La victoria de Jesús consumada – Lucas 23:13-‬49

Meditación sobre Lucas 23:13-‬49 por el A.I. José Antonio Velázquez
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México

De acuerdo con las fechas estamos conmemorando un año más de la semana Santa o semana Mayor, pero lo importante de esto es el acontecimiento en sí, y que mejor que escuchar a un gran historiador y cronista quien pudo entrevistar a los testigos, discípulos de Jesucristo, para escribir con precisión los hechos por lo que he escogido el Evangelio de Lucas en el capítulo 23 de los versículos 13 al 49 para escuchar la narrativa de Lucas la cuál dice así:

Entonces Pilato, convocando a los principales sacerdotes, a los gobernantes, y al pueblo, les dijo: Me habéis presentado a este como un hombre que perturba al pueblo; pero habiéndole interrogado yo delante de vosotros, no he hallado en este hombre delito alguno de aquellos de que le acusáis. Y ni aun Herodes, porque os remití a él; y he aquí, nada digno de muerte ha hecho este hombre. Le soltaré, pues, después de castigarle. Y tenía necesidad de soltarles uno en cada fiesta.

Mas toda la multitud dio voces a una, diciendo: ¡Fuera con este, y suéltanos a Barrabás! Este había sido echado en la cárcel por sedición en la ciudad, y por un homicidio. Les habló otra vez Pilato, queriendo soltar a Jesús; pero ellos volvieron a dar voces, diciendo: ¡Crucifícale, crucifícale! Él les dijo por tercera vez: ¿Pues qué mal ha hecho este? Ningún delito digno de muerte he hallado en él; le castigaré, pues, y le soltaré. Mas ellos instaban a grandes voces, pidiendo que fuese crucificado.

Y las voces de ellos y de los principales sacerdotes prevalecieron. Entonces Pilato sentenció que se hiciese lo que ellos pedían; y les soltó a aquel que había sido echado en la cárcel por sedición y homicidio, a quien habían pedido; y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.

Y llevándole, tomaron a cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevase tras Jesús. Y le seguía gran multitud del pueblo, y de mujeres que lloraban y hacían lamentación por él. Pero Jesús, vuelto hacia ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos. Porque he aquí vendrán días en que dirán: Bienaventuradas las estériles, y los vientres que no concibieron, y los pechos que no criaron. Entonces comenzarán a decir a los montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos. Porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará?

Llevaban también con él a otros dos, que eran malhechores, para ser muertos. Y cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes. Y el pueblo estaba mirando; y aun los gobernantes se burlaban de él, diciendo: A otros salvó; sálvese a sí mismo, si este es el Cristo, el escogido de Dios. Los soldados también le escarnecían, acercándose y presentándole vinagre, y diciendo: Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo. Había también sobre él un título escrito con letras griegas, latinas y hebreas: ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS.

Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas este ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.

Cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por la mitad. Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró. Cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo: Verdaderamente este hombre era justo. Y toda la multitud de los que estaban presentes en este espectáculo, viendo lo que había acontecido, se volvían golpeándose el pecho. Pero todos sus conocidos, y las mujeres que le habían seguido desde Galilea, estaban lejos mirando estas cosas.

El hijo de hombre, en quien  Dios tiene  complacencia, ha abandonado toda su preeminencia y se presenta ante el juicio del hombre, siendo inocente de todo pecado, toma nuestro lugar para recibir muerte de cruz por nuestros pecados, haciendo gala de sumisión y obediencia al Padre para el perdón de nuestros pecados, ante Él si se ve pecador cubierto  su ser con todas las miserias de sus elegidos, sucio y contaminado por nuestros delitos, más pagando el alto precio  por nosotros, dando su vida, el precio establecido para poder estar nuevamente en la presencia de Dios y satisfacer su justicia,  siendo comprados con su sangre, cumpliéndose la palabra de Dios al mandar al Cordero vicario para que todo aquel que en Él cree tenga vida eterna.

Manifiesta su poder al perdonar los pecados de uno de los malhechores, quien le pide clemencia y se acuerda de él en su Reino. Todo se ha cumplido tal cual lo dio a conocer nuestro Dios a través de sus profetas. El precio ya sido pagado y ha quitado cualquier derecho que el diablo hubiera podido tener sobre su rebaño, nos ha hecho libres de condenación y ahora nos presenta justos delante del Rey de reyes y Creador del universo. Consumada es la victoria de nuestro Señor Jesucristo a beneficio de los hijos de Dios.

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