Hacedores, no solo oidores – Santiago 1:22-25

Meditación bíblica sobre Santiago 1:22-25 por el A.I. Saulo Murguía A.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México

Ahora que iniciamos un nuevo año, unos a otros nos felicitamos y expresamos nuestros buenos deseos. La mayor parte de ellos tienen que ver con la prosperidad económica, la salud y las relaciones interpersonales.

Para iniciar esta meditación, quisiera que recordáramos lo que dice en el último verso del libro de Jueces:

«En estos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía.» (Jueces 21:25)
Si leemos los capítulos que preceden a esta aseveración, nos daremos cuenta de que hay un tremendo impacto de esto en la vida y las costumbres del pueblo de Israel en ese momento.
Luego, a continuación, en el primer versículo del libro de Rut, inicia diciendo cual era la situación económica que se deriva de esto precisamente.
Dice en Rut 1:1
Aconteció en los días que gobernaban los jueces, que hubo hambre en la tierra.

Durante la época de los jueces en la historia de Israel, una hambruna devastó la tierra.
Pero el pueblo de Israel no tenía derecho a quejarse, porque en realidad estaban cosechando lo que su infidelidad había sembrado.

La cosecha abundante era algo que no podían obtener de una manera natural. Sabían que las buenas cosechas y las cosechas abundantes estaban en manos de Dios.

Dios les había estado diciendo constantemente, a través de los profetas, que si obedecían sus mandamientos llegarían lluvias para regar sus campos y obtendrían cosechas abundantes. Pero, de lo contrario, si desobedecían a los mandamientos de Dios, habría castigo.

En el período de los jueces, eso sucedía con frecuencia entonces. En el capítulo 2 del libro de Jueces, vemos que, al morir Josué, el pueblo de Israel se envolvió en la idolatría. Dice en Jueces 2:11,12
«Después los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová, y sirvieron a los baales. Dejaron a Jehová el Dios de sus padres, que los había sacado de la tierra de Egipto, y se fueron tras otros dioses, los dioses de los pueblos que estaban en sus alrededores, a los cuales adoraron; y provocaron a ira a Jehová.»

El pueblo de Dios no escuchó su voz. Se olvidaron de él y adoraron a otros dioses, y las lluvias no llegaron.

La buena tierra, un regalo maravilloso de Dios, puede proporcionar cosechas abundantes.

Sin embargo, sabiendo esto el pueblo, había optado por descuidar su trabajo en la tierra y buscaron medios mágicos -supersticiosos- para hacer prosperar la tierra. Se había dedicado a adorar ídolos.

Puede parecer esto algo sin sentido, y pensamos

¿Quién haría algo así? ¿por qué?

Santiago nos dice que no basta escuchar la Palabra de Dios, debemos hacer lo que dice (Santiago 1:22-25).

Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, este es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, este será bienaventurado en lo que hace.

No hacer lo que dice la Palabra es como un granjero que hace todo lo que puede para destruir la buena tierra, asegurando una cosecha terrible y luego quejándose contra Dios.

Así era en la época de los jueces, en los días de Rut, cuando «cada uno hacía lo que bien le parecía«.

Si leemos con cuidado el libro de Jueces en los capítulos que preceden a esta frase -esta aseveración- comprenderemos lo lejos que nos puede llevar el ser sólo oidores y no hacedores de la palabra de Dios.

Ahora que iniciamos un nuevo año, siempre tenemos planes, sueños, propósitos que queremos cumplir. Dios ha provisto todo lo necesario. Pero tenemos que recordar que «el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, este será bienaventurado en lo que hace.»

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