OFICIALES

El origen y la historia de la palabra «oficial» son sumamente interesantes. Los derivados de la misma raíz muestran algo de esta historia. «Oficioso», desde el latín, quería decir exageradamente cumplido, cortés en extremo, muchas veces hipócritamente, o excesivamente hacendoso. «Oficioso», en tiempos romanos, popularmente solía significar «estorbar» o «molestar», aunque técnicamente era «ayudar en el desempeño de un encargo»
El «officium», la raíz, era el deber con que uno tenía que cumplir, la tarea o encargo a desempeñar. El énfasis siempre estaba sobre el deber. El oficial entonces es aquel que ha recibido y ha aceptado un encargo con que debe cumplir. Este encargo le es un deber. La palabra traduce distintas palabras griegas – diácono, episcopos (obispo) y practor (practicante o funcionario). Este último término era lo más usual. El oficial es aquel que cumple con su deber, es el que se desempeña en el encargo, es el que lo practica.
El oficial lo es porque ha recibido un encargo. Uno pude autombrarse a ser oficial; tiene que recibir el encargo. Una vez recibido este encargo de la congregación, ya que la asamblea de los creyentes es la iglesia. No recibe el encargo de uno o dos de ellos, o de un grupo, sino recibe su encargo de la asamblea formalmente constituida con la participación (el voto) de los presentes, y tiene que recibir la mayoría de los votos.
Cuando el candidato a oficial recibe el encargo que va a serle un deber, es menester que los dos, la congregación y el candidato, sepan cual es el contenido del encargo. La congregación que le elige ha de saber para que lo llama, y el candidato ha de entender cuál es la especialidad del oficio. No basta con poner nombres -anciano o diácono (o a un pastor)- si por un lado o el otro no se sabe con precisión cuál es el deber que se impone al oficial.
El nombre descriptivo de los oficios ha de ser entendidos de la misma forma por los dos lados. Por eso, todos los oficiales, sobre todo los nuevos (pero no hace daño a los experimentados revisar su encargo periódicamente) deben recibir instrucción y preparación en el cumplimiento de sus tareas. La membresía de la iglesia también ha de entender lo que pueden y deben esperar (o no esperar) de los oficiales.
Un culto especial, una vez al año, a la «instalación» de los oficiales, ayuda en eso, pero a lo mejor no es suficiente. No basta con simplemente llamar la atención a lo que estamos haciendo. Sin embargo, no cabe duda, todos debemos saber para qué son ofíciales, qué deben hacer y cómo los podemos apoyar, sostener y cooperar con ellos. Todos nosotros quedamos comprometidos con los oficiales y la iglesia.

Iglesia Nacional Presbiteriana Berith. Publicado originalmente en el Boletín “Buen Óleo“ el domingo 26 de febrero de 20066

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