nadie que no haya nacido de nuevo puede tener este tipo de amor, que es un don divino dado por Dios, mientras que los que han nacido en el Espíritu Santo, es imposible que carezcan de él.
A continuación, Juan dice: El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. Cualquier persona puede decir que es cristiano, pero sólo aquellos que aman como el Padre celestial nos ama, poseen la naturaleza divina y han sido regenerados.
Ahora bien, cuando Juan dice que Dios es amor, se refiere a que Dios es la naturaleza misma del amor, es la esencia misma de ese amor ágape que lo motivó a enviar a su Hijo unigénito a pagar la deuda que teníamos para con Él.
Ahondando más profundamente, así como Dios es Espíritu, Dios es la luz y es el fuego consumidor, también Dios es amor.
Es decir, Dios es tan amoroso, que este es un atributo tan íntimo de Dios, tan vinculado a Él, que podemos decir que Dios inherentemente es amor.
Este atributo de Dios se conjuga perfectamente con sus otros atributos; es decir, ninguno se contrapone, todos emanan de Dios con la misma intensidad.
Cuando a Dios se le despoja de Su justicia, de Su santidad, Su soberanía o algún otro atributo, por causa del amor, se está construyendo un ídolo amoldado a las necesidades humanas, y que puede satisfacer todo aquello en lo que necesitan creer para estar tranquilos.
Es tan sólo un ídolo formado por todos los temores que inundan el ser del hombre; un ídolo que puede cumplir con todos sus caprichos.
Esta forma de pensar acerca de Dios, lo transforma en un ídolo tan real como aquellos que son moldeados de madera, de piedra o pintados en un lienzo.
Cuando hablamos del amor de Dios, y que no lleve implícito el verdadero e insondable sentido de éste, estaremos distorsionando nuestro conocimiento de Dios, porque el amor está estrechamente conectado a su carácter.
Por eso, cuando Juan dice: todo aquel que ama, es nacido de Dios, se refiere aquellos que han nacido de nuevo por la acción del Espíritu y que, por tanto, llevan la naturaleza de Dios; ya que, la naturaleza de Dios está determinada en esencia por el amor, y los que son hijo de Dios reflejan ese amor.
Tan grande es ese amor con que nos amó, que su Unigénito vino a este mundo a derramar, una vez y para siempre, su sangre como propiciación de nuestros pecados.
Muchas gracias por su atención. Dios les bendiga.