Luchando con la ira – Efesios 4:25-27
Meditación bíblica sobre Efesios 4:25-27 por el A.I. Fernando Acevedo P.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México
Cuantas veces no hemos visto a alguna persona pasarse un alto, y cuando lo detiene el oficial para levantar la multa, en lugar de aceptar su error, esta persona le responde con enojo y con ira a pesar de ser culpable por ello; se enfurece a tal grado, que se enfrasca en una discusión con él, y muchas veces se abalanza sobre de él para golpearlo. Si en lugar de reaccionar de esa manera, le dijera: disculpe oficial, sé que cometí el error de no fijarme que estaba el alto, las cosas podrían ser completamente diferentes, y tal vez, sólo tal vez, el oficial podría dejarle ir con sólo una amonestación. En el libro de Proverbios 15:1 dice: La blanda respuesta quita la ira.
Todos hemos experimentado enojo, y sabemos que cuando reaccionamos de manera agresiva, vemos los efectos negativos que provoca. Cuando nos dejamos llevar por el enojo, podemos darnos cuenta que este, tiene un poder destructivo que puede dañar seriamente las relaciones humanas. Si dejamos que la ira inunde nuestro ser, podemos causar problemas familiares que pueden llevar a separar matrimonios, a separar a hermanos, a padres de hijos, y muchas veces, es causante de asesinatos. Por eso es importante saber qué dice la Palabra de Dios sobre este asunto.
En el pasaje de hoy dice:
25Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros. 26Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, 27ni deis lugar al diablo.
Debido a que el creyente es una nueva criatura en Cristo, debe actuar como un nacido de nuevo, desechando las mentiras, hablando sólo con la verdad con su prójimo, una verdad en amor, por ser miembros de un solo cuerpo. Deben dejar visible que son un nuevo hombre y que viven la realidad de la nueva creación.
Ahora, en cuanto a la ira, Pablo declara de manera imperativa “Airaos”. Esto no quiere decir, que seamos unas personas que debamos andar enojadas, sino que nos está diciendo que la ira no es pecado. Todos, en muchos momentos de nuestra vida, nos airamos por diferentes razones, pero no implica que estemos pecando; si fuera así, Pablo nunca hubiera dicho esto a los efesios. Si el airarse fuera pecado, entonces, esto nos llevaría a considerar dos cosas.
La primera es que Dios es malo y la segunda, que Cristo fue un pecador. Pero desde el Antiguo Testamento, hasta Cristo, vemos que esto forma parte del carácter de Dios. Dios siempre ha expresado su ira contra los pueblos pecadores. Y si vamos al Nuevo Testamento, podemos ver a Jesús airado por lo que estaban haciendo los vendedores en el Templo de Su Padre. Recordamos cómo con un látigo derrumbo las mesas de los cambistas expulsándolos del Templo, porque Cristo estaba realmente enojado por todo lo que estaba pasando allí. Este tipo de enojo, que Cristo mostró en el Templo, se le llama indignación justa.
Entonces, cuando Dios está enojado, decimos que Dios tiene una ira justa hacia una humanidad, que desobedece Sus mandamientos y que constantemente lo desafía yendo detrás de dioses falsos, no creyendo en Él, tomando su nombre para cualquier cosa, inclusive para chistes. Vemos entonces que Cristo, visiblemente enojado, estaba manifestando una indignación justa sobre de aquellos que estaban profanando la casa de Su Padre, convirtiéndola en cueva de ladrones.
El enojo humano no es un pecado, y así como puede tener un lado positivo, lo tiene también negativo por ser una emoción humana muy peligrosa, ya que fácilmente nos puede llevar a pecar. En el libro de Proverbios 14: 17, dice: pero el que fácilmente se enoja, hará locuras. El enojo, por justo que sea, fácilmente puede conducir a perder el control, llevándonos a comportarnos de formas devastadoras y malas, tanto para nosotros, como para con las demás personas. Es por eso que Pablo dice a los efesios que cuando tengan ira, no pequen, que en su enojo no den cabida al pecado y agrega, que eviten que el sol se ponga sobre ese enojo.
Pero ¿qué quiere decir Pablo con esto? Que, aunque nos hayamos enojado de manera justa, si lo prolongamos más allá del día, puede convertirse en un enojo hostil y llevarnos a incumplir con lo que les dijo a los romanos. En el capítulo 12: 17 – 21, dice: 17No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. 18Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. 19No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. 20Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. 21No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.
La ira puede ser una emoción legítima y justa, pero con mucha facilidad se convierte en emociones negativas y destructivas como la amargura, el resentimiento, el rencor, cosas que surgen de una ira que está mal tratada o nunca ha sido tratada. Si dejamos que el sol se ponga sobre nuestra ira, puede prolongarse por días, semanas, años, y durar hasta el resto de nuestras vidas. Muchas personas caminan por este mundo cargados de ira. Personas que siempre andan enojadas por todo. Todo les molesta. Cuantas veces no hemos tratado con persona que, generalmente decimos, parece que está enojada con la vida. Tratar con una persona así, es ir caminando por un terreno lleno de minas, que en cualquier momento podemos pisar una de ellas y explota en un arranque de ira. Las personas que se encuentran en esas condiciones, es porque su ira nunca fue tratada, nunca lidiaron contra ella.
Así, se acaba el día sobre su enojo, y a este siguió otro y a este otro, hasta convertirse en años y en una forma de vida. Ira que, seguramente, fue provocada por algo que vivió desde su niñez. Las personas que desde niños fueron un problema dentro de sus escuelas o en la sociedad, van buscando con quién descargar esa ira, provocada por un padre o una madre que injustamente les infringió un castigó por cosas que nunca habían hecho. O porque los padres descargaban en ellos las frustraciones que traían en su corazón.
El poder de la ira es tan grande, que puede derribar naciones, provocar guerras, destruir familias y matrimonios. Es por eso, que todo cristiano sincero, debe de comprender la naturaleza de la ira para poder lidiar con ella. Así que, como cristianos, no debemos permitir que el sol se ponga sobre nuestro enojo. Muchas veces, mi esposa me ha preguntado, cuando surge alguna situación en casa, ¿por qué te enojas? Y es cierto me enojo, pero hay cosas que a mí me enojan, y a ella no. Así como hay cosas que a ella le enojan, y a mí no. En realidad, es que cada uno vemos las cosas desde un punto de vista diferente, cada uno de nosotros respondemos de manera diferente ante las situaciones que se van presentando en la vida. Esto es así. Pero, ¿Realmente sabemos por qué nos enojamos? Es bueno saber qué es lo que nos enoja, porque hay muchas causas por las cuales podemos llegar a la ira.
Una de ellas es la decepción. Cuántas veces no nos hemos visto decepcionados por algo o alguien. Esto puede provocar tristeza en nosotros, pero también provoca enojo, porque lo que creíamos que era seguro, en un momento se desvanece. La decepción crea y provoca ira. La gente decepciona a la gente. Nadie somos capaz de cumplir con todas las expectativas de otra persona, y entonces, la decepcionamos. O cuántas veces no hemos visto jugar a un niño pequeño, con las figuras geométricas metiéndolas en un cubo que trae agujeros con esas formas; y después de intentar varias veces meter una figura en un agujero que no corresponde, se desespera y la avienta decepcionado y enojado por la frustración que siente.
Otro tipo de ira puede ser causada por alguna situación o, por alguna mala dirección. Es decir, puede ser una ira situacional o ira mal dirigida. Estas dos se relacionan una con la otra. Por ejemplo, un maestro de escuela. Tiene un mal día con sus alumnos, sale enojado de la escuela y, en lugar de llegar a casa con su esposa y expresarle lo que vivió y pedir que le ayude a calmarse, no, llega enojado, desquitándose con su esposa y/o con sus hijos. Muchos es lo que hacen. Este es un ejemplo de ira mal dirigida.
Por otro lado, la ira situacional, se presenta cuando, por ejemplo, las personas se quedan atrapadas en el tráfico provocado por algún motivo desconocido, se hace tan lento que llega el momento que ya no avanzan; y por supuesto, quieren llegar rápido a su destino. Esto los frustra y empiezan a enojarse, a tocar las bocinas, hasta llegar a pelearse entre sí, cuando en realidad nadie tuvo la culpa, fue la situación que provocó el enojo de los conductores.
Estas son algunas de las causas que pueden provocar en nosotros el enojo. Y es normal. Pero lo importante es saber cómo lidiar con él. Nunca es bueno quedarse con una ira acumulada en nuestro corazón. Es peligroso almacenarla, porque en algún momento va a salir en proporciones desastrosas. Entonces, para saber lidiar con ella, debemos ir a la sabiduría de Dios, debemos pedir su dirección para saber cómo manejarla, porque necesitamos Su sabiduría y paciencia para encontrar el motivo de ese dolor que nos está provocando esa rabia. Necesitamos de la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento, para poder responder de manera adecuada a la ira que sentimos.