
ARREPENTIMIENTO
Juan Calvino (Instituciones 3.3.21) dice que «el arrepentimiento es un don singular de Dios». También dice que esta verdad es tan evidente que no es necesario detenerse en probarlo. Sin embargo, menciona un texto del libro de los Hechos (11:18), donde dice que los cristianos primitivos glorificaban a Dios, diciendo: «de manera que a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida». Los cristianos, en el tiempo de los apóstoles, cuando estos todavía vivían y trabajaban en la iglesia, claramente hubieran definido el arrepentimiento como «un don singular de Dios». Lo que nos llama la atención es la frase: «arrepentimiento para vida».
Hoy en día estas palabras suenan raras. Pensamos que el arrepentimiento es algo que nosotros hacemos, y no tanto un don que recibimos. Normalmente no pensamos en el hecho de que, si Dios nos deja en nuestros pecados, nunca vamos a arrepentirnos. Es cierto que podemos reconocer que en ocasiones nos hemos equivocado (como todos los demás) y que tenemos que corregir el error, pero casi siempre solemos disculparnos, presentando excusas para supuestamente justificarnos y sugerir que el error no fue totalmente nuestra culpa. Estamos dispuestos a confesar nuestros desvíos, con cierto tono de contrición, al ofendido, dándole con eso la obligación de perdonarnos. Y esto es lo que llamamos arrepentimiento.
Esta actividad que hacemos, aun concediendo la posibilidad que sea sincera, es momentánea. Unos días más tarde decimos que las cosas pasadas son pasadas.
La tristeza que sentimos, porque arrepentimiento siempre implica cierto grado de tristeza, sobre todo si el que hemos ofendido sea alguien que queremos mucho, no tarda mucho. A veces la tristeza desaparece en el momento de recibir una expresión de perdón.
Pablo, aconseja a Timoteo que corrija con mansedumbre, a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad y escapen del lazo del diablo en que están cautivos a voluntad de él (II Tim. 2:25-26). Pablo escribe estas palabras para animar a Timoteo a ser un fiel predicador de la Palabra, ya que será la Palabra lo que dará el arrepentimiento; no lo hará Timoteo.
Hemos aprendido que un tipo muy humano del «arrepentimiento» suele tener buenos efectos sociales y suaviza los momentos ásperos en las relaciones humanas. El cristiano debe saber esto, y practicarlo mejor que nadie. También tiene que saber que esto no le salva, tampoco describe la gracia de Dios.
Juan Calvino, en las mismas páginas donde encontramos las palabras citadas, muestra que no hay salvación sin arrepentimiento. Estar arrepentido es una descripción del creyente; lo es siempre. El arrepentimiento viene con la regeneración, que viene por la Palabra de Dios.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith, Boletín Buen Óleo, publicado originalmente domingo 24 de junio del 2012.