
Yo sé que mi Redentor vive.
¡Qué afirmación tan poderosa! ¡Qué verdad tan llena de vigor y energía para vivir! ¡Cuánta certeza y esperanza trae a nuestro corazón saber que nuestro Redentor vive!
Consideremos por un momento la experiencia de Job: Sus hijos han muerto, su casa fue destruida, su hacienda arruinada, su carne roída, sus amigos le vituperan y le injurian, los muchachos se burlan de él y los que él que amaba, se volvieron en su contra. «Sabed ahora – -dice – que Dios me ha derribado.»
Y es entonces cuando – incomprensiblemente para muchos – declara «Yo sé que mi Redentor vive y al fin se levantará sobre el polvo; y después de desecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios. Y mis ojos le verán, y no otro, aunque mi corazón desfallece dentro de mí.»
Podemos pensar, a primera vista, que Job fue un hombre extraordinario poseedor de una fe inquebrantable; la verdad es que era Dios mismo quien le sostenía, pues fue Él quien le hizo, según el propio testimonio divino, «un varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal»
De esta manera, su testimonio profético deja consignado para las generaciones futuras que el Redentor vive. Se nutre así desde la antigüedad la verdad gloriosa de la resurrección de Cristo. Muchos otros profetas proclamarían y confirmarían esta verdad eterna, pero el testimonio de Job es sin duda, un fundamento muy antiguo de esta verdad revelada por Dios.
Como consecuencia inmediata de la resurrección del Redentor, está nuestra resurrección. Job lo dice así: «Después de desecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios y mis ojos lo verán.» En el Nuevo testamento esta misma certeza se expresa de diferentes maneras, vgr. «Mas ahora Cristo ha resucitado de entre los muertos, primicias de los que durmieron es hecho … porque así como todos mueren en Adán, también en Cristo, todos serán vivificados.. Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo en su venida.»
Este testimonio no sólo nos alienta y da confianza en nuestras vicisitudes y problemas en esta vida, aunque nuestro corazón desfallezca dentro de nosotros; más aún, nos afirma en la esperanza gloriosa de nuestra resurrección y vida eterna al lado de nuestro victorioso Redentor, Cristo Jesús.
¡Aleluya! ¡Cristo vive!
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith. Boletín “Buen Óleo“ publicado originalmente domingo 27 de marzo, 2017.