La salvación perfecta ‬- Hebreos 10:1‭-‬25‬‬

Meditación sobre Hebreos 10:1‭-‬25‬‬ por el A.I. José Antonio Velázquez
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México

Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan.
De otra manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una vez, no tendrían ya más conciencia de pecado.
Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados; porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados.

Por lo cual, entrando en el mundo dice:

Sacrificio y ofrenda no quisiste;
Mas me preparaste cuerpo.
Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron.
Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para
hacer tu voluntad,
Como en el rollo del libro está escrito de mí.

Diciendo primero: Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley), y diciendo luego: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto último. En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.

Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies; porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.

Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque después de haber dicho:

Este es el pacto que haré con ellos
Después de aquellos días, dice el Señor:
Pondré mis leyes en sus corazones,
Y en sus mentes las escribiré,

añade:

Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones.

Pues donde hay remisión de estos, no hay más ofrenda por el pecado.
Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.
Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió.
Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.

Este es un pasaje lleno de esperanza para todos los que el Señor nos ha llamado pues nos confirma en distintas ocasiones que una vez que hemos sido salvados, justificados, redimidos por la sangre preciosa derramada en el sacrificio del Señor Jesús, el Cristo, el Mesías, el Hijo del hombre tenemos asegurada nuestra salvación y el poder estar en la presencia de Dios pues ya ha sido pagada nuestra deuda de una vez y para siempre.

Cómo este acto no depende de nosotros, de lo que hagamos o dejemos de hacer, sino por el cumplimiento de la promesa hecha a nuestros primeros padres que Dios mismo daría el medio de reconciliación, nuestra relación restaurada con Dios es para siempre, ahora somos sus hijos y eso no va a cambiar ¡Gloria a Dios!

No por eso podemos hacer lo que mejor nos parezca o lo que queramos pues nuestra obediencia a Dios es una manifestación palpable de el agradecimiento que tenemos por su inmenso amor hacia nosotros, por abrir el camino quitando el velo para que podamos entrar al lugar santísimo sin restricción alguna. Por eso nos pide que nos acerquemos a Él de la forma más pura que podamos, sinceramente, limpios, buscando hacer su voluntad para no ensuciar nuestro corazón, sino que seamos santos porque Él es Santo, porque es fiel nosotros debemos ser fieles.

Esto también se refleja en nuestra relación con los otros hijos de Dios, nuestros hermanos, sabemos que todos estamos propensos a caer en las malas obras por eso nos pide que no dejemos de congregarnos para que nos edifiquemos unos a otros y nos apoyemos unos a otros estimulando nos a las buenas obras que Dios ha preparado de antemano para que las hagamos, debemos amarnos y de esa manera cuidarnos y animarnos unos otros.

Dios en su inmensa sabiduría a previsto y proveído todos los medios necesarios para nuestra salvación y para nuestro crecimiento espiritual, respondamos con amor hacia Él y hacia nuestros hermanos.

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