El Evangelio: la única Esperanza – Hebreos 6:9-20
Meditación sobre Hebreos 6:9-20 por el A.I. José Antonio Velázquez
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México
Pero en cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores, y que pertenecen a la salvación, aunque hablamos así. Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún. Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza, a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas. Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo, diciendo: De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente. Y habiendo esperado con paciencia, alcanzó la promesa. Porque los hombres ciertamente juran por uno mayor que ellos, y para ellos el fin de toda controversia es el juramento para confirmación. Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento; para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo, donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec.
En la meditación anterior vimos que el libro de Hebreos da fuertes amonestaciones por la apostasía, es decir, dejar atrás el sacrificio vicario para nuestra salvación hecho por Jesús por nuestros pecados y que al creer que por obras nuestras estaremos más cerca de nuestra Salvación, despreciamos la obra redentora de Cristo. También vimos que el ser pasivos no nos permite gozar de nuestra Salvación, debemos ser maduros en la fe y dar el mensaje en todo lugar a tiempo y a destiempo, y en toda circunstancia, pues el Señor rociará la siembra y se darán frutos donde Él, bien a bien los haga florecer.
El versículo 10 nos anota claramente que Dios no es injusto, otro de los atributos de Dios, pues sólo Él es completamente justo
y aun cuando no está obligado a cumplir sus promesas, por su soberanía suprema ya que nadie está por encima de Él, cuando da su palabra, esta se ha de cumplir cabalmente, pues Él no tiene la debilidad humana de ser voluble, lo que promete lo cumple y lo ha jurado por sí mismo. Nosotros cuando juramos, lo hacemos apoyándonos en algo superior o de mayor valor que nosotros, más sobre Dios no hay nada, por tanto, Él lo ha hecho por sí mismo, ya que no hay nada ni nadie superior, por eso mejor garantía no podemos tener.
Y es en su justicia, que nos promete no olvidar todo aquello que hagamos por los santos, entendiéndose por santos a todos aquellos que Él apartó para sí, es decir, que santificó, no es como una paga de Dios hacia nosotros, pues lo convertiríamos en deudor, cuando todo lo ha hecho por amor a nosotros, lo cual nos favorece.
El escritor nos invita a dejar la pereza, a trabajar en la obra del Señor, esto nos permitirá mantenernos firmes en la fe y la esperanza, nos exhorta a seguir el ejemplo de aquellos que antes de nosotros heredaron la promesa y nos dieron su testimonio a través de la vida dedicada a la obra redentora de Cristo, siendo Jesús nuestro modelo a seguir quien perseveró hasta la muerte de cruz.
El escritor de Hebreos nos recuerda la promesa que hizo Dios a Abraham, donde se ve su grandeza y fidelidad jurando por sí mismo, cuando nos dice:
y dijo: Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo; de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos. En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz.
Génesis 22:16-18
Dios juró por sí mismo, pues no existía ni existió ser superior que avale su promesa; cuando hacemos la solicitud de un préstamo nos piden un aval solidario, es decir, quien puede pagar en caso de no hacerlo nosotros y esta persona tiene que tener bienes superiores a la deuda que garanticen el pago, Dios no tiene a alguien superior a Él que pueda ser aval de su promesa.
Dios sigue cumpliendo su promesa, pues nosotros somos la simiente de Abraham de todas las naciones que se favorecieron de la promesa hecha a Abraham.
De esa promesa nació Isaac quien se mantuvo firme en la fe de la gloria eterna.
Dios al jurar por sí mismo comprometió su fidelidad y justicia y todas las infinitas perfecciones de su divinidad, que nadie posee.
¿Qué mayor consuelo podemos tener?
El escritor compara la seguridad de la promesa de Dios con el ancla que se tira al mar en medio de la tempestad, la cual mantiene el navío firme, de no ser llevado por la fuerza incontrolable de una tempestad, la promesa de salvación es esa ancla a la que debemos sujetarnos en medio de las vicisitudes de la vida.
En el versículo 20 nos dice que Jesús es el precursor, esto es el que hace el camino, el que va delante de la carrera haciendo brecha para los que vienen atrás sea fácil llegar a la meta.
Jesús es la primicia de la naturaleza humana que entró en el Reino Celestial, por eso es el camino que lleva a la verdad, a la vida eterna, Él va por delante, siendo el ejemplo a seguir quien restauró la relación de Dios con el hombre al morir en la cruz y se puede ver cuando el velo del templo se rasgó dando libre acceso al lugar santísimo siendo Cristo el sumo sacerdote representante del pueblo.