La gracia moldea el carácter – Tito 2:11-14

Meditación bíblica sobre Tito 2:11-14 por el A.I. Saulo Murguía A.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México

11 Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, 12 enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, 13 aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, 14 quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.

Introducción

Este pasaje se encuentra el la carta del apóstol Pablo a Tito. Escribió esta carta mientras se concontraba encarcelado en Roma, poco antes de ser martirizado.
Pablo y Tito habían ido a Creta a predicar.
La isla de Creta era bien conocida por su cultura inmoral. Pero eso no enfrió el celo evangelístico de Pablo y Tito, quienes proclamaron el evangelio de la gracia de Dios.
Pronto empezaron a formarse iglesias en cada pueblo, reuniones de cristianos nuevos que necesitaban ser guiados y enseñados en la fe.
Las vidas de los nuevos creyentes eran un desastre, por las viejas costumbres y la influencia de todo su entorno cultural y social, pero Pablo le dice a Tito: “Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente” (Tito 1:5).

Para hacer eso, Tito primero ordena ancianos, hombres piadosos, para que participen en la obra. Ayudan, primero, enseñando a otros: modelando la fe y compartiendo sus vidas.
Estos ancianos también tenían que “enseñar” la fe: mantenerse firmes en las convicciones bíblicas, practicar la consejería bíblica y participar en la confrontación bíblica. Este era su trabajo.
Por su parte como pastor, Tito debía enfocarse muy particularmente en la enseñanza.

No bastaba con hablarle a la gente acerca de la gracia de Dios en Jesús, Tito también tenía que aplicar el evangelio a un comportamiento apropiado y práctico.
Eso es lo que expresa en Tito 2.1 cpn estas palabras: “Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina».

Luego, en los versículos 2-10 del capítulo 2, Pablo ilustra este ministerio con ejemplos prácticos del tipo de enseñanza que necesitan los diferentes grupos de la iglesia.

Pero ahora surge una nueva pregunta:
¿por qué obedecer?

Tito 2:10 termina diciendo cual es el objetivo de ser fieles:
“no defraudando, sino mostrándose fieles en todo, para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador.”

Pero ¿por qué debería querer ese objetivo? ¿No es suficiente la salvación? ¿Por qué molestarse con un comportamiento piadoso?

La respuesta de Dios está en nuestro texto de hoy.

La gracia es la base para el cambio (Tito 2.11)

«Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres»

Muchos cristianos imaginan que si bien somos salvos por gracia, nuestros buenos esfuerzos hacen crecer en piedad. Después de todo, así se siente, y algunos textos nos hacen creer eso. Efesios 2:8,9, por ejemplo, señala que,
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.”
Entonces la salvación es claramente un regalo de la gracia de Dios. Pero el siguiente versículo (10) agrega:
“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”.

Fuimos salvos para buenas obras.
Pero ahora prestemos cuidadosa atención a lo que dice Tito 2:10: «en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador».

En la versión NTV dice asi: «Entonces harán que la enseñanza acerca de Dios nuestro Salvador sea atractiva en todos los sentidos.»

¿Por qué?
El crecimiento del creyente en la semejanza de Cristo depende de la gracia del evangelio y de la encarnación de Cristo.
Al comentar sobre este versículo, Ligon Duncan explica:

“La gracia de Dios que trae salvación no sólo les ha traído el perdón, sino que les ha traído una transformación”.

La gracia nos libera tanto del castigo del pecado (salvación) como del poder del pecado (santificación).

La gracia nos libera tanto del castigo como del poder del pecado.
El Dios que apareció en la tierra trayendo salvación nunca consentiría en dejarnos revolcándonos en el fango de la contaminación del pecado. Debemos adornar la doctrina del evangelio con una vida cambiada porque Jesús salva a su pueblo de sus pecados.

La gracia nos entrena en la dinámica del cambio (Tito 2:12)

«Y se nos instruye a que nos apartemos de la vida mundana y de los placeres pecaminosos. En este mundo maligno, debemos vivir con sabiduría, justicia y devoción a Dios»

La palabra para “instruir” (palabra griega) [παιδεύω paideúo] y el sustantivo [paideia] tienen el significado principal de “criar a un niño y guiarlo hacia la madurez, instruir, entrenar, educar”. Las palabra pedagogía y pedagogo provienen de esta palabra griega.

La gracia nos instruye así. La ley nos dice lo que es bueno y lo que es malo, luego el Espíritu Santo dentro de nosotros nos convence o confirma. Dios, con su gracia, nos instruye en cómo debemos comportarnos y hacer las cosas.

Y la gracia obra tanto positiva como negativamente. Cuando pecamos, el Espíritu Santo nos convence y nos llama al arrepentimiento. Al hacerlo, aprendemos a despojarnos de las obras de la carne: el comportamiento impío y las pasiones y deseos mundanos.
El Espíritu Santo también obra positivamente: confirma y alienta los pensamientos, sentimientos y comportamientos piadosos.
Al hacerlo, se nos enseña a vestirnos del nuevo yo, creado a semejanza de Dios. La gracia de Dios, administrada por la obra interna del Espíritu Santo, nos capacita para vivir una vida sobria (correctamente en relación con nosotros mismos), recta (correcta en relación con los demás), y vidas piadosas en la era presente (correctas en relación con Dios).

La gracia fortalece la esperanza de cambio (Tito 2.13-14)

«mientras anhelamos con esperanza ese día maravilloso en que se revele la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo. Él dio su vida para liberarnos de toda clase de pecado, para limpiarnos y para hacernos su pueblo, totalmente comprometidos a hacer buenas acciones.»

El Espíritu nos enseña a mirar tanto al futuro como al pasado.

Primero, el verdadero cristiano siempre tiene la vista puesta en el futuro para su esperanza: esperar la segunda venida de Cristo.
Al mismo tiempo, también miramos hacia atrás, con gratitud por el sacrificio de Cristo.
Él se entregó por nosotros. Ciertamente su muerte satisfizo perfectamente la ira de Dios y nos compró un lugar en la fiesta del Cordero.
Pero hay más: la muerte de Jesús también es suficiente para despojarnos de la anarquía y revestirnos de la santidad.
El agradecimiento por el don de la salvación nos insta a ser como nuestro Salvador, a ser celosos de las buenas obras.

La gracia ve tanto el pasado como el futuro, potenciando la esperanza de un cambio verdadero y duradero.

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