EL CUIDADO DEL ALMA
Una tarea que todos tenemos es la de cuidar el alma. Existen libros sobre este tema. Algunos de estos libros son libros de texto para estudiantes en los seminarios. Tienen que ver con el cuidado pastoral, y el número de estos libros es muy alto. Sin embargo, se siguen produciendo. Parece que nunca hay suficientes. O ¿será que no son eficaces y no enseñan lo que deben enseñar?
Otros de estos mismos libros, aunque son menos en número, son para los cristiano. No es ilógico publicar esos libros para todo el público, ya que cada uno de nosotros tiene la tarea de cuidar el alma. No obstante su necesidad, estos libros suelen ser de poca utilidad y excesivamente repetitivos. A veces estos libros se disfrazan como libros de espiritualidad, pero la máscara no les ayuda mucho.
Algunos dirían: esto no se aprende de los libros, se aprende por imitación. Cuando alguien sabe bien la tarea de cuidar el alma, la de él mismo y las de los otros, tenemos que observarlo, estudiarlo, aprender de sus métodos y hábitos e imitarlo. El consejo no es malo. Los cristianos inmaduros (esto no depende de la edad) podemos aprender mucho de los maduros. De hecho, en la Biblia a los cristianos maduros se les llama «espirituales». Y se supone que los espirituales sí saben cuidar el alma.
Se ha dicho que por eso tenemos ancianos en la iglesia. Los ancianos son los que obviamente, y a la vista de todos, saben cuidar el alma. Por lo menos, eso lo damos por sentado. Sin embargo, oímos a veces que los ancianos por tanto esfuerzo que ponen para cuidar su propia alma no tienen tiempo ni inclinación para cuidar a las otras almas. También se ve lo contrario: tanto cuidan las almas de los otros que no tienen tiempo ni disposición para cuidar de su propia alma.
Por eso, tenemos que ir a lo básico. Si vamos a cuidar algo – los niños, las mascotas, los enfermos, el ganado, la salud— tenemos que empezar con la nutrición, la alimentación. No es lo único, pero sí es lo básico. Todos tenemos que cuidar nuestra alma. Es una tarea de tiempo completo, y el tiempo completo no parece suficiente. Tenemos que empezar entonces con lo fundamental en atender en este campo lo que podamos. Es menester que iniciemos con la alimentación.
El otro día leí en una revista un artículo sobre el cuidado de los viejos, aunque el artículo los llamaba los de la «tercera edad». El artículo afirmaba que la mayoría de los de la tercera edad están mal alimentados, sufriendo la mayoría de ellos de mala nutrición. Suelen ingerir demasiado de lo que no les nutre y poco de lo que necesitan.
Es también problema de nutrición el cuidado de las almas. Sufren de mala nutrición. Las almas, por lo general, están desnutridas. Estamos hablando, por supuesto, de nuestras almas, y también las de nuestros ancianos. Tenemos un grave problema de desnutrición. Puede ser que haya otros para quienes el problema es peor. Este es un problema que tenemos que tratar a lo largo, pero tenemos que empezar donde el problema es más agudo, con nosotros mismos.
En el artículo sobre el cuidado de los de la tercera edad se aconseja a los maduros alimentarse con más frecuencia. En lugar de comer tres veces al día, deben comer cinco veces al día. Así pueden tener los suficientes minerales, vitaminas y proteínas. La alimentación de las almas también debe ser más frecuente. Por lo menos dos veces cada domingo, lecturas diarias en casa y la asistencia a un estudio, a una sociedad, etc. Para empezar a cuidar tu alma, hay que poner atención a la alimentación. Sería bueno, entonces, para tu alma, que estuvieses en culto de la tarde hoy.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith, Boletín Buen Óleo, publicado originalmente el domingo 27 de abril del 2008.