El amor leal de Dios – Timoteo 4:6-8; Lucas 22:54-62

Meditación basada en Timoteo 4:6-8 y Lucas 22:54-62 por el A.I. Fernando Acevedo P.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México

La semana pasada estuvimos hablando acerca de que el amor que Dios tiene por nosotros es eterno, porque Él es eterno, y por tanto es para siempre. También dijimos que su amor es Santo porque Dios es Santo. Ahora, debemos de comprender el por qué su amor también es leal. Este amor que Dios tiene por nosotros es un amor tan leal que supera nuestra comprensión humana. El hombre no alcanza a entender esto, porque supera todo razonamiento humano. Por eso, veremos algunos casos de deslealtad que se presentan en la Biblia para tratar de entenderlo.

  Pablo se encontraba preso en una prisión en Roma, que no era más que una cisterna cortada de roca sólida; sin ventanas y por supuesto sin ventilación, era oscura, húmeda y solitaria; era una cisterna de dos a tres metros de alto y unos cinco metros de largo; por lo que Pablo estaba en una situación muy lamentable. 

 Es muy probable que desde esta prisión haya escrito esta carta a Timoteo, ya que, en segunda carta enviada a Timoteo 4: 6 – 8 dice: Porque yo ya estoy a punto de ser ofrecido en sacrificio, y el tiempo de mi partida ha llegado. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera; he guardado la fe. Por lo demás, me está reservada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, le Juez justo, en aquel día. Y no solo a mí, sino también a todos los que han amado su venida.

 Inmediatamente después de estas palabras que le dirigió a Timoteo, le dice: Procura venir pronto. Pablo le pide a Timoteo que no demore en visitarlo. Anhelaba ver a su amado colaborador a quien consideraba como su amado hijo, 2 Ti 1:2, porque su muerte se estaba acercando, anhelaba que en cuanto recibiera la carta, Timoteo partiera de Éfeso para visitarlo. 

 Pablo le suplica que no tarde. Se encontraba prácticamente sólo y decepcionado, porque Demas, que fue un compañero de trabajo en sus viajes misioneros, y que estuvo con él en su primer encarcelamiento; y además, estuvo presente en todas sus predicaciones, siendo testigo de la fidelidad de Pablo y de sus sufrimientos, al dejarse seducir por el mundo y partir a Tesalónica, actuó con total deslealtad, al abandonarlo en una precaria situación. Lo había desamparado. En el v.10 Pablo le hace saber esto a Timoteo, le dice: porque Demas me ha desamparado, amando a este mundo, y se ha ido a Tesalónica. Y continúa diciendo: Crescente fue a Galacia, y Tito a Dalmacia. Solo Lucas está conmigo. Toma a Marcos y tráelo contigo porque me es útil para el ministerio. 

 Pablo, que había sufrido el abandono total de Demas, dice a Timoteo en los versículos 17 y 18: Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerza, para que por mí fuese cumplida la predicación, y que todos los gentiles oyesen. Así fui librado de la boca de león. Y el Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para su reino celestial. A Él sea gloria por los siglos de los siglos. Amén. A pesar de que todos habían abandonado a Pablo en su primera defensa, estuvo con él alguien que nunca lo dejó, Jesús siempre estuvo con él, estando a su lado en cada momento de su defensa. Pablo sabedor de esto, exalta al Señor que lo fortaleció, teniendo la seguridad de que nunca lo abandonaría como Demas; y que estaría con él hasta que fuera llevado a su reino eterno.

 Todo lo que le dio fuerza a Pablo a lo largo de su ministerio, desde el momento en que el Señor lo llamó cuando iba a Damasco, la recibió de Dios. Tenía la certeza de que Él lo acompañaba, y confiaba completamente en el amor de Dios; ese amor que es eterno, que es santo, y que es leal.

 Ahora vayamos a aquel momento en que Jesús estaba entrando a su pasión, cuando estaba en un lugar llamado Getsemaní. Vemos a Jesús llevando consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan. Su alma se encontraba angustiada al borde de la muerte; su hora estaba próxima y oraba al Padre diciendo: Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; mas no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú.

 Tres veces se apartó Jesús para orar y tres veces encontró a sus discípulos durmiendo. La tercera vez mientras aún hablaba, se acercó el traidor, Judas Iscariote, quien con un beso le entregó. Mateo nos informa, que fue llevado al sumo sacerdote Caifás donde estaban reunidos los escribas y ancianos. Los discípulos habían huido, abandonándolo en el momento del arresto, pero Pedro, lo siguió hasta llegar al patio del sumo sacerdote, y se sentó con los alguaciles para calentarse en el fuego, ya que la noche era fría. En el Evangelio de Lucas 22: 54 – 62, dice: Y prendiéndolo, lo llevaron, y le condujeron a casa del sumo sacerdote. Y Pedro le seguía de lejos. Y habiendo ellos encendido fuego en medio del patio, se sentaron alrededor; y Pedro se sentó también entre ellos. Pero una criada, al verlo sentado al fuego, se fijó en él, y dijo: también eres de ellos. Y lo negó, diciendo: Mujer, no lo conozco. Un podo después, viéndolo otro, dijo: Tú también eres de ellos. Y Pedro dijo: Hombre, no lo soy. Como una hora después, otro afirmaba, diciendo: Verdaderamente también este estaba con él, porque es galileo. Y Pedro dijo: Hombre, no sé lo que dices. Y en seguida, mientras él todavía hablaba, el gallo cantó. Entonces vuelto el Señor, miró a Pedro; Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces. Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente.

 Pedro negó tres veces al Señor y la tercera, Mateo nos informa que lo hizo maldiciendo. Después de que las miradas de Jesús y Pedro se cruzaron dolorosamente, Pedro salió fuera del patio llorando amargamente y completamente arrepentido. Pero Dios por ese amor leal con que nos ama, le perdonó.

 Jesús fue abandonado por sus discípulos en esos momentos de gran angustia y sufrimiento. Pero… el mayor abandono que hombre alguno pueda experimentar, lo sufrió Jesús entre la sexta y la novena hora de su padecimiento en la cruz. ¿Qué sucedió en ese lapso de tiempo? Jesús bebió la copa de ira que Dios tenía preparada para Él. De esta forma, Dios le dio la espalda a su Hijo enviándolo al infierno, y estando clavado en la cruz, puso la totalidad de la maldición sobre Él. En ese terrible y espantoso momento, Cristo clamó a gran voz, diciendo «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

 El ser abandonado por Demas, o ser abandonado por Pedro, es una cosa completamente diferente a ser abandonado por Dios. Jesús sabía de ese abandono, por eso sudó gotas de sangre en Getsemaní, sabía lo que contenía la copa que estaba por beber, sabía que iba a ser sometido al castigo que nosotros merecíamos. Él sufrió la muerte espiritual al ser abandonado por Dios, siendo este el castigo final por el pecado.  En Isaías 53:10 dice: Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándolo a padecimientos. 

 ¿Por qué El Padre hirió de esa forma a su Hijo? No es por el hecho de que haya disfrutado hacerlo, o por el simple hecho de hacerlo, sino que tenía que ser herido y molido por Su mano. Él tenía que recibir la maldición por tú causa y por mi causa, por el gran amor con el que el Padre nos amó y por el gran amor con que el Hijo nos amó. Pero ahí no termina todo, Jesús después de pasar este proceso de abandono dice: consumado es. En Tus manos encomiendo Mi espíritu. Jesús entregó Su espíritu en manos del Padre, porque conocía el amor leal que le tiene. Jesús sabía que iba a ser abandonado por el Padre, pero sabía que seguía siendo amado por Él.

 Esto es lo que significa ser amados por Dios, que Jesús fue abandonado por su Padre, para que se manifestara el amor leal de Dios en nosotros, y podamos tener la certeza de que nunca vamos a ser abandonados por Él.

Les agradezco mucho su atención. Hasta luego.

Comparte con tus amigos