El aborrecimiento de Dios – Romanos 9:6-18

Meditación basada en Romanos 9:6-18 por el A.I. Fernando Acevedo P.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México

En estas últimas meditaciones hemos estado hablando acerca del amor de Dios. Y hemos dicho que Él es amor, que su amor es eterno, es santo y cómo su amor es bondadoso para con nosotros. Pero esta semana hablaremos de un punto difícil de entender. Este punto que aparece en el libro de Romanos, es acerca del aborrecimiento que Dios tiene hacia algunos. No el aborrecimiento del hombre hacia Dios, sino del aborrecimiento de Dios hacia el hombre. Esto último es muy duro, porque si nos ponemos a reflexionar un poquito, ¿se imaginan al Dios todopoderoso aborreciendo a alguien?

Bueno, el día de hoy hablaremos un poquito acerca de este difícil tema. Abran sus Biblias en el libro de Romanos 9 y sigan la lectura de los versículos 6 -18, dice:

6 No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas. 7 Ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia. 8 Esto es: No los que son hijos según la carne son hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes. 9 Porque la palabra de la promesa es esta: Por este tiempo vendré, y Sara tendrá un hijo. 10 Y no solo esto, sino también cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre 11 (pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama), 12 se le dijo: El mayor servirá al menor. 13 Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí. 14 ¿Qué, pues, diremos ¿Qué hay injusticia en Dios? En ninguna manera. 15 Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. 16 Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia. 17 Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra. 18 De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece.

En los versículos 7 y 8 de este pasaje, encontramos claramente la doctrina de la elección. Vemos cómo Dios deja bien en claro que, no por el hecho de ser descendientes de Abraham serán llamados hijos de él, sino sólo aquellos que nacieron de la promesa hecha por Dios, y que vendrían del linaje de Isaac. Los otros hijos que le nacieron de Agar y Cetura no fueron escogidos para formar parte de la promesa; es decir, que no todos serían llamados hijos de Dios. Pero más aún; en los versículos 11 y 12 vemos cómo, que a pesar de que Rebeca concibió mellizos, uno fue escogido por Dios y el otro no. Dice en los versos 12 y 13: 12 se le dijo: El mayor servirá al menor. 13 Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí. Es precisamente aquí donde leemos acerca de Dios aborreciendo a una persona, a Esaú. Este mismo texto lo encontramos en el libro de Malaquías 1:2,3. Este pasaje, escrito por Malaquías 1500 años después de la muerte de ellos, marca el hecho de cómo Dios hace su elección soberana sobre Jacob y su descendencia para vida espiritual, y deja a Esaú y su descendencia para juicio divino.

Esto por supuesto, no quiere decir que Dios sea injusto, sino más bien, la palabra hebrea «aborrecí» se está usando aquí como un modismo hebreo para indicar una preferencia. Así, al ser un Dios soberano a unos elige para salvación y a otros para la condenación. Por unos decide tener misericordia a través de Jesucristo, y a los otros les exige cumplir con toda la ley moral. A unos eligió para estar bajo la gracia por medio de Su Hijo, quien cumplió toda la ley moral por ellos, y a otros les exige cumplir con la ley para alcanzar la salvación. 

Veamos otro ejemplo de aborrecimiento en el libro de Génesis capítulo 19. Se nos narra cómo Jacob llegó a tener dos esposas, a Lea y a Rebeca. Recordamos que Jacob trabajó siete años como siervo en la casa de Labán para que éste le diera a Rebeca por esposa. Pero al término de este plazo, como la hija mayor no se había casado, Labán le impone a Jacob que se case con Lea y que trabaje otros siete años para conseguir a Raquel. Una vez que consigue casarse con Raquel, en el capítulo 31 v.29 de la Biblia de las Américas dice: «Vio el Señor que Lea era aborrecida». Volvemos a encontrar esta misma palabra que denota, no el hecho de que Jacob aborreciera a Lea, sino que tenía preferencia por Raquel.

Ahora bien, esto no quiere decir que cuando la Biblia afirma que Dios aborrece a alguien, sólo quiere decir que está prefiriendo a alguien por encima del otro. Se cree popularmente, que como Dios es infinitamente amoroso, bondadoso y misericordioso, al final de cuentas, todos iremos al cielo, y confiados en que las Escrituras afirman que Jesús vino a salvar a los pecadores y reconciliarnos con el Padre, no debemos temer ninguna enemistad con Él, dando rienda suelta a nuestras pasiones. Debemos tener cuidado con esta forma de pensar, porque, así como la palabra «aborrecer» se utiliza como un modismo hebreo para indicar una preferencia, también se utiliza de manera literal. Así el Señor, en su soberanía, escoge a unos para darles gracia y misericordia, y a otros decide darles justicia por el pecado cometido por nuestro padre Adán. En el libró de Éxodo 33:19 encontramos que Dios dice a Moisés: Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré mi nombre delante de ti; y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente.

Hay una dimensión en la actitud de Dios hacia el pecador, que indica una especie de disgusto completo hacía la raza humana pecadora y rebelde. Cuando se enfurece con Israel, se los hace saber a través de los profetas. Así en el libro de Amós 5:21 dice: Aborrecí, abominé vuestras solemnidades, y no me complaceré en vuestras asambleas. Este es un lenguaje muy fuerte, porque indica claramente la ira de Dios hacía la hipocresía humana; hacía a aquellos que sólo se acercan a la Iglesia a ofrecer sus ofrendas a Dios, cuando por otro lado, están sacando provecho del trabajo de otros para enriquecerse, o cuando ese dinero lo consiguen haciendo el mal a sus semejantes al venderles estupefacientes, o por solo cumplir con una obligación social. En el Salmo 5: 4 – 6 dice: 4Porque tú no eres un Dios que se complace en la maldad; El malo no habitará junto a ti. 5 Los insensatos no estarán delante de tus ojos; Aborreces a todos los que hacen iniquidad. 6Destruirás a los que hablan mentira; al hombre sanguinario y engañador abominará Jehová.  Este mismo sentimiento lo expresa Habacuc cuando se queja, al ver que Dios estaba tolerando el mal sin control, y no podía entenderlo diciendo: Dios, tú eres un Dios tan santo que ni siquiera puedes mirar el mal. 

Así que, debemos tener cuidado con la idea de que al final de los tiempos, Dios en su infinito amor, salvará a toda la raza humana. No. Esto no es así, porque Dios aborrece tanto el pecado como al pecador, sus ojos santos no pueden ni siquiera mirarlos. Y cuando en aquel día final, Jesucristo venga con todo su poder y gloria a juzgar a vivos y muertos; a todos aquellos que no recibieron un corazón de carne, a todos aquellos que no nacieron de nuevo por la acción del Espíritu Santo y no recibieron el don de la fe en Cristo, serán enviados al castigo eterno, al infierno preparado para la bestia y sus seguidores. Mientras que los que fuimos llamados y sellados por Espíritu el Santo, entraremos triunfantes al reino eterno de Dios.

Les agradezco su atención. Hasta luego

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