UNA IGLESIA VIVA
El conocido predicador, teólogo, evangelista, pastor, Juan Stott, tiene en su autoría un libro sobre los versículos 42 al 46 del segundo capítulo de Hechos. El libro se llama “SEÑALES DE UNA IGLESIA VIVA” y en ella hace una descripción de las cuatro señales que encuentra en este versículo. Este libro vale la pena leerlo, como también todos los libros de él.
Basándose en este pasaje, el autor da una explicación de las cuatro señales. Las cuatro señales tienen que ver con cuatro relaciones entre sí; la relación con Dios y la relación con el mundo. La vida de la iglesia depende de la manera en que se desarrollan estas cuatro relaciones.
Stott insiste en que estas señales son importantes porque si buscamos una iglesia que se aproxime a lo que debe ser, es menester saber cómo una iglesia debe ser. Muchas veces se busca en una iglesia las señales que no corresponden a una iglesia. Los que estamos en una iglesia y, por eso, no estamos buscando iglesia, sin embargo, apreciamos la iglesia o la criticamos en términos de las señales que vemos, debemos saber si estas son las señales de una iglesia viva y saludable.
La relación con los apóstoles tenía que ver con su enseñanza. Es casi seguro que todos los apóstoles tenían personalidades atractivas y eran gente muy amable. Sin embargo, la relación con ellos fue por la doctrina: perseveraban en la doctrina de los apóstoles. Esta es la primera señal.
Se llevaban bien entre sí. Se llamaban hermanos y perseveraban en comunión. Promovían las relaciones sociales. Sus círculos sociales no eran los de fuera de la iglesia, sino adentro. Se esforzaban para conocer y tener amistad con los demás que seguían la doctrina de los apóstoles. Esta es la segunda señal.
Por supuesto, se relacionaban con Dios. Alababan a Dios, ya que lo conocían íntimamente, por su propia revelación. Dios se había acercado a ellos, y ellos respondieron con amor, gratitud y adoración. Oraban. Hicieron sus cultos, esas conversaciones comunitarias con Dios. Esta señal que mencionamos como la tercera, era básica y subyacía a las demás, y penetraba todos los aspectos de su vida.
Una cuarta señal de su vida como iglesia era su relación con el mundo. Ellos sabían ejercer su ciudadanía en los cielos viviendo en el mundo, a favor del mundo. Su vida y su comunidad eran tan atrayentes que el mundo los buscaba y, desde luego, ellos buscaban a los del mundo. Vivían su espiritualidad en la carne, en este mundo y para el beneficio del mundo.
En esta vida de la iglesia primitiva, Juan Stott encuentra las cuatro señales de una iglesia viva. ¿Cómo andamos nosotros en cuanto a las cuatro señales?
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith, Pbro. Gerald Nyenhuis, publicado originalmente el 26 de marzo de 2006
